viernes, 18 de diciembre de 2009

Plotino, filósofo de Alejandría (XI)

Por: José Arizala

No solo existe la poesía de las palabras, sino, también, la del pensamiento. Plotino es un claro ejemplo de ello. Su talento alcanza las mayores alturas, acercándose al lugar misterioso donde residen las almas puras que no han descendido a la Tierra. Ignoran el Cielo y el Infierno, el premio y el castigo. Lo que indica que el topos uranos platónico sería anterior al cosmos, al tiempo y al espacio, anterior al Anterior más lejano.


Hegel ha escrito una página sugerente y bella sobre Plotino, filósofo nacido en Licópolis, Egipto (204 – 270), perteneciente a la Escuela Alejandrina. Expondremos aquí brevemente los rasgos de su rostro y de su pensamiento. Comenzaremos diciendo que el núcleo de su visión del mundo y del universo, es griego, heredero de Platón, Aristóteles, Pitágoras. Pero el puerto de Alejandría es una escala en el mar, donde confluían las ideas más serias de su tiempo y las fantasías de Oriente, los cultos egipcios y el soplo de la magia. Extraña mezcla de razón y mística, de reflexión y de sueños.

Plotino es uno de los filósofos más sutiles y profundos. Su idea de lo Uno lo acerca al Ser único, inmutable y eterno de Parménides de Elea; su adhesión a lo Absoluto lo hermana a Platón; a Pitágoras con su concepción del Número, las cosas que existen como números en el logos; la centralidad de lo Uno y de lo Bueno lo hace discípulo de Sócrates. En el Dios de Plotino se encuentra lo Uno, el nous y el alma. Con ello inicia una tarea que ocupará a la filosofía y a la teología durante siglos: la comprensión racional de Dios, el desvelamiento de la divinidad. ¿ Quién es Dios? Es la unidad suprema, la sustancia absoluta que ilumina, que crea las cosas, los contenidos del universo. Plotino ha visto la “esencia” de Dios. La concibe como una fuente creadora y única que se manifiesta en la emanación de la luz, que al cobrar su forma determinada constituye la sustancia de la cosas. Hoy diríamos que es la luz del Génesis que da vida a lo increado y, por ello, permanecerá. Es lo más real de la luz o como dice bellamente Hegel, “la luz de la luz”.

En aquel entonces la sabiduría ( Hegel no la llama filosofía) india y brahamánica estaba en gran predicamento e influyó en Plotino. Este se trasladó a Roma donde logró éxito como maestro público entre todas las clases sociales, incluso con el emperador Galiano y la emperatriz, que estaban dispuestos a entregarle una ciudad de la Campania para que instaurase en ella la república platónica, lo que fue impedido por la “sensatez” de sus ministros. Plotino vivía en una forma singular: no comía carne , ayunaba frecuentemente y vestía el traje de los pitagóricos antiguos. Fascinado por la mística, siempre en busca de lo insondable e indeterminado de la sustancia divina única y todopoderosa, origen de sí misma y de todas las cosas, pero que se manifiesta en la naturaleza. Por ello algunos filósofos ven en su pensamiento semejanzas con el panteísmo.

Comenzó comentando a los filósofos antiguos. Reunió sus obras bajo el título de las Enéadas. Seis en total y cada una de nueve cuadernos. Sin embargo, no constituyen una obra coherente, sino que tratan diversos temas, según los problemas planteados por sus alumnos. Tienen un carácter metafísico. “El espíritu de Plotino flota de un modo vago sobre cada materia y trata ésta de un modo razonador y dialéctico, pero reduciéndolas todas a una solo idea (…) Lo fundamental, lo característico de Plotino es el elevado y puro entusiasmo por la exaltación del espíritu al plano de lo bueno y lo verdadero, a lo que es en sí y para sí”. ( Hegel. Lecciones de historia de la filosofía T. III p.34. FCE. 1955 ). Plotino se coloca, pues, en la pura intuición, en el pensamiento puro. Provoca dentro de sí un estado de “arrobamiento”, de éxtasis, sin dejar de cifrar la verdad única y exclusivamente en la razón y en la comprensión. Por esto último Hegel no lo considera un místico a la usanza de los monjes orientales, sin dejar de reconocer en la Escuela Alejandrina algunos rasgos de magia y de milagrería, lo que era común a paganos y cristianos en esa etapa del mundo que referimos.


Se acostumbra al iniciarse un nuevo año hacer votos por un mejor futuro. Lo primero es desear la paz para los colombianos y venezolanos. ¿ Por qué estamos solos? Ha llegado la hora de que los colombianos nos reconciliemos. Se requiere el intercambio humanitario, de secuestrados y prisioneros. Que todos ellos logren la libertad . El abandono de métodos crueles y degradantes La iniciación, otra vez, de conversaciones de paz entre el gobierno y la insurgencia. En lo internacional, una reunión de Colombia, Ecuador, Venezuela y E.E.U.U. con observadores amigos de Brasil y la Unión Europea, entre otros. Si resolvemos el conflicto interno de una manera civilizada recuperaremos el respeto de los demás países de América y el mundo y dejaremos atrás los años de soledad. Debemos tomar en cuenta que, además, Colombia es uno de los países más desiguales del mundo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Los neo-platónicos ( X )

 Por: José Arizala Posso

En anteriores artículos nos hemos referido a los dos primeros escenarios de la filosofía: el griego, el más amplio y profundo y el romano que la unió a la espada y al derecho. Ahora la filosofía se embarca en naves cargadas de ideas en dirección a la orilla opuesta del Mediterráneo. Enfilan sus proas hacia Egipto, el país del Sol, que cada día se segmenta en nuevos dioses que despejan la oscuridad de la noche e iluminan el conocimiento de la Tierra y  del Cielo. Los egipcios midieron por primera vez la redondez de la Tierra y volvieron a calcular con precisión los eternos giros de la Luna y del Astro Rey. La religión solar y monoteísta fue introducida por Akenatón en el siglo XIV a.de C.

Los griegos y romanos desembarcan en Alejandría, situada al borde del Río Nilo y del mar. Contribuyeron sus arquitectos a diseñar  la ciudad famosa, cuyo orgullo fue poseer – aún hoy -  una biblioteca de 700.000 volúmenes (papiros). Entre los libros que cubrían las estanterías de la biblioteca universal, estaban  los de Platón, que los alejandrinos  leían en el día y por las noches a la luz de las antorchas, aunque los nativos no parecían nacidos para filósofos, sino para sacerdotes, predispuestos para honrar el más allá.

Cuando la filosofía griega desciende en Alejandría pisa un suelo nuevo. Se despoja del criterio subjetivo que ha predominado en las escuelas posteriores a Sócrates (epicureísmo, estoicismo, escepticismo) y retorna a la filosofía platónica. “Tal es la fisonomía que toma la filosofía en los neo-platónicos, afirma Hegel, corriente que va íntimamente unida a la revolución operada en el mundo por el cristianismo” (Lecciones de historia de la filosofía. T.III, p.7, FCE. 1955).Dichos antecedentes han sido considerados por Hegel como una huída a la abstracción, la “absoluta pobreza de contenido determinado”, la satisfacción subjetiva, que ha llevado a la coronación del escepticismo. Por ello el regreso al platonismo no debe sorprender. Otra vez lo absoluto surge como un requisito que exige el desarrollo del mundo, el “espíritu del mundo”, para utilizar la expresión hegeliana.

De este salto atrás, de la reconquista de Platón, se aprovechará el cristianismo. La filosofía griega aparece como el gran puntal sobre el cual se erige la “filosofía cristiana”. El puente entre Atenas y Jerusalén,  lo construirá el platonismo, cuya sede, en los primeros tres siglos de la nueva era, estará en Alejandría, donde residen varios filósofos griegos pertenecientes a la Academia Platónica, algunos de los cuales serán considerados “padres de la Iglesia” cristiana. Desde entonces, filosofía griega y en menor grado, mitología griega, irán de la mano con el cristianismo, durante la nueva navegación del pensamiento que se inicia entonces.

San Pablo, judío , conocedor de la cultura griega, convertido al cristianismo, unirá  estas poderosas corrientes que, más el judaísmo, darán a luz a la civilización Occidental. Ocurre ahora el encuentro perdurable entre Grecia y Judea, entre Jesús y Platón. La Idea platónica (el Hacedor, el Demiurgo) se fundirá con el Dios revelado de los libros sagrados.

Platón se apoya en el logos de Heráclito, el fundamento del universo y de la razón. Y en la noción del nous de Anaxágoras, el pensamiento en general que lleva las riendas del cosmos y se manifiesta en la inteligencia humana. Pero serán las religiones monoteístas (en orden de aparición) la judía, la cristiana y la mahometana, las que hablarán de un Dios personal, creador de todo lo existente y cercano a la criatura humana, hasta el punto de aceptar el diálogo con ésta y escuchar la súplica de misericordia y de perdón.

