miércoles, 24 de junio de 2009

El lenguaje de la guerra

Por: José Arizala
La Universidad Nacional de Colombia ha iniciado la publicación de colecciones de libros sobre diversas materias: literatura, historia, sociología, filosofía. En la “Colección general, biblioteca abierta”, podemos leer el tomo dedicado a La crisis colombiana. Reflexiones filosóficas (2008), cuyo editor es Rubén Sierra Mejía. Incluye contribuciones de Alfredo Gómez-Müller, Adolfo Chaparro, Adolfo León Gómez, Luis Eduardo Hoyos, Ciro Roldán, Francisco Cortés, Daniel Bonilla Maldonado, Freddy Salazar, Juan José Botero, Mauricio Rengifo, Leonardo Tovar. Los ensayos se refieren al lenguaje de la guerra, genealogía de la pre-modernidad en Colombia, el problema de la legitimidad política, ética empresarial, un asunto de responsabilidad social, ¿educación para la democracia sin democracia?

El libro muestra aspectos de la crisis colombiana dichos a un nivel filosófico. Es decir, con las categorías que la filosofía política ha elaborado para comprender este tipo de problemas. Describe, además, temas como el del Estado de Derecho, la seguridad de la soberanía estatal, las instituciones políticas y las minorías culturales, la justicia social y se pregunta si la justicia debe ser nacional, global o transnacional.

Un rasgo novedoso del libro del que damos cuenta es el de los problemas generados por la política mundial. Como afirma el editor:” Hoy en día no se puede dejar de pensar en las nuevas relaciones económicas surgidas de la globalización y de la naturaleza del capitalismo en esta última fase de su desarrollo, un capitalismo en expresión de Gregor Gysi, “superfluo y, agrego, autófago, cuya característica esencial parece reducirse a una enorme cifra virtual que se alarga y se encoge produciendo euforia o pánico cuando estos fenómenos de aumento y disminución de dígitos aparecen en las pantallas de televisión o de un computador, un capitalismo cuya consecuencia más visible ha sido la de desentenderse de las condiciones sociales en que engorda, para el que no hay otra obligación que la de crecer y que ha llenado de miseria a los países – aun los ricos – que le han permitido su desarrollo”.
“... el lenguaje se puede convertir en un instrumento de guerra, contradiciendo
su esencia pacífica, de instrumento de la política.”

¿Pensar en el tiempo presente es una tarea para el filósofo colombiano? Diversas opiniones hay al respecto. Mas lo cierto es que desde los griegos los filósofos se han encargado de su tiempo y lugar. Sierra Mejía opina que “esos problemas vitales del filósofo son los que le han dado vida al saber filosófico”, con mayor razón en estos tiempos oscuros en que las instituciones sienten que sus fundamentos se desmoronan.

Como ejemplo de lo anteriormente anotado destacamos el ensayo “Lenguaje de la guerra, muerte de la política” de Alfredo Gómez-Müller Este sostiene que el lenguaje se puede convertir en un instrumento de guerra, contradiciendo su esencia pacífica, de instrumento de la política. La agresividad verbal, los insultos al adversario, agudiza el conflicto, lo prolonga. Dice que si la guerra es lo que afirma Clausewitz :” un acto de violencia en el cual buscamos obligar al adversario a ejecutar nuestra voluntad”, el lenguaje bélico equivaldría al no-lenguaje. O sea que la expresión misma “el lenguaje de la guerra” sería contradictoria, porque excluiría justamente el lenguaje como relación fundamental con el otro; el lenguaje es la paz originaria, podría decirse con Levinas.

El texto de Gómez-Müller trae como epígrafe frases de Alfonso López Pumarejo dirigidas en agosto de l952 al conservador Mariano Ospina Pérez, ex-presidente de Colombia: “No renuncian al ademán bélico de los neófitos del fascismo, ni dejan de emplear el lenguaje de la guerra … es el lenguaje más adecuado para adelantar la pacificación al estilo español que inmortalizaron Pablo Morillo, Boves y Sámano”. Con ellas el expresidente liberal López Pumarejo quiere significar que el gobierno al llamar “bandidos” a sus copartidarios alzados en armas, busca no solo impedir que sus adversarios sean reconocidos como víctimas del conflicto, sino cerrar los caminos hacia la paz, es decir, las vías políticas, el diálogo político. Desde luego, agrego yo, la contraparte en la guerra también debe estar dispuesta a entablar un verdadero diálogo, buscar en él acuerdos concretos.

