lunes, 18 de mayo de 2009

Una Estrella Atípica

Por: José Arizala

La cuestión racial ha jugado un papel muy importante en la historia de los Estados Unidos de América. Desde que los naturales del continente africano comenzaron a llegar a su territorio, traídos por los comerciantes en seres humanos que los capturaban en sus lugares de origen, para convertirlos en esclavos de las plantaciones de los Estados del sur, se produjeron agudas tensiones sociales que desembocaron en una guerra civil. Derrotados los partidarios de la esclavitud, las tensiones no cesaron, sino que se prolongan por decenas de años. Siguió una guerra no declarada entre blancos y negros. Tras una dura lucha por los derechos civiles los afroamericanos lograron avances hacia la igualdad que poco a poco se han venido consolidando.

El pueblo norteamericano, heterogéneo en todo sentido: multinacional, plurirracial, plurirreligioso y desde luego, pluriclasista, se plantea con fuerza el tema de la libertad. No solamente porque los “padres fundadores” escogieron la libertad de creencias al abandonar los países europeos, sacudidos por los enfrentamientos religiosos, sino también por el peso del conflicto como consecuencia de la esclavitud. En la antorcha símbolo de la libertad del puerto de New York, también quedan llamas de la guerra de Secesión (1861 – 1865). Desde entonces los conceptos de libertad-esclavitud se enfrentan en el imaginario de los estadounidenses, contribuyendo a decidir sus instituciones y su política exterior.

La elección de Barack Hussein Obama como primer presidente negro de los E.E.U.U. parece indicar el final de esa larga guerra racial. Pero sería ingenuo creer que se trata de un conflicto solamente racial. Su base es económica y, desde luego, cultural. ¿Para qué “importar” a los africanos y convertirlos en esclavos? Obviamente no para diversificar el espectro racial, religioso o musical del “nuevo mundo”, sino para explotar su fuerza de trabajo esclava. Enriquecerse a bajo costo, amasar inmensas fortunas y gozar de un nivel de vida espléndido. Afortunadamente el creciente desarrollo tecnológico, mas la resistencia de los esclavos a su humillante condición, la actitud amistosa de muchos blancos, permitió cambiar las relaciones de producción y lograr un gran desarrollo económico que transformó al esclavo en obrero, al amo en empresario, al terrateniente en cliente de la bolsa de valores.



“La vigorosa lucha de Barack Obama adquirió una forma original, si exceptuamos la del Dr. King. No exacerbó el odio racial. Al contrario, aparentó no darle importancia.”

Ese hombre que surgió de la oscuridad para convertirse en presidente de la mayor potencia del mundo actual, ha escrito su autobiografía, reclinado en los sueños de su padre africano. Pero no se trata del autobombo del candidato presidencial, ni siquiera del candidato a senador por el Estado de Illinois, sino del modesto director de una revista de leyes. “Lo que se ha abierto camino a través de estas páginas – escribe Obama – es el relato de mi viaje interior: un joven en busca de su padre y a través de esa búsqueda, del auténtico sentido de su vida de americano negro”.

Hijo de una norteamericana blanca como la leche y de un padre negro como un tizón, de Kenya; no olvidemos, el lugar donde nacieron los primeros hombres que se dispersaron por toda la Tierra. Sus abuelos y tíos, hermanos y primos, todavía hacen parte de una tribu. El resultado, dice Obama con ironía, “es que a ciertas personas les cuesta trabajo aceptar tal y como soy (...) ya no saben quién soy (…) hacen cálculos sobre mi turbación interior (la mezcla de sangre, el corazón dividido, la tragedia del mulato atrapado entre dos mundos)”.

Ese mulato norteamericano vive de niño en Hawai e Indonesia (país musulmán). Su padre que ya se ha graduado en los E.E. U.U. regresa a su patria, “a cumplir su compromiso con África”. Muere en un accidente automovilístico, sin dejar obra distinta a la de haber engendrado a ese hijo, quién estudiará en Harvard, la más exquisita universidad de su país. Allí brillará como una estrella de la facultad de Derecho. ¡Qué extraña historia personal, como la de un jugador que con un solo dólar se gana todos los premios de la ruleta! Alguien le dice un día: “Después de todo, usted no parece de una familia marginal”.