El Dios de la filosofía griega es el espíritu puro y absoluto en sí y para sí que actúa. En él va implícito el principio de la evolución, del desarrollo. Lo ajeno al espíritu es algo finito y que se destruye. El espíritu marcha hacia lo particular, deja de ser algo simple, abstracto y se torna concreto con particularidades distintas, pero la presencia del espíritu vivo que llevan dentro de sí, origina la diferencia, la contradicción, permitirá los cambios, el  desarrollo de los seres finitos.

La conciencia subjetivizada anterior hará de lo absoluto su objeto, hasta llegar a la fe en Dios que ahora se manifiesta para la conciencia. Esto explica desde el punto de vista filosófico, la adoración y la contemplación de Dios. Se crea una relación en que Dios se halla en el más allá y el hombre en el más acá, en una aparente libertad.

Alejandría se ha convertido en un centro cultural de primer orden, sobre todo en la época de los Ptolomeos, donde confluyen religiones y mitologías de Oriente y Occidente. De ese ambiente participa la Escuela Alejandrina, convirtiéndose en la verdadera filosofía de entonces, aunque con vacilaciones y confusiones, con tendencia a la unilateralidad y al dogma. Por la parte griega, influenciada por Platón, Aristóteles y Pitágoras. “Entre la cultura superior aportado por los alejandrinos figura principalmente el sentido profundo de que la esencia absoluta debe ser comprendida como conciencia de sí”. (Ídem, p.29). Es decir, residiendo en la conciencia individual.

Comentario a “Maquiavelo en Colombia”

Por: José Arizala Posso

El hombre ha sido siempre el mismo en la medida en que vive y cambia. Es el ser que se modela a sí mismo en el ámbito del mundo humano. Un mundo propio que ha construido en el tiempo, producto de un impulso que surge de sí mismo, a través del sentir y del pensar. Las generaciones, primero, las épocas después, muestran la naturaleza de esos hombres forjados en el recorrido del existir.

Hay un momento privilegiado en la historia: el Renacimiento Italiano. La modernidad ha llegado, el hombre nuevo ha llegado. En esos mismos lares mil años lo separan del hombre antiguo, de Atenas y de Roma. El prototipo de ese hombre renacido es Nicolás Maquiavelo.

Florencia, el puente “Viecco” que medita sobre el agua que fluye en el Arno, el palacio “Viecco”, que guarda el pasado grandioso, las torres que dialogan con el viento que viene de lejos, de la Academia Platónica, la cual celebró aquí su tercera sesión luego de Atenas y Alejandría.

Desde los tratados de Aristóteles sobre La política y la Etica en el siglo III a.C, na-da semejante se había leído hasta el siglo XVI cuando se publicó El príncipe de Maquiavelo. La reflexión sobre el Estado, sus instituciones, la conducta, la moral, la ética, la templanza, la prudencia en la mente filosófica profunda del griego, cede lugar al conocimiento minucioso del quehacer humano ligado a sus emociones e intereses, del florentino inmortal. Nadie como él ha conocido tan lúcidamente el vínculo entrañable que une a los hombres con el Poder. Ha expuesto con pluma elegante y discreta las interioridades del mando y de la obediencia, del dominio y de la entrega, del gobernar y del sometimiento al mandato del Príncipe y de la Ley.
 
¿Cuál es el punto decisivo de Maquiavelo?, ¿qué es lo que nos hace recordarlo una y otra vez cuando hablamos de lo que ha ocurrido u ocurrirá? Maquiavelo desvela el secreto de la historia. Hasta entonces los sucesos humanos estaban asistidos por los dioses. Maquiavelo descubre que es el hombre el verdadero protagonista de ellos, con la ayuda de la Virtud y de la Fortuna. La Virtud es el actuar del hombre, la fuerza de su carácter, el juicio claro de su mente, el coraje de su audacia. La Fortuna, la presencia no de la providencia, sino del azar, del sí y del no, de lo aleatorio, esquivo, que llega a ser o se escapa, que nos eleva o arrastra al abismo. Somos también frutos del creer y del tal vez.

El hacer que también incluye el no hacer, lo inescrutable, la sorpresa que nos espera, son fuerzas y tendencias del mundo material. Sí, es verdad, Maquiavelo menciona a Dios, pero es un Dios espectador que ve imperturbable el deambular del hombre y de los pueblos, que no interviene, que no decide, que deja hacer, que no se conmueve con el pedido humano, producto del dolor y la desesperación, quizás porque es impotente ante el juego de dados del universo, tal como lo sugiere en sus libros políticos e historiográficos en que expone con mayor hondura sus pensamientos.

Las ideas centrales de Maquiavelo lo lanzan a la modernidad: el conocimiento concreto de la realidad social, es decir, la identificación de los problemas auténticos de la vida cotidiana y la necesidad de construir la nación, unir fuerzas para constituir un poder decisivo en el concierto de los Estados y de los pueblos. Ideas básicas de una ideología que comienza a formular la nueva clase dirigente, la de las ciudades mercantiles y manufactureras italianas, que pronto competirán con Amberes, Flandes, Hamburgo, Liverpool, entre otras. Nociones que harán de Maquiavelo un adalid por la creación de un Estado con instituciones propias, contar con un ejército permanente, apartando a los condottieres, militares sin patria y sin ley diferente de la paga.

Maquiavelo no fue un sociólogo ni un economista, ciencias apenas en formación para la época, pero sí un político y sobretodo un teórico de la política. La política es una síntesis de la filosofía y de la economía y de la situación social concreta, además, contiene la experiencia histórica de un pueblo. Hay intelectuales que expresan el rico contenido de la época como un todo. Ellos conducen, señalan a los otros los caminos, porque están orgánicamente unidos a su pueblo y a su tiempo. Maquiavelo es el intelectual orgánico de Florencia y del siglo XVI de Europa. El adelantado de la burguesía europea que entonces consolida su fuerza e influirá cada día más en la cultura del continente.

Sin el capitalismo naciente de las ciudades itálicas Maquiavelo no habría existido. Dibujó como nadie el mapa de las fuerzas y tensiones de una sociedad que despierta con el comercio y extiende sus límites hasta donde se conjugan y enfrentan los intereses particulares, pero que se concentran, en medio de alianzas y pugnas, en el poder político; en este caso de la Señoría de Florencia, umbral del régimen republicano, desconocido en la Edad Media.

Algo que asombra cuando leemos a Maquiavelo es su sentido de la realidad, de sus circunstancias y su tiempo, lo que le permite descubrir el entramado que existe entre esa realidad política y social y el gobierno, la lucha de los partidos y de los estamentos sociales, del clero, la nobleza y la plebe, de los productores, comerciantes y navegantes de Venecia, Génova y Nápoles, Florencia.

Maquiavelo pertenecía a una familia urbana de clase media, propietaria de una pequeña finca en las afueras de Florencia, pero ligada por el lado de su padre a la burocracia del Estado florentino y a las familias reinantes. Fue escogido como Secretario de la Cancillería de Florencia después de superar concursos y debates. Permanecerá en él catorce años. Pero no pasará de ese límite. Pierde el puesto y debe dedicarse a las labores del campo para ganar la congrua subsistencia y la de sus hijos. Sin embargo, su enorme talento, los viajes a los países vecinos en labores diplomáticas, su dedicación al estudio de los clásicos griegos y latinos, le mostraron las verdaderas razones de las acciones humanas y los fines materiales e individuales que se esconden tras las palabras y las maniobras políticas. Con esa riqueza intelectual y cultural construyó su obra. Pero el juicio de Maquiavelo no es un juicio moral sino político. Este es el momento en que nace la política en su forma prístina, con su propio rostro y condición. Así como ha apartado la política de la religión, ahora la separa de la moral.

Maquiavelo no niega la moral, sigue creyendo en los principios morales formados por la comunidad civilizada durante centenares de años, no desconoce ni el bien ni el mal. Simplemente cree que estos principios tienen una vigencia limitada, parcial, en el mundo de la política y del Estado. Lo que le permite distinguir entre la moral particular y la moral pública. No es lo mismo servir los intereses verdaderos del Estado, que los intereses individuales; la conveniencia pública, que la conveniencia privada. Estas condiciones significan un gran paso al conocimiento de lo que Hegel tres siglos después llamará “la sociedad civil” y la “eticidad” del Estado, fuente del derecho institucional y de la filosofía política de la modernidad.

