lunes, 25 de junio de 2012

Los años a la par de las estaciones


Hace algunos años leí la trilogía novelística sobre Nueva York del escritor Paul Auster. A mi manera de ver, un buen escritor, pero no un gran escritor. Intentaba una técnica literaria original, que a ratos distraía, pero su prosa no me pareció sobresaliente. Sin embargo, atraído por la propaganda y las notas de algunos críticos, compré y leí su última obra Diario de invierno ( Anagrama. Barcelona. 2012 ). Como su título lo sugiere, se trata de un diario que se convierte en autobiografía. Este libro me gusta más que los anteriores.

La primera anotación la hace el autor sobre algo que le ocurre al personaje que, sin duda, no es otro que el mismo. Cuando éste tiene seis años. Se despierta y se dirige con los pies desnudos a la ventana en una mañana en que cae la nieve, que ya comienza a poner blancas las ramas de los árboles frente a la ventana de la casa.

“En cierta manera el tema de la autobiografía resulta ser no tanto la vida sino la preparación para la muerte.”


El invierno es el final de las estaciones. Los pies desnudos es el comienzo de la vida y la casa, el lugar en que vivirá hasta el final de sus días. Esos días se sucederán como las lluvias, las hojas secas del otoño, o los copos de nieve. Igualmente las habitaciones, los edificios o las casas del campo o de las grandes ciudades. Una característica de esta novela es que a la par que se señalan los años del personaje, describe los lugares donde el escritor vive, o mejor, escribe, pues ésta es su pasión, incluso algo más, su necesidad para existir.

En cierta manera el tema de la autobiografía resulta ser no tanto la vida sino la preparación para la muerte. Sabemos que estamos vivos, pero que, quizá, de repente, o tras una larga agonía, nos hundiremos en la nada. Desde luego que la cuestión no surge en todas las páginas, pero lo presentimos.
 
Auster nos prepara para aceptar el final, Sobre todo con los relatos breves de la muerte del padre, primero y luego de su madre. Sobre todo cuando cuenta el accidente automovilístico que lo lleva a él, a su esposa y a su hija, a pocos metros de la muerte. Luego con sus reflexiones sobre el infarto cardiaco que sufre a los 50 años, que lo derrumba en medio del dolor y en la soledad del cuarto. Sin embargo, no vienen acompañadas del temor a morir. Al contrario, se siente tranquilo y piensa rápidamente que quizá la muerte no es tan mala como creíamos. Descubre que “cuando a una persona le llega el momento de morir su ser se muda a otra zona de la conciencia donde es capaz de aceptarla”. Luego cambia de opinión cuando aullaste de terror, tirado en el suelo, porque la muerte estaba dentro de ti y no querías morir. Su entusiasmo por el béisbol a los siete años se convirtió para él “en la cima de la felicidad, lo más grande que podías hacer con tu cuerpo”.

Después vendrá el momento más complejo de su vida, el despertar de su sexua-lidad y la de toda su generación. El constreñimiento en el hogar y sobre todo en la universidad, en una época muy conservadora en la política y en las costumbres de los Estados Unidos, luego vendrán las relaciones de chicos y chicas que se convertirán en el libertinaje del sexo, las drogas y el alcohol. Sus primeras excursiones en busca de las putas. Del amor-dinero, pasando por la ardorosa masturbación de adolescentes. Varios son los episodios que conocemos al respecto, unos alegres, otros, sombríos. En lugares sórdidos o hermosos, como en las orillas del Sena, en la ciudad de la Luz y del amor. Y todo esto en medio de los fracasos matrimoniales, el nacimiento de los hijos, etc.

Vale la pena mencionar a Sandra, de “cuerpo majestuoso”, la prostituta inolvidable: hizo de cada encuentro unas horas de ternura, de cariño, de entrega. Capaz de acompañar al periodista, al escritor, al profesor, a recitar en la cama los versos de Baudelaire. “Fue uno de los momentos más extraordinarios de mi vida, de los más felices, e incluso seguiste pensando en Sandra cuando regresaste a Nueva York.”