viernes, 5 de junio de 2009

La marcha de los estoicos (VII)

Por: José Arizala
La palabra estoicismo viene de un hecho casual. Del Pórtico o stoa, donde enseñaba Zenón (venido de la isla de Chipre y no de Elea como su tocayo), Zenón como la mayoría de los filósofos griegos eran, además de pensadores, hombres fuera de serie que lograban gran audiencia y respeto de sus compatriotas. Los atenienses de las buenas épocas no fueron hostiles a los extranjeros. Le dieron a Zenón las llaves de la ciudad y votaron en asamblea popular el siguiente acuerdo, que repito, porque condensa las calidades de su existencia y la nobleza de su tarea en la ciudad: “ Puesto que Zenón, hijo de Mnoseas, lleva ya muchos años viviendo en nuestra ciudad como filósofo y en toda su vida ha dado muestras de ser un hombre excelente, que ha sabido guiar por los caminos de virtud y de la temperancia a los jóvenes acogidos a sus enseñanzas, adoctrinándolos por esta senda con su magnífico ejemplo, los ciudadanos acuerdan tributarle un elogio público y una corona de oro, como premio a su virtud y moderación. Acuerdan, además, que a su muerte sea solemnemente enterrado en el Cerámico. Para la entrega de la corona y la construcción del sepulcro, se nombrará una comisión de cinco miembros”.

Era, sin duda, una época conservadora. El rey Antígono de Macedonia lo visitaba con frecuencia y se sentaba a su mesa. Zenón murió a los 98 años de edad, mal contados. Supo ganarse la simpatía de todos y no creó problemas con sus enseñanzas, como si le ocurrió Sócrates, quien tuvo una muerte trágica.

“El estoicismo es la primera filosofía griega que llega al centro y
occidente de Europa. Y nada menos que a Roma, entonces la primera potencia del
mundo. Allí se aclimatará y florecerá.”


Después de la etapa socrática, según Hegel, se inicia un segundo período de la filosofía griega, con la conformación de dos corrientes, el escepticismo y el dogmatismo; ésta, a su vez, se separa en dos tendencias: la estoica y la epicúrea. Intentaré explicar brevemente en qué consiste el dogmatismo:

La filosofía de Aristóteles, poderosa y global, abarca la naturaleza exterior y el entendimiento humano. Una idea general deducida de Aristóteles por los estoicos la convierten en un principio rector, que se torna unilateral. Concibe el mundo como una determinación del pensamiento que se piensa a sí mismo. “Y esto hace – aclara Hegel – que este principio aparezca como algo formal y abstracto y que lo particular no se deduzca todavía de ello, sino que lo general se limita a aplicarse a lo particular” Lo que da origen a una especie de repliegue de la conciencia sobre sí misma y a apartarse del mundo exterior, es decir, de lo real. Y, por consiguiente, se convierte ese principio en predominante, cuando no en exclusivo. Relación de la que surge una necesidad de sistema y de lo sistemático, “de tal modo que la verdad de todo lo particular sea determinada y, al mismo tiempo, conocida con arreglo a ese principio abstracto”.

El estoicismo es la primera filosofía griega que llega al centro y occidente de Europa. Y nada menos que a Roma, entonces la primera potencia del mundo. Allí se aclimatará y florecerá. Diógenes de Selencia fue embajador de Atenas en Roma en tiempos de Catón. Inició conferencias sobre la dialéctica y la elocuencia griegas. Un estoico, Panecio, es maestro de Cicerón. El caso del esclavo Epicteto es ejemplar. Nacido en Grecia en el año primero a.C. recibe la libertad de su amo Epafrodito y viaja a Roma y a otras provincias romanas donde se dedica a la enseñanza pública. Varios emperadores y mandatarios fueron estoicos, como Marco Aurelio, Séneca, Sexto Empírico, Arriano.

La filosofía estoica, como casi toda la filosofía griega de entonces, se divide en tres secciones: la lógica, o sea, la filosofía más propia; la física o de la naturaleza; la ética, la filosofía del espíritu. Hegel no tenía una buena opinión de la filosofía .estoica, pues la considera sin un contenido original, creador. Otros autores opinan que cuenta con muchos elementos nuevos que madurarán en el futuro y que influirán, sobre todo, en la conducta humana. Su invitación a la moderación de los instintos, a vivir modesta y sobriamente. Su búsqueda de la unidad entre la virtud y la felicidad como justo medio. Su indiferencia ante la vida y a todo lo material, preparará al mundo para la llegada del cristianismo.