Maquiavelo aporta una nueva categoría a la política: la  del “Nuevo Príncipe”. Este es el fundador del Estado, el creador y ejecutor de nuevas formas de gobierno. Es el personaje de la modernidad. El príncipe capaz de romper con el pasado, porque ha accedido al poder viniendo del seno del pueblo, quizás de la pobreza o de la exclusión social. El pasado, la tradición, está presente en su entorno, pero en este príncipe existe un espíritu nuevo, visionario, imaginativo, deseoso de cambios y de transformaciones no sólo para sí, sino para el goce de su gente, de su pueblo, de los súbditos del nuevo Estado.

La obra El príncipe está dedicada al Nuevo Príncipe, aquél que no ha heredado el trono, que sus padres y abuelos no forman parte de la nobleza y que no es la pie-za maestra de una sociedad de antiguos poderes y privilegios. Por ello, incluso a su pesar, debe estar dispuesto al uso de la astucia y de la fuerza para permanecer en el poder. Al Nuevo Príncipe nada le viene del antiguo respeto y la obediencia que merecen los nobles y sus antepasados. No cuenta a su favor sino con su inteligencia, su audacia y su valor personal. Sin embargo, debe legitimar su mandato con la práctica que podríamos llamar de ética estatal, su gestión debe velar por sus gobernados, y hasta donde le sea posible, defender sus bienes y merecimientos. El provecho personal del príncipe está excluido de la república maquiavélica. Sólo el logro del bien colectivo justifica la transgresión de la ley o de las instituciones. Los fines supremos del Estado están por encima de los medios para alcanzarlos. No he encontrado en El príncipe la expresión literal de que “el fin justifica los medios”, pero sin duda el sentido de la exposición de Maquiavelo lo indica claramente. No obstante dicha idea debemos colocarla en el contexto de su ensayo. Se refiere no a cualquier fin sino a aquellos que condensan los intereses generales, los dirigidos a favorecer la conveniencia su-prema de la república, lo que se ha dado en llamar “razón de Estado”.

La misión suprema del príncipe es la de construir el Estado, la de impulsar la so-ciedad, enriquecerla con el desarrollo del comercio y de la industria, fortalecer sus fuerzas armadas, contar con una diplomacia hábil que saque provecho de las alianzas y conflictos entre los Estados vecinos y lejanos.

Su estrategia, su ideología, es desde luego ambigua. Fines altruistas pero en la práctica pugna despiadada por los intereses económicos, y a veces, métodos sórdidos. Maquiavelo es portador de una nueva concepción del mundo surgida entonces: la de la burguesía.

Simultáneamente a su vida ocurría en el siglo XV el inicio de un movimiento en la conducta y en el pensamiento que no haría sino acrecentarse y fortalecerse hasta el punto de convertirse en el fundamento de la modernidad. Me refiero al individualismo y al racionalismo: la personalidad comienza a dibujarse en el gris cuadro del Medioevo tardío. La figura humana como en el fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, se va colocando a la altura de Dios. Al lado de los nombres de los reyes y de los papas, surgen los de los capitanes de ejércitos, de los inventores, de los poetas, escritores y pintores que despliegan una nueva forma de la belleza terrenal, de colores vivos en la profundidad de la perspectiva.

Una pléyade de nuevos filósofos descubre una realidad desconocida que se pue-de sintetizar en el Eureka de Descartes: “pienso, luego existo”, es decir, la fluidez del pensamiento y la fluidez del mundo en que éste existe; el cogito y la extensión. Sobre esta diferencia Galileo diseña la nueva ciencia que llegará a dominar el mundo y a los hombres, a través de la técnica y de su producto, el mercado. El crecimiento de la producción mercantil transforma al mundo, impulsada por los increíbles descubrimientos marítimos de nuevos continentes, entre ellos el descubrimiento de América, el más importante de la historia universal. Comienza a acumularse el capital, gracias a la producción de mercancías en los talleres y del ingreso del oro y la plata de las Indias Occidentales.

Maquiavelo es testigo y estudioso de estos acontecimientos que lo convertirán en uno de los intelectuales de la era moderna. No sólo es escritor, poeta, ensayista, dramaturgo, filósofo, historiador, político, burócrata, pequeño empresario agrario, sino todo esto a la vez, a la par que su dedicación principal consiste en reflexionar para el consumo y provecho de sus contemporáneos. Sus libros siguen leyéndose y su nombre se repite más ahora que durante su existencia. Vive para pensar sobre sí mismo y la sociedad, partiendo del modo de ser del mundo que lo rodea.

El Príncipe Moderno no debe ser otra cosa que el individuo, mejor, el sujeto, en acción. Como Cesar Borgia, que crea y destruye las conspiraciones que lo acer-can o alejan del poder, que es aceptado u odiado por los súbditos, que no es objeto de los acontecimientos sino que los impone y dirige, el verdadero artífice de la obra en que Dios está ausente.

A diferencia de la escolástica todavía predominante, que proclamaba el origen divino del poder y por consiguiente el sometimiento del Estado a la Iglesia, Maquiavelo se pronuncia por lo contrario. Así como el Estado debe contar con un ejército propio, nacional, la Iglesia, en este caso la cristiana, debe estar subordinada al Estado. Prueba de la claridad con que Maquiavelo veía el ámbito del poder estatal y su papel en la sociedad post-feudal que se abría en Florencia y otras ciudades europeas. Escribe El príncipe con un objetivo muy preciso: obtener de nuevo los favores del gobernante, para regresar a ocupar cargos en el gobierno de Florencia, pero desde luego el libro va mucho más allá; resultó un tratado sobre la Política, que si bien no es aplicable al pasado medieval, sí lo es a partir de la era moderna hasta nuestros días; por ello algunos autores le dan el calificativo de una obra científica. Pero también ha sido llamado un manual de la arbitrariedad y del despotismo. En realidad lo que el autor reclama al príncipe es el conocimiento de “las virtudes y defectos de la imperfecta naturaleza humana” y actuar en consecuencia para el ejercicio y la permanencia en el poder. El príncipe debe buscar ser amado por la población pero, en el caso de que la búsqueda de ese sentimiento ponga en peligro su liderazgo, no debe temer ser rechazado por aquélla. Maquiavelo no tenía una buena idea de la naturaleza humana; los hombres son “ingratos, hipócritas, inconstantes e interesados”, pero no se trata de un juicio moral de su parte sino de la constatación de hechos objetivos corroborados en la vida práctica y en los sucesos de la historia. Existe un doble juicio sobre la naturaleza humana: quienes destacan su maldad e imperfección, como ocurre en Maquiavelo y Hobbes y quienes afirman sus nobles condiciones como Locke y Rousseau. Sin dejar a un lado a quien se coloca en lugar intermedio, como Inmanuel Kant, que confía en su mejoramiento continuo, pero no desconoce que es semejante a una rama torcida.

Resulta extraño que Maquiavelo sostenga que el príncipe no tema ser temido. El miedo es algo terrible porque enajena, enloquece a su víctima, lo obliga a hacer lo más horrendo. El escritor Elías Canetti dice: “No quiero infundir miedo alguno. No  hay nada en el mundo de que me avergüence tanto. Es preferible ser despre-ciado que temido”.

Me he detenido brevemente en el miedo porque en el mundo actual no hay senti-miento más extendido que éste: “tener miedo a…”, destinado a paralizar la rebeldía, la legítima defensa de la vida y del pensamiento hasta el punto que podríamos caracterizar nuestro mundo como el reino del miedo.

Como lo indica el título de una premiada biografía del político florentino: Maquiavelo en el infierno, éste siempre ha estado allí y solo en los últimos años ha empezado a salir de él, en la medida en que la problemática de nuestro tiempo ayuda a la plena comprensión de sus tesis y de su experiencia política. Ya en el siglo XIX, su gran filósofo, Federico Hegel, inició la reivindicación de este gran pensador político que fue más allá de las circunstancias y formulaciones ideológicas de su tiempo.

Quisiera mencionar el aporte del gran teórico marxista del siglo XX, italiano tam-bién, Antonio Gramsci, quien afirmó que los partidos comunistas que se proponen construir no sólo un nuevo Estado sino una nueva sociedad, son en nuestros días la encarnación colectiva del “Nuevo Príncipe”.

Maquiavelo vivió en el filo de los siglos XV y XVI (1489 – 1527), siglos de un nuevo comienzo para la humanidad. En la edad media a partir del aquitanense en el siglo XIII, comenzó la reflexión sobre la monarquía de origen teocrático. Maquiavelo se enfrenta al reconocimiento no solamente de los estamentos y jerarquías de la sociedad, sino del Estado mismo muy bien representado entonces por la república de Florencia. La sola utilización del término Estado, que había desaparecido de la literatura política durante mucho tiempo, demuestra la novedad de su pensamiento.