¿Lo que nos dice Auster es lo mismo de siempre? Creemos encontrar en su relato no otras verdades pero sí un acento distinto, otro ritmo, otro eco de la misma angustia, otra sed, otra memoria, un tiempo impulsado por el viento de los años vividos.

domingo, 17 de junio de 2012

El universo de Kant (XXV)


Pocos filósofos – aunque es una cualidad de la filosofía – han abarcado tanto horizonte como Manuel Kant. Su mirada logró envolver el espacio cósmico y encontrar en este las claves de su formación y desarrollo. Apoyándose en los descubrimientos matemáticos y físicos de Newton y Laplace, Kant afirma que los astros y las estrellas que pueblan el universo no son creación directa de Dios, sino derivados de nebulosas incandescentes que se transformaron  en masas sólidas o gaseosas que giran por el espacio.  En uno de los planetas ha surgido y habitado una extraña y hasta ahora única especie de seres inteligentes, llamada humana.


“La segunda parte de la filosofía de Kant es la más celebrada y reconocida por los filósofos idealistas, pues su tema principal es el de la moral y la ética.” 


Esta preocupación convierte a Kant, en la primera etapa de su pensamiento, en un estudioso e investigador de las ciencias naturales .Por ese entonces comienzan a aparecer  ciencias especializadas, como la geología, la embriología, la fisiología vegetal y animal, la química inorgánica y orgánica, hasta llegar hoy a la física atómica, que significa un avance enorme en el conocimiento de la materia. En este período Kant escribe uno de sus primeros libros, Historia natural universal y teoría del cielo ( l755), dedicado al estudio del sistema  solar. Dando comienzo con él a la historia de la Tierra. Presenta las primeras hipótesis sobre el origen de las mareas  y la velocidad diaria de la Tierra en el espacio, fundamentando algunas de las tesis de Copérnico y Galileo En antropología expone la  idea de la historia natural de las razas. Engels anota que por primera vez Kant hizo temblar la tesis de que no existía historia alguna de la naturaleza.

En la filosofía de entonces (no solo la kantiana), predominaba la afirmación  de que las leyes mecánicas regían la materia y que lo existente tenia una sola causa, Dios.

La segunda parte de la filosofía de Kant es la más celebrada y reconocida por los filósofos idealistas, pues su tema principal es el de la moral y la ética. Con  sus trabajos sobre la Crítica: La crítica de la Razón pura, La crítica de la razón práctica y La Critica del juicio,  pasó a la historia del pensamiento humano.

 Kant entra al terreno del agnosticismo al distinguir “la cosa en sí”, del simple “fenómeno”. Es decir, que no podemos tener un conocimiento teórico de “las cosas en sí”, pues son cognoscibles solo los “fenómenos”. El pensamiento del filósofo de Königsberg es extraordinariamente rico y diverso y uno de los más profundos. Su análisis sobre los juicios distingue los juicios analíticos, de los sintéticos y  descubre los juicios sintéticos a priori, una síntesis de los anteriores. Muestra la existencia  en el hombre de tres facultades cognoscitivas fundamentales: la sensibilidad, el entendimiento y la razón.  O sea la facultad de sensación; el entendimiento, la facultad de conceptos y juicios; la razón, la facultad del pensar especulativo que se eleva hasta las ideas, que son conceptos de la razón sobre la unidad  absoluta de la condición de todos los fenómenos. Los juicios sintéticos a priori son posibles en la ciencia natural gracias a las categorías, conceptos del entendimiento independientes de la experiencia.

No tenemos espacio para referirnos  a otros aspectos de su mente prodigiosa, ni  a su espíritu al servicio del hombre libre. El mismo hizo de sí un retrato magistral, que citaremos a continuación : “Yo soy un investigador vocacional. Siento en mí la sed por conocerlo todo y la inquietud por extender mi saber, así como la satisfacción que me produce cada nuevo descubrimiento. Hubo un tiempo en el cual creía que solo esto podía dignificar a la humanidad y menospreciaba por ello al  vulgo ignorante. Rousseau fue quien me desengañó. Aquella deslumbrante superioridad se desvaneció y aprendí a honrar al ser humano. Ahora me consideraría el más inútil de los trabajadores, si no creyera que  mi tarea reflexiva puede proporcionar a los demás algún valor, cual es el establecer los derechos de la humanidad”.