La vigorosa lucha de Barack Obama adquirió una forma original, si exceptuamos la del Dr. King. No exacerbó el odio racial. Al contrario, aparentó no darle importancia. Situó el problema en un territorio común: “todos los hombres somos iguales”. Quién lo niegue no es un criminal, sino un tonto, fuera de su tiempo, de nuestro mundo. Eso lo aprendió de su padre. Con dicha táctica logró que los blancos se relajaran, atenuaran sus prejuicios contra los negros. Aceptaran el legítimo derecho de estos a viajar en el mismo bus, a sentarse en la misma banca. Finalmente sería esa banca la que él ocuparía en la sala oval, en Washington.

domingo, 10 de mayo de 2009

FALS BORDA O LA IZQUIERDA ROMANTICA

Por: José Arizala

   Algunos sonreirán al leer este título. ¿ Existe una izquierda cercana al romanticismo? Desde luego que sí. Uno de sus voceros fue el intelectual colombiano Orlando Fals Borda, fallecido en Bogotá el 12 de  agosto de 2008.

   Había nacido en Barranquilla el 11 de julio de 1925. Estudió en universidades estadounidenses, fue obispo de la iglesia presbiteriana. Su ciencia se rigió por los cánones de la sociología norteamericana, investigativa, rigurosa en el reconocimiento del terreno, apegada  a los datos y experiencias, dejando poco espacio para la especulación y la fantasía.

   Sin embargo, su regreso a la Costa Caribe lo condujo por otros caminos, alejados del empirismo inicial. No resistió el contacto con su gente, con sus costumbres, con su franqueza, con su alegría, pero también con su pobreza, el abandono en que se encuentran, sin  comida, ni salud, ni educación, sufriendo en medio del son y del ron, ahogándose en los pantanos de sus ríos salidos de madre.

   Pronto Fals entiende que el problema principal de la Costa Caribe  es el la tierra. Existen sabanas fértiles y anchas, pero ajenas, en pocas manos. El hambre del terrateniente es de hectáreas, reses y caballos, mientras los campesinos malviven a su lado, recibiendo una mezquina caridad de los señores. Esta tierra se convertirá en un extenso campo de muerte… Las condiciones para la aparición de la guerrilla y de los paramilitares estaban dadas. Desde entonces la concentración de la propiedad de la tierra ha aumentado en millones de hectáreas. Por esta hendidura, por este enfrentamiento, penetró el narcotráfico.


Fals Borda puso su ciencia al servicio de los pobres y en contra de los poderes económicos y sociales que él consideraba responsables de la deplorable situación del pueblo colombiano


Fals Borda examinará esto en sus numerosos libros y ensayos, sobre todo en su libro fundamental:Historia doble de la Costa, lugares donde vivió durante meses visitando sus veredas y caminos, conviviendo con sus habitantes. Finalmente su talante religioso se impondrá en él y se colocará aparte de la lucha de clases. “No soy marxólogo”, dirá en varias ocasiones, una forma de rechazar la filosofía materialista. Marx será solo un punto de referencia en su sociología. Preferirá el análisis de lo social a la manera de los socialistas utópicos.

    El investigador Gonzalo Cataño ha publicado un muy interesante ensayo Orlando Fals Borda, sociólogo del compromiso, en la Revista de Economía Institucional, segundo semestre de 2008, de la Universidad Externado, que nos sirve de guía para este comentario, aunque el énfasis en la crítica a Fals Borda me corresponde. El estudio del  sociólogo Catáño está escrito con la cálida simpatía del alumno a su maestro y aspira lograr  un equilibrio a la hora de hacer el balance de su obra y pensamiento. Según mi punto de vista el profesor Cataño se queda corto al señalar el carácter utópico y la impotencia política de la doctrina de su mentor.

   Fals Borda puso su ciencia al servicio de los pobres y en contra de los poderes económicos y sociales que él consideraba responsables de la deplorable situación del pueblo colombiano. Sin embargo, aunque su diagnóstico fue muchas veces acertado, no lo fueron así sus soluciones a menudo ingenuas e ineficaces.

 Participó en los principales movimientos y pequeños partidos de la izquierda no marxista del último cuarto del siglo XX. Le llegó la muerte a los 83 años siendo el Presidente Honorario del Polo Democrático Alternativo, donde, como alude Cataño, era más admirado y respetado que seguido y acatado.

  Existen razones de fondo para su conducta y orientación, que demandan un espacio mayor que el de esta nota. Pero en síntesis podemos afirmar que su pensamiento político era anticuado, más propio del siglo XIX que de la contemporaneidad. Se asemejaba al de los “populistas” rusos, del movimiento la “Voluntad del Pueblo”, que se volcaron al campo a predicar la conservación de una  sociedad campesina, comunitaria, contraria al desarrollo capitalista, con una profunda desconfianza hacia el Estado. Su ideal era la vida rural, alejada de de las grandes urbes y de la sociedad burguesa y por consiguiente ajena al proletariado y a la gran industria. Aunque la población de nuestro país es cada día  más urbana, el 70 % vive en las ciudades, acrecentada en estos años por las víctimas del desplazamiento forzado, el profesor Fals Borda consideraba que el campesinado era el garante de la nacionalidad colombiana y que nuestras raíces son sus tribus indígenas.