Como lo anoté en mi librito sobre la filosofía del derecho, Maquiavelo demuestra una comprensión de las fuerzas que conforman el Estado, sus móviles, objetivos, el carácter del político, el arte y la ciencia del gobierno, las relaciones del príncipe con sus enemigos, los deberes del gobernante con el pueblo, la creación del ejército nacional y de la nación, convirtiendo en un apasionado deber la unidad de las ciudades y pequeños reinos de la península, para la creación de un gran país y una gran nación italiana.

Contrariamente a lo que se dice con superficialidad, Maquiavelo en El príncipe y en su Discurso sobre la primera década de Tito Livio le da gran importancia al derecho y a la creación de una completa y clara normatividad para la conducción y el ejercicio del gobierno. Maquiavelo fue también un filósofo del Derecho. La modernidad es la época de la formación de la iusfilosofía propiamente dicha, cuando el derecho natural recibe la paulatina influencia del racionalismo. Un paso decisivo en la formación del derecho moderno. El florentino logra desprenderse de creencias antiguas y prejuicios, desnuda al Estado y trata de encontrar sus resortes más íntimos. El Estado que él concibe es un Estado laico, independiente de la iglesia y sin tutela divina. Debe poseer una alta personalidad moral.

Hay aspectos malévolos en la práctica del pensamiento maquiavélico sin duda, pero… es sólo un aspecto de su concepción política y social. Nos atrevemos a decir que el saldo es favorable a la vida pública.
Maquiavelo es lo que podríamos llamar hoy un escritor comprometido con su propio proyecto político, el cual sintetizamos diciendo que busca fortalecer el poder y la creación de una gran nación en la cual ocuparía lugar prominente su ciudad. Sin embargo, dado su precario estatus político y social, habla por los demás, tra-tando de interpretarlos, es decir, usa sus voces para que se escuche la propia.

La recopilación Maquiavelo en Colombia, editada por la universidad Sergio Arboleda en 2007, la encabeza un serio estudio de Iván Duque Márquez, abogado y politólogo perteneciente a las nuevas generaciones colombianas, trabajo que muestra su vocación intelectual y política. Duque Márquez ha tenido la feliz idea de rescatar para la imprenta el Nicolás Maquiavelo de los colombianos, la imagen y las dimensiones intelectuales que tenemos de éste, elaboradas por nuestros compatriotas desde las diferentes esquinas del pensamiento. Frailes, gnósticos y ateos dan su elocuente y a veces sabio testimonio de la vida y obra del príncipe de las letras italianas, sin olvidar las circunstancias de la Italia de entonces que Duque Márquez resume así: “Estados conquistados, incipientes repúblicas, ciudades regidas por los dictámenes eclesiásticos, principados heredados, eran la constante en un país atomizado”.

El príncipe fue publicado en 1532, cinco años después de la muerte del autor. No sólo ha tenido muchos lectores sino que importantes personajes estamparon en sus bordes comentarios profundos. Tal fue el caso de Napoleón, de Voltaire, Fe-derico El Grande y muchos otros, para no hablar de los tratadistas y analistas de la política y del Derecho. Es posible que Maquiavelo al escribirlo no haya pen-sado en el gran público. El tono menor que utiliza y los asuntos tratados tienden más al consejo y a la confidencia, que al deseo de producir escándalo. El autor de la recopilación que comentamos trae interesantes anotaciones de los personajes mencionados arriba, algunos de ellos con duras críticas para el florentino.

Maquiavelo, recuerda Duque Márquez, vivió en una época de laxitud moral. En su ensayo introductorio dice que “la Iglesia estaba carcomida por la corrupción, la legalidad era flexible y acomodaticia al igual que la ética y la moral. La ‘razón de Estado’ y la aplicación de gobiernos fuertes eran conceptos necesarios para la preservación de la estabilidad y la gobernabilidad”.

El de Iván Duque Márquez es el ensayo más completo de los que conforman la compilación. Muestra con claridad y agudeza las facetas de un talento tan variado como el de Nicolás Maquiavelo. Como afirma Federico Chabod, Maquiavelo tiene la capacidad de observar desde fuera la actuación de los hombres, así como la de esculpir sus caracteres esenciales.

Duque Márquez termina su ensayo mostrando una visión moderna de Nicolás Maquiavelo, es decir, espulgada de las mayores tergiversaciones y prejuicios del pasado sobre su pensamiento y conducta y reflexiona sobre los ensayos recogi-dos de nuestros compatriotas.

El poeta Luis Vidales, uno de los primeros colombianos en escuchar el sonido de los timbres de la revolución de octubre en Rusia, le dedica a Maquiavelo un artículo en el cual subraya las características de su estilo literario que compara con un ser vivo: “Un prosa de poros abiertos como una piel” ajena a la lujuria especulativa de la palabra, que nos conecta al “ritmo – universo”. Es decir, que el estilo de Maquiavelo hace parte de la armonía universal, en el que hombre, época e idioma, se unen como una constelación digna de un sistema planetario. Éste esgrime en la mano más que una pluma, un instrumento de precisión, tan claro y magro, tan lúcido y exacto es su lenguaje. Vidales compara el tiempo de Maquiavelo con el nuestro en que “el mundo se halla al comienzo de la más basta y profunda revisión de todas las corrientes del pensamiento acumulado en la historia. Llega otra vez la época de los ‘enciclopedistas’. Ayer la razón, hoy la dialéctica”.
Resulta una grata sorpresa leer el ensayo de los frailes Luis Alberto Alfonso y Gabriel Flórez Arzuyuz. Se trata de un análisis brillante, profundo, bien escrito, que expone el verdadero pensamiento de Maquiavelo donde están ausente los ataques que le hace por ejemplo el prócer civil conservador Marco Fidel Suárez, aunque en prosa cristalina y elegante.

Francisco Posada escribe el ensayo más denso y esencial del libro porque se refiere a lo más hondo. También es el texto más polémico. Se enfrenta al problema filosófico principal que plantea Maquiavelo. Éste da un paso importante para el inicio de la ideología liberal, mas, al mismo tiempo, golpea la tesis sobre la cual el liberalismo levanta la concepción política con la cual espera gobernar el mundo y por consiguiente a embridar los acontecimientos a su favor.

Maquiavelo destaca la dinámica social, las libertades que se merecen los pueblos, el tener buenos gobernantes, ser dirigidos sin opresión, aparte de la religión y de sus jerarquías, enfrentándose así al reciente pasado teocrático, a las castas de la nobleza y el clero, pero simultáneamente comprende que todo esto no puede lograrse exclusivamente a través de la libertad y de la justicia, al someti-miento ciego a la ley y al orden establecido.

“Maquiavelo jamás olvidó que toda política se remite ineludiblemente a fines”, afirma Posada. Y que esos fines no son simplemente declarativos o abstractos. El “bien común”, por ejemplo, ¿es igual para el campesino, para el príncipe o para el arzobispo, están hablando de lo mismo, les corresponde por igual, se trata de la misma ley que busca el mismo fin? La historia le enseñó al florentino que su discurrir establece prioridades, “que el bien común puede dejar de serlo, que el curso del tiempo borra de modo insensible el lindero entre derecho y prerrogativas, entre derecho y abuso”.

Maquiavelo ya no piensa solamente de acuerdo con la forma lógica, escolástica, sino con una dialéctica espontánea que se irá abriendo campo en la mente del hombre moderno. Hay procedimientos políticos que parecen opuestos a los fines, a las metas propuestas, pero una vez logrados ¿es posible retroceder al estado anterior y decir que el medio era injustificable en virtud de la naturaleza del fin? Todo lo contrario, ahora parece como si hubiera sido el mejor de los medios posibles.

Maquiavelo contradice la tesis liberal de que “el uso de un medio impropio destru-ye las posibilidades del fin”. ¿Qué es el bien, qué es el mal, acaso del mal no puede surgir el bien o viceversa? Ninguno de los dos es absoluto. La realidad y la verdad están divididas en grados, son relativos, el uno se transforma en el otro. Posada hace una observación aguda: “Maquiavelo fue un adversario de las utopías”. La política que desborda los límites lógicos de la realidad, de lo presente, de lo inmediato y razonablemente posible no tiene el menor interés. Lo ideal solo cabe en función de lo real. Es el comienzo del pragmatismo de la sociedad más “materialista” que ha conocido la historia: el capitalismo.

La política no excluye a la violencia. Según Maquiavelo es consustancial a ella. El Estado es violencia, la actividad política es dominio y sujeción. El político que desprecia el arte de la guerra está predestinado a perecer. La fuerza del derecho es la del poder. El derecho es una de las formas de plasmar los fines que se propone un grupo de hombres cuando asume los riesgos de dirigir una sociedad. Educación y coacción al mismo tiempo, sostiene Posada.  Por ello podemos hablar de “la teoría más revolucionaria de ese momento: la dictadura nacionalista y popular de Maquiavelo”, trasladada a la del Nuevo Príncipe. Sin embargo, en una carta a un amigo confiesa: “¿por qué se me considera culpable de herejía o indiscreción por preferir la república a la monarquía?”.