martes, 12 de junio de 2012

La era de Kant ( XXIV )


En la Alemania del siglo XVIII, descrita en artículo anterior, nace en la ciudad de Königsberg, en 1724, uno de los pensadores que deslumbrará la historia de la filosofía mundial : Inmanuel Kant, en una familia de artesanos. Murió en la misma ciudad donde nació en 1804.,sin salir de ella.. Fue profesor universitario toda su vida y estudió y enseñó numerosas materias, entre ellas teología, lógica, cosmología y otras ciencias naturales. Hegel, quien es el autor que nos acompaña en la elaboración de estos apuntes, hace un chiste que se puede aplicar a Kant: “tenemos los alemanes toda clase de rumores dentro y fuera de la cabeza, pero preferimos meditar con el gorro de dormir puesto”.


“La filosofía de Kant ha sido llamada la filosofía crítica, por cuanto se propone ser una crítica de la facultad de conocimiento, pues antes del conocimiento es necesario investigar la capacidad para conocer”.


Kant inicia una nueva etapa de la filosofía europea, la filosofía clásica alemana, en unión de los filósofos Fichte, Schelling y Hegel. El aporte de este tramo de la filosofía fue la elaboración de las leyes de la dialéctica idealista, considerada como la teoría del desarrollo y del cambio permanente del mundo y del universo.

La característica que define la filosofa kantiana “es que pone la conciencia del pensamiento en su subjetividad: es decir, de una parte, contra la objetividad; de otra parte, como la finitud y el desarrollo progresivo de determinaciones finitas”, deice Hegel. Kant destaca la libertad del sujeto, postula que el contenido mismo del pensamiento sea la idea, concebida como unidad del concepto y la realidad. Que el pensamiento puede llegar por la vía del razonamiento a concebirse no como algo contingente, sino como algo absoluto de suyo.

Dios para Kant no puede encontrarse en la experiencia: ni en la experiencia exterior, pues podía buscarse a Dios por todo el cielo sin encontrarlo, ni en la experiencia interior, aunque los místicos, los visionarios. pueden descubrir dentro de sí mismos muchas cosas, entre ellas a Dios, es decir, lo infinito. Ve pues a Dios como un postulado de la razón práctica. Lo que hay de verdad en la filosofía kantiana – agrega Hegel – es el reconocimiento de la libertad. Desde luego que ya Rousseau había visto en la libertad lo absoluto. Los franceses ( Rousseau ) conciben este problema desde el punto de visto de la voluntad y Kant más bien desde el teórico.

Kant le dará a la lógica un desarrollo enorme e inesperado, va mucho más allá que Aristóteles. Descubre nuevas categoría y a las antiguas les da mayor profundidad como ocurre con el tiempo y el espacio. La categoría de los conceptos sintéticos a priori tendrá sitio especial en la historia del pensamiento.

La filosofía de Kant ha sido llamada la filosofía crítica, por cuanto se propone ser una crítica de la facultad de conocimiento, pues antes del conocimiento es necesario investigar la capacidad para conocer. Lo que parece de simple sentido común, como muchas otras grandes ideas de la filosofía, constituyó un verdadero hallazgo para Kant. Según esto el conocimiento es presentado como un instrumento, como una manera de apoderarnos de la verdad. Se debe averiguar previamente si el pensamiento es capaz de dar lo que se exige de él. Hegel lo explica así: debemos conocer la facultad cognoscitiva antes de conocer. No es posible apoderarnos de la verdad antes de la verdad misma. Es un paso grande e importante el que da Kant al someter a investigación el conocimiento.

Hegel considera que la filosofía kantiana “es teóricamente la Ilustración en el plano metódico, basada en la tesis de que el hombre no puede conocer ninguna verdad, sino solamente los fenómenos, siguiendo las huellas de Locke y de Hume; hace penetrar la ciencia en la conciencia, con ayuda de las categorías que denotan la actividad sintetizadora del pensamiento. ( continuará ).