Para Maquiavelo lo nuevo surge de la lucha de intereses concretos y contrapues-tos que imponen inevitablemente la utilización de la fuerza, de la violencia. Si queremos verdaderamente esos fines debemos estar dispuestos a utilizar la fuerza del león y la astucia del zorro, quebrar la ley que beneficia los poderes antiguos, no para lograr nuestro goce, sino el del pueblo que espera la decisión consecuente del Nuevo Príncipe, por ello se requiere la intervención de ejércitos populares, nacionales, dispuestos a combatir por la patria, por la nación y por consiguiente por los florentinos y los italianos.

Algunos han afirmado que tales ideas y procedimientos conducen a la dictadura y al totalitarismo e incluso se atreven a decir que Maquiavelo es un antecedente del fascismo. ¿Están la libertad, el derecho y la moral por encima de todas las cosas?

Francisco Posada es uno de los pensadores importantes de nuestro país, de una sólida formación filosófica, en buena parte influida por el marxismo. Sus libros sobre la revolución cubana, el papel de la violencia en la sociedad colombiana, el desarrollo del marxismo latinoamericano y el futuro de la izquierda se encuentran plenamente vigentes.

Jorge Padilla, periodista y político de la república liberal, escribe una lírica sem-blanza de Florencia, la ciudad de Maquiavelo, de los Borgias y los Médici, príncipes y papas, ricos y lujuriosos y también la de Fray Gerónimo Savonarola (1452 - 1498), el terrible dominico que truena contra el placer y la riqueza. Desde el púlpito grita: “¡oh Florencia no eres más que un pedazo de carne con ojos. Malditos sean los libros inútiles. Maldita sea la vanidosa belleza. Maldita sea la falsa ciencia. Maldita sea la alegría!”. Pero serán esas mismas llamas a las que condena todo lo alegre las que destruirán su cuerpo en la hoguera por hereje, como otros tantos, víctimas de sus propias palabras. Fue la contraparte de Maquiavelo: la lucidez de éste contra las tinieblas de aquél, de la tolerancia contra el fanatismo, el respeto a los clásicos de la filosofía y la literatura, contra el sometimiento esclavo a los dogmas de la fe en Dios. Maquiavelo observa al profeta Savonarola que llegó a dominar la república florentina pero que fue derribado. “Todos los profetas armados vencieron y todos los profetas desarmados fueron vencidos”.

Padilla evoca su existencia en San Casiano. La época dorada de Maquiavelo ha pasado. Solo le quedan las labores domésticas en su rústica finca heredada no lejos de la ciudad espléndida: “Así llega la hora de almorzar y tomo los alimentos que me permiten mi pobre mujer y mi magro patrimonio. Regreso a la posada y me encuentro con el posadero, un carnicero, un molinero (…) regreso al hogar al anochecer, me despojo de los rústicos atavíos cubiertos de lodo y me pongo traje de Corte. Así, honorablemente vestido, entro en las Cortes de la antigüedad”. Es decir, a dialogar con el Dante, Petrarca, Ovidio y los filósofos, en su biblioteca de San Casiano, cuenta Nicolás en una carta a su amigo Francesco Vittori. Pero tiene tiempo para reír y hacer reír. Escribe una de las mejores comedias de la lengua italiana: La mandrágora, que los teatreros colombianos han representado muchas veces.

Cierra el ciclo de los ensayos el de Alfonso López Michelsen, quizás el político colombiano que mejor conoció a Maquiavelo en la teoría y en la práctica. El más moderno de nuestros contemporáneos. “Me atrevería a decir – opina López – que Maquiavelo es un visionario pragmático, un pensador de nuestro tiempo, el más moderno de los escritores del Renacimiento, el precursor de la politología, sino su propio padre”. López reconoce que hasta bien entrado el siglo XIX con la aparición de “la interpretación materialista de la historia que arrojaba una nueva luz sobre algunas de sus aproximaciones al tema del Estado”, no comienza la recuperación de la importancia del florentino como pensador y figura de la historia.

El ex-presidente colombiano encuentra un paralelismo – yo diría más bien aproximación – en las concepciones sobre el Estado de Maquiavelo y de Juan Bodino (1530 - 1596). Para ambos el nuevo Estado reposa sobre el principio de la soberanía. A pesar de las divisiones internas que se convirtieron en guerras de religión, estaba la autoridad del Estado, resultado de la soberanía que ejercía sobre todo el territorio y la población, como un Derecho per se seguido de la necesidad de preservar el orden dentro de la sociedad. Para Bodino como para Maquiavelo la finalidad concreta del Estado es la de “solucionar por medio de la autoridad superior las diferencias entre los ciudadanos”, según López Michelsen, el florentino y el francés conciben el divorcio total entre la moral pública – la del Estado – y la moral privada – la del individuo – y diferencian el gobierno del ámbito religioso. Para Bodino – anota López – cuando habla de soberanía del Estado no pensaba en el gobierno representativo, sino que la definía como un hecho, producto de la necesidad.

López se inquieta por el motivo que decidió a Maquiavelo a publicar un libro tan escandaloso como El Príncipe, pero como anotamos arriba dicho libro sólo fue publicado 5 años después de su muerte, por ello sigue viva nuestra suposición que se trataba en realidad de consejos para el Borgia, un personaje terrible en más de una ocasión pero que Maquiavelo admiraba.

El ex-presidente se pregunta: “¿con qué criterio distinto al del éxito puede medirse la acción?” y contesta: “es que el éxito de la acción eclipsa lo censurable de los medios”. La política es acción y la acción se juzga históricamente por el éxito, afirma el autor de el “mandato claro”.

Como una prueba de la actualidad de Maquiavelo, anotamos algunas de sus fra-ses tomadas de su libro sobre la primera década de Tito Livio, que se asemeja a las de un autor contemporáneo cuando habla de la “seguridad democrática”: “Cuando se trata de la salvación de la patria hay que olvidarse de la justicia o de la injusticia, de la piedad o de la crueldad, de la alabanza o del oprobio y dejando de lado toda consideración ulterior, es necesario salvar la patria con gloria o con ignominia”.

Los colombianos hemos reflexionado sobre Maquiavelo por lo menos desde 1896 cuando el gramático y futuro presidente de Colombia, Marco Fidel Suárez, escribió su ensayo “Los maestros de Maquiavelo”. Termina la antología que comentamos con el prólogo del también ex–presidente de Colombia para la edición El príncipe de Áncora Editores en 1988 que hemos mencionado. Si agregamos el ensayo de Iván Duque Márquez publicado en 2007, completamos más de una centuria en que las ideas de Maquiavelo han sido como un hilo continuo, a veces oculto, del pensamiento político colombiano.

Termino recordando la siguiente anécdota: En los años de Maquiavelo, un comerciante florentino, en un día luminoso, sale a la terraza de su casa y exclama: “¡Gracias Señor os sean dadas, por haberme permitido vivir en esta ciudad y en este tiempo!”.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Leamos juntos

Por: José Arizala

¿Has unido la  luz de los textos con el placer dorado del sexo? Pues resulta encantador e inolvidable. Tal es el testimonio novelado del abogado penalista Bernhard Schilink, en su libro El lector. (Anagrama, 2009). ¿Existe algo más placentero que salir del agua tibia de la tina para tenderse al lado de  una mujer hermosamente desnuda que espera con ansiedad nuestro arribo? ¿Podemos desprendernos de nuestros  prejuicios – dogmas y principios – y de la ropa que cubren nuestras mentes y cuerpos, mientras leemos o escuchamos los pensamientos de los escritores clásicos y modernos?

Tales son las preguntas que nos hacemos al leer el relato sobre la desigual pareja de amantes que todos los días se encuentran para hacer el amor, mientras uno de ellos lee para el otro un libro importante de la literatura universal. Hoy puede ser El viejo y el mar de Hemingway. Mañana Guerra y Paz de Tolstoi o la Odisea de Homero, sin dejar de sentir esa dulce fiebre del amor intenso y puro. El tiene 15 años, ella más de 30. El estudia en el Instituto; ella es una empleada del tranvía que desde la madrugada hasta la hora perfecta de la tarde en que se encontrarán, veía en el sol matutino la esperanza de la felicidad.

 Mas El Lector no es una novela sobre el sexo, sino profundamente política y muy cercana al derecho, al derecho penal. El primer encuentro de la pareja fue completamente casual. El “chiquillo”, como lo bautiza Hanna Schumitz, lo recoge en la calle cuando un duro ataque de hepatitis lo ha tumbado al suelo. Lo lleva a su pequeño apartamento y lo cuida lavándolo en la bañera que se convertirá de ahí en adelante en la antesala del acto amoroso, continuamente repetido. Michael se enamora de Hanna durante varios meses, hasta que sus condiscípulos lo reclutan para sus fiestas y juegos propios de su edad.

Pasan los años y Michael ingresa a la Facultad de Derecho. La II Guerra Mundial ha terminado y Alemania comienza a reflexionar sobre el terrible pasado del nacional-socialismo, en el que participó el pueblo alemán. El estudiante de derecho, a instancia de uno de sus profesores veteranos,  ingresa a un seminario de su clase que seguirá con su presencia las audiencias públicas del juicio a un grupo de carceleras de los campos de concentración  y de exterminio, principalmente de judíos, erigidos por los seguidores de Adolfo Hitler. Una de las acusadas es su antigua amante, Frau Schumitz .

Para los lectores colombianos resulta de interés la lectura de los incidentes del juicio, sobre todo del ambiente predominante en él. Los estudiantes, sobre todo Michael, tenían claro la necesidad de la “revisión del pasado” y que “hacía falta condenas”. Sin embargo,  jueces, jurados, sindicados, y público, parecían como “embotados”. “Era como cuando la mano pellizca un brazo adormecido por la anestesia. Luego la sangre vuelve y la zona recupera su color. Pero sigue siendo insensible”.

Algunos abogados, quizá antiguos nazis, tenían un aire insolente y pendenciero, casi cínico. Criminales y testigos hablaban de las cámaras de gas y de los hornos crematorios, en Auschwitz con la tranquilidad de quien los ha visto todo el día, con  falta de escrúpulos e indiferencia. Hanna también mostraba una gran frialdad  cuando relataba los hechos y admitía sus culpas. Michael no podía comprender que fuera la misma mujer que tanto amor le dio y que incluso en algunas ocasiones fue tierna y agradecida con él. Y el joven estudiante se preguntaba “¿Es éste nuestro destino: enmudecer presa del espanto, la vergüenza y la culpabilidad?” Descubre su secreto: que Hanna era analfabeta, por ello siempre le exigía que él fuera el lector de los libros que ella deseaba conocer pero estaban fuera de su alcance. Esto resulta difícil de aceptar, que en un país de “cultura superior” como Alemania, existieran analfabetas. Mucho menos cuando Hanna afirma en el juicio que durante la guerra trabajaba en la fábrica de Siemens en Berlín y  aceptó ser reclutada por las SS. El autor matiza lo anterior anotando que ella había nacido entre la minoría alemana de Rumania, pero, alegamos nosotros, la escritora Herta Müller, Premio Nobel de Literatura (2009), también nació en esa región.

Esta novela ha vendido centenares de miles de ejemplares, sin embargo, su éxito se debe al tema, a la trama, mas no a la forma como está escrita. No  es fácil leer un libro que comienza con esta frase: “A los 15 años tuve hepatitis”. Contiene lugares comunes y ripios. Oigamos algunos de ellos: “A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme hacer y dejado de hacer otras que había decidido firmemente (…) A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre (...) Tú no podrías ofenderme a mí aunque quisieras (…) Los bosques eran alfombras verdes…”  Y algunos aciertos como cuando él protagonista dice de su amor  por Hanna: “Quedó atrás, como queda  atrás una ciudad cuando el tren sigue su marcha”. Me gustó mucho más la película, donde Hanna (Kate Winslet) hace un magnifico papel.


viernes, 6 de noviembre de 2009

Tumaco

Por: José Arizala

En la bahía, pequeñas islas rodean la mayor donde están asentados los tumaqueños, cerca del continente. Un puente destartalado que atravesaron trenes en mejores épocas. El día es amplio y caluroso en los manglares. Todo es plano, salvo el promontorio que surge como una joroba de la tierra, antes de entrar  en las aguas azules y tranquilas. Lo llaman El Morro.

Después de navegar por los esteros se llega a Bocagrande, una franja de tierra en cuya orilla  comienza el mayor de los océanos: el Pacífico. Sin embargo, en nuestra era tiende a encogerse cercado por fuertes imperios. En él coexisten islas-continentes como Australia, con atolones como Bikini, donde los franceses reventaron una bomba atómica. En el interior de mares e islas actúan volcanes que desencadenan enormes oleajes que enfurecidos destruyen costas y puertos, con miles y miles de víctimas, desoyendo así el mar la voz con que fue nombrado. En sus orillas escuché por primera vez el hondo silencio del cosmos, cuando ya el sol se había ahogado en el horizonte.
En los planes de algunos planificadores está convertir a Tumaco en el puerto al Pacífico del norte de Suramérica. Ven en su bahía el final de autopistas que vienen de Caracas y de ferrocarriles que parten de Brasilia. Otros agregan oleoductos y refinerías gigantes previas al embarque de petróleo o gas para los países de Oriente, necesitados de combustible,  como Japón, China o la India .Pero el Tumaco de hoy está muy lejos de contar con tal emplazamiento técnico que, sin duda, tendría gran importancia en el proceso de unificación de América del Sur, en que nos encontramos (2009).

La Nota uniandina ( La revista de la Universidad de los Andes). En su edición de agosto de 2009, publica un artículo  que resume la investigación del profesor Andrea Lampis del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (Cider), de dicha universidad sobre Tumaco y sus problemas más acuciantes que, desde luego, se extienden por la costa colombiana sobre el Pacífico.

Tumaco, en el departamento de Nariño, tiene 160.000 habitantes . El 65% de ellos vive en situación de pobreza crónica. El 88,8%  son afrodescendientes. Están afectados por “procesos de degradación ambiental, económica y de infraestructura”. El investigador afirma que no pueden superarlos con sus propios medios, que se agravan por los problemas de vulnerabilidad social : tierras  que desaparecen, escasez de agua, olas de calor que afectan a los más ancianos, destrucción de ecosistemas y de servicios ambientales.

El agotamiento del   recurso pesquero es el más grave por ser la principal fuente de ingreso de sus habitantes. Los pescadores sobreviven con menos de un salario mínimo y asisten impotentes a la destrucción de los  manglares donde los peces anidaban antaño. Mientras los tumaqueños pescan en pequeños botes y canoas, las empresas ecuatorianas lo hacen con buques. Muchos de sus habitantes viven en palafitos (viviendas paradas sobre estacas en zonas lacustres, fluviales o marítimas). La concentración de la tierra es mayúscula, problema ligado al cultivo de la planta de aceite, que ha entrado en decadencia. Y si faltara algo para agravar la situación de estos compatriotas tumaqueños, paramilitares, guerrilleros y fuerza pública, siembran el terror y la muerte diaria.

Pero la región costera nariñense no es la única que presenta en nuestro país estado tan calamitoso. Los últimos censos hablan de más de 20 millones de pobres y, en medio de ello, 8 millones de indigentes. Tienden la mano esperando una ayuda. Pero el dinero de las arcas oficiales no es para ellos, sino para los ricos. No lo reciben éstos como préstamo sino como regalos a manos llenas. Algunas familias cercanas a los ministros y congresistas, se han beneficiado de  miles de millones de pesos, como lo ha denunciado ejemplarmente la Revista Cambio. Lo que significa que a algunos pocos el Ministerio de Agricultura los hace cada día más ricos y a los muchos pobres, más pobres. ¿Se requiere de Carlos Marx o de “agitadores profesionales” para instigar la lucha de clases en Colombia o  basta gobiernos como el de Uribe?

Pero este programa  no es un caso aislado. Alejandro Gaviria, decano de Economía de Uniandes, en su columna de El Espectador ( 4 / 10 /2009) dice lo siguiente: “El programa Agro Ingreso Seguro es solo un elemento de un conjunto de grandes ayudas. Los subsidios a las tasas de cambio entregados consuetudinariamente a bananeros, confeccionistas, floricultores, son aún más aberrantes, más regresivos que los subsidios agropecuarios. Las zonas francas también son una forma indirecta de subsidiar a los más ricos(…) transfieren recursos públicos al sector privado” “La esencia del problema es la existencia de un modelo económico ineficaz e injusto”.

lunes, 26 de octubre de 2009

Rafael Gutiérrez Girardot

Por: José Arizala

La Revista Babel, que se edita en Medellín, dirigida por Víctor Bustamante, ha dedicado su No. 11 (mayo-diciembre 2009) al escritor Rafael Gutiérrez Girardot (1928-2005). Su profesión fue la docencia universitaria hasta su jubilación en la prestigiosa Universidad de Bonn (Alemania), donde ejerció la dirección del Departamento de Hispanística.


Gutiérrez Girardot era un hombre contradictorio. De trato amable y escritura provocadora. Admirado por pocos y criticado por muchos de sus compatriotas. Su seriedad intelectual se manifestaba  en su dedicación absoluta al estudio, a la enseñanza y a la producción literaria y filosófica. Su vida compartió los dramas de los intelectuales colombianos del siglo XX.


Víctima de la violencia desde la más temprana edad. Su padre, Senador de la República por Boyacá, conservador, fue asesinado en 1932. Quedó a cargo de la familia de su madre, descendiente del héroe del Bárbula. Estaba, pues, predestinado para la lucha que libró con intensidad y valentía, no en el campo de las guerras civiles, sino desde la tribuna de las letras. Su temperamento más que sus ideas lo llevaron a disparar a diestra y siniestra contra sus adversarios ideológicos y estos le contestaron en igual medida. Por ejemplo, Germán Arciniegas, se refería a él sarcásticamente: “Filósofo alemán nacido en Sogamoso”.


Gutiérrez realizó una parábola política completa, desde el falangismo de sus años universitarios en el Rosario y la Nacional, hasta su adhesión a la candidatura a la presidencia de la República de Carlos Gaviria por el PDA, poco antes de su muerte. El diálogo de Gutiérrez Girardot con los profesores Rubén Jaramillo Vélez, Juan Carlos Celis Ospina y Carlos Sánchez L. el 6 de mayo de 1997, es un documento muy revelador de sus dimensiones intelectuales, al igual que el artículo Rafael Gutiérrez Girardot prólogo conservador y epílogo en la izquierda (1928-2005), de las colaboradoras María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte. El ensayo más completo sobre el homenajeado es del iusfilósofo  Hernán A. Ortiz Rivas : “Un heterodoxo comprometido, que muestra dos  aspectos característicos de su personalidad: el inconforme con el establecimiento político y social y el combatiente por un cambio cultural en Colombia e Hispanoamérica que haga realidad la democracia y el libre pensamiento.


Para un intelectual resulta emocionante leer la descripción que hacen las autoras arriba mencionadas de la biblioteca de Gutiérrez en su casa de la Rheinaustrasse 142 donde vivió desde 1973 hasta  su muerte en mayo de 2005, en Bonn, a las orillas del Rin. Desde la terraza de su casa se divisa la Universidad donde Federico Hegel también enseñó en el siglo XIX. Entre los textos envidiables mencionan el Nitzsche de Heidegger dedicado por el autor el 14 de marzo de 1966, a la vez que manuscritos de éste filósofo alemán. Además colecciones de los novelistas y poetas alemanes. Gutiérrez conoció el marxismo por medio de los autores de la Escuela de Frankfort, Habermas, Horkheimer, Adorno.


Uno de los temas que merece la mayor atención de su parte es el de la formación del intelectual latinoamericano. Toma como ejemplos a Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Enrique Rodó, González Prada. Y entre los últimos, Jorge Luis Borges, autores que reunió en un libro de conferencias pronunciadas en la Universidad de Maryland, E.U. Elogia a los grandes maestros del ensayo, que es el género de su preferencia, dado que éste conjuga la destreza literaria y el pensamiento filosófico. Para R.G.G. algunos ensayistas colombianos muy conocidos no pasan el examen, como Estanislao Zuleta, William Ospina, Fernando González, Gonzalo Arango.


Pocos se salvan con su exigente medida, entre ellos, Rafael Moreno Durán, Hernando Valencia Goelkel y desde luego Baldomero Sanín Cano. Rafael Maya le parece una “personalidad intelectual ambigua”. Considera importante la obra de García Márquez hasta El general en su laberinto, lo demás…repetición de sí mismo.


Resulta interesante el artículo del profesor Juan Guillermo Gómez G. que hace parte de un trabajo más extenso, que comienza con ésta afirmación:”Rafael Gutiérrez Girardot llegó a desatiempo a la vida de la crítica literaria en América Latina”. De todas maneras, agrego, es un escritor colombiano que debemos escudriñar y esclarecer.




miércoles, 7 de octubre de 2009

Una discreta lectura de sí mismo

Por: José Arizala
David Hume fue un filósofo escocés del siglo XVIII. Escribió una densa Historia de Inglaterra y una discreta autobiografía: De mi propia vida. Para tener una idea de la amplitud y profundidad de su pensamiento bastaría mostrar los títulos de sus libros más importantes: Historia natural de la religión, Tratado de la naturaleza humana (ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano), Investigaciones sobre los principios de la moral, Discursos políticos (ensayos). Nació en Edimburgo el 7 de mayo de 1711 y murió el 25 de agosto de 1776, en la misma ciudad. Se le considera uno de los mejores escritores británicos.

La Universidad Autónoma de México ha publicado (2004) la corta autobiografía que indicamos arriba, acompañada de un bello prólogo de Nydia Lara Zavala, de una carta de Adam Smith sobre nuestro personaje y termina con otra carta de Hume sobre un par suyo, Juan-Jacobo Rousseau, en la cual da testimonio del carácter, la sensibilidad y el nivel cultural del autor del Contrato Social. Relata algunas anécdotas sorprendentes e increíbles.

Estudia Derecho por sugerencia de su familia, “pero yo siempre sentí una insuperable aversión por lo que no fuera la indagación filosófica y el aprendizaje en general; así mientras ellos imaginaban que yo estaba dedicado minuciosamente a Voet y Vinnius, en realidad Cicerón y Virgilio eran los autores que devoraba en secreto”.

Pronto abandona su trabajo de abogado para dedicarse por completo a escribir sobre diversos temas, principalmente filosofía. Un futuro encuentro con su profesión sólo lo tendrá cuando sea nombrado Bibliotecario de la Facultad de Derecho de Edimburgo. En su juventud vivirá con pocos recursos económicos, aunque murió rico, gracias a la frugalidad en sus gastos y a las regalías de sus libros, con los que poco a poco fue ganando lectores, autoridad y fama. Dejará herencia a su hermano, pues, aunque se apasiona por algunas damas, falleció soltero. Como corresponde a la mayoría de los filósofos para quienes el amor por el saber supera cualquier otra pasión, incluso la que la mayoría de los mortales consideramos la más poderosa. Son más fieles al celibato que muchos sacerdotes católicos que formulan eternos votos de castidad. Una semana antes de morir David le escribe a su amada con pasión contenida: “veo a la muerte aproximarse gradualmente, sin angustia ni lamentos: la saludo a Usted, pues, por última vez con gran afecto y respeto”.

David Hume fue uno de los primeros de los grandes filósofos de la época moderna que expuso públicamente su ateísmo. Influyó tanto en Kant, que éste confesó que el estudio de Hume, le permitió salir del “sueño dogmático” en que se encontraba y darle un nuevo enfoque a su filosofía. Hume fue fundador de la escuela empirista inglesa, una de las más importantes en la formación del pensamiento moderno y que dio argumentos para rebatir las tesis idealistas de Descartes. En la prolongada lucha contra la metafísica, su refutación del principio causal y del orden cósmico que necesita de un dios para existir, se constituyó en un hito del pensamiento anti-escolástico. Rechazó la revelación como fuente de verdad y destacó el conocimiento que surge de las relaciones de hecho, fruto exclusivo de la experiencia. Como lo anota la prologuista Lara Zavala, su Tratado aportó los cimientos de una ciencia del hombre: “Supuso que todo lo que se podía decir de Dios, el mundo, la vida, iniciaba y terminaba en el hombre mismo”. Algunos de sus artículos tuvieron un tono antirreligioso y anticlerical.

Este ateo confeso 13 días antes de su muerte le agregó a su autobiografía estas líneas: “Parece innegable que nada puede otorgarle más mérito a cualquier criatura humana que el sentimiento de benevolencia en un grado sumo; y que, aparte de su mérito, surge de una tendencia a promover el interés de nuestra especie y a dar felicidad a la sociedad humana”.

Su contemporáneo y gran amigo Adam Smith, uno de los padres de la ciencia económica clásica, admiraba su personalidad y respetaba su pensamiento filosófico. En la carta que comunica a su amigo William Strahan el fallecimiento de Hume, Smith dice: “Siempre lo consideré durante su vida y desde su muerte, como alguien que se aproximó tanto a la idea del hombre absolutamente sabio y virtuoso como quizá la débil naturaleza humana lo permita”.

Como era previsible su ateísmo fue duramente rechazado por la sociedad inglesa. Smith relata que la hoja de papel que escribió en memoria del finado amigo Hume, “me ha ocasionado 10 veces más insultos que el violentísimo ataque que hice sobre todo el sistema comercial de la Gran Bretaña”.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Escepticismo versus dogmatismo (IX)

Por: José Arizala

Con Platón y Aristóteles la grandeza especulativa de la filosofía griega llega a su mayor altura. El mensaje de sus antecesores, los llamados pre-socráticos, sigue siendo incomprendido o no suficientemente aclarado, como lo afirmó Martín Heidegger.


Luego de Aristóteles vienen escuelas de gran interés, que transitan por senderos distintos. El dogmatismo (de ella ya habíamos hablado en estas notas sobre Hegel) y el escepticismo, su contraparte. Nacieron en Grecia pero fueron trasplantadas a Roma. Hegel no aprecia la civilización romana. Se atreve a decir: “Dentro del funesto mundo romano, se borra con mano áspera todo lo que había de bello y noble en la individualidad espiritual” ( Lecciones de historia de la filosofía t.2 p.339 F.C.E. 1955). Para este filósofo en el “luminoso mundo griego” el individuo está más unido a su Estado, a su mundo y tenía una mayor presencia en él, lo cual desaparece cuando el pensamiento griego es trasladado a un lugar que no es el suyo, que no le dio origen.

El romano pierde la armonía con el mundo, se divorcia de éste, vive para el exterior. Trata de encontrar una nueva unidad, pero lo hace de una manera falsa, artificiosa, lo busca a través de lo abstracto – para Hegel lo abstracto no es lo mismo que la especulación filosófica – lo que lo convierte en un insatisfecho, en contradicción con el mundo y agrega: “Las individualidades vivas de los espíritus de los pueblos se ven reprimidas y son asesinadas, un poder extraño viene a pesar, como lo general abstracto, sobre el individuo”.

Hegel aunque no enumera causas materiales para ese cambio de los romanos en relación con los griegos, sí las insinúa al referirse al “funesto mundo romano” que ha provocado éste marchitamiento del espíritu y subraya las motivaciones ideales: la abstracción que conduce a las escuelas mencionadas. “Estas filosofías de la época, son, pues, las que mejor encuadran al espíritu del mundo romano, dado que la filosofía se halla siempre en estrecha armonía con la concepción general del mundo” Aparece un patriotismo formal así como un sistema de derecho muy desarrollado, pero de esta pobreza “no podía surgir una filosofía especulativa, sino solamente buenos abogados”. El derecho romano es una ciencia práctica que se apoya en la abstracción pero no genera un gran pensamiento, pues carece del aliento espiritual suficiente.

El escepticismo se expande por la élite de Roma y de sus provincias. Tiene varias etapas que se van tornando complejas. Hegel distingue el escepticismo antiguo del moderno y matices entre ellos. Su fundador fue Pirrón, nacido en Elis, contemporáneo de Aristóteles y honrado por la ciudad de Atenas. Fue un “fanático” de esta doctrina hasta el punto de afirmar que la realidad de las cosas sensibles no encerraba verdad alguna y él actuaba en consecuencia, lo que ponía su vida continuamente en peligro: en las calles no se apartaba de los caballos o de los carruajes que avanzaban por ellas, teniendo los amigos y conocidos que de apartarlo de aquellos, incluso se estrellaba contra las paredes, ya que suponía que no existían. Podríamos llamarlo un “dogmático” al revés.Tan acendrado era su escepticismo.

El escepticismo lleva la concepción de la subjetividad hasta el extremo: sustituye el ser del saber por la expresión de la apariencia. Ha sido el mayor enemigo de la filosofía. Todos le temen: destruye lo determinado demostrando su inexistencia. “ Su resultado – dice Hegel – consiste ciertamente en la disolución de la verdad y, por lo tanto de todo contenido, es decir, es la más completa negación” Por ello resulta muy difícil de controvertir. Es lo opuesto al dogmatismo. Si para éste lo importante es lo positivo, para aquel, es lo negativo.

El escepticismo “pensante” es una variante del escepticismo en general. Pone de manifiesto en todo lo determinado y finito su carácter vacilante e inseguro. Es el nacimiento de la duda, que tanta importancia ha tenido en el desarrollo de la filosofía y del pensamiento humano. Ella derrumbó la escolástica y Descartes abrió las puertas de la modernidad. Paradójicamente la lógica adquiere una nueva dinámica gracias a la duda metódica pues se descubre que la contradicción contiene una potencia enorme que obliga a una interrogación más profunda, aunque también puede conducir a que esto o aquello se disuelva como si no existiera. Destaca Hegel: “Desconoce que también esta negación es de suyo un determinado contenido afirmativo, puesto que es, en cuanto negación de la negación, la negatividad referida a sí misma y, más precisamente, la afirmación infinita”. Hegel alude a una de las leyes de la dialéctica, la negación de la negación, sintetizada por su enorme talento.

Esta es la relación entre el escepticismo y la filosofía. La idea abstracta es lo quieto, lo inerte. Solo es verdadera en cuanto se concibe como una idea viva. “ Por ello, concluye Hegel, es necesario que sea una idea dialéctica de suyo, para que pueda vencer aquella quietud inerte y modificarse”. Al modificarse se despliega en el espacio y en el tiempo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Encíclica en medio de la crisis

Por: José Arizala

El papa Benedicto XVI, en el cuarto año de su pontificado, ha publicado su tercera encíclica. Estas son cartas solemnes dirigidas a los obispos y fieles católicos sobre asuntos importantes de la doctrina. Generalmente tratan los temas de la fe y de la moral. Pero algunas han versado sobre problemas sociales y económicos. Tal el caso de la Rerum Novarum, en 1891, 43 años después de la publicación del Manifiesto Comunista.

Luego de la derrota de la revolución de la Comuna de París en 1871, se inició un auge de los movimientos obreros de orientación marxista, comandado por el Partido Social Demócrata de Alemania. La encíclica del 91 se refiere a las relaciones del capital y el trabajo, de los deberes recíprocos entre obreros y patronos para mantener la armonía social y evitar la lucha de clases. Después de la II Guerra Mundial ocurrieron numerosos movimientos revolucionarios que culminaron con partidos comunistas en el gobierno, tanto en Europa del Este, como en Asía y América Latina. El  Papa Paulo VI expidió la encíclica Populorum Progressio, en 1967, que tocó los problemas que genera la pobreza y el desarrollo y presenta la paz como resultado de la justicia social y de la caridad. Desde entonces la situación social del mundo se ha agravado, sobre todo, con la crisis económica de los últimos años.

Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la verdad ( 2009), insiste en los temas principales de las anteriores sobre la cuestión social, pero en esta ocasión profundiza en algunos problemas globales que van más allá de la economía. 


...lo más notable de la encíclica es la sugerencia de la intervención de un poder mundial, como el de las Naciones Unidas, capaz de controlar los excesos de la economía globalizada...



Trata de dar una visión general del mundo, incluyendo los temas de la moral cristiana y de la gobernabilidad en estos tiempos de crisis, de enriquecimiento exagerado de unos pocos y de pobreza para muchos. Sus críticas a la economía capitalista son   manifiestas. La solución a las necesidades de los pueblos no está en los planteamientos neo-liberales, para quienes prima el mercado, sino que recuerda a los gobernantes “que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad: pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica social”. Afirma que se debe buscar una renovación del orden económico y social del mundo y que las condiciones actuales de la globalización permiten una redistribución de la riqueza a escala nunca vista antes, pero también pueden conducir al incremento de la pobreza y de la desigualdad.

 Para evitar lo último debe aplicarse la caridad, la justicia y el bien común. Esta vez hace hincapié en la “solidaridad”, es decir, que todos se sientan solidarios de todos y por consiguiente, que se ayuden unos a otros, sin atenerse a la acción del Estado. Se puede estar de acuerdo con los conceptos generales de la encíclica. Ellos reiteran la doctrina social de la Iglesia, que incluye pensamientos humanistas. Hay ahora una comprensión más clara  del mercado. Afirma que este no es neutro, que no existe en estado puro, sino que corresponde, también, a una serie de situaciones cambiantes que lo modifican y que la voluntad humana juega un papel importante en su comportamiento. Ve con preocupación cómo se han debilitado los principios tradicionales de la ética.

Recomienda a los capitalistas no dedicarse a la especulación financiera y no ceder a la tentación del beneficio inmediato.  Es decir, no convertir el mercado en un escenario donde el más fuerte se coma al más débil. Reconoce más que en otras ocasiones el papel del Estado en la solución de los problemas sociales. Sin embargo, no va mucho más allá de las  encíclicas anteriores cuando se refiere a las relaciones obrero-patronales y a la propiedad de las empresas. Salvo cuando añade que el interés de sus inversionistas debe tener en cuenta la responsabilidad social que les corresponde.

A mi manera de ver lo más notable de la encíclica es la sugerencia de la intervención de un poder mundial, como el de las Naciones Unidas, capaz de controlar los excesos de la economía globalizada, que han conducido a la actual crisis y evite su repetición ¿ Cuál será su repercusión en el mundo occidental? ¿La tendrán en cuenta los gobiernos, los parlamentos, los partidos políticos cristianos? Temo que en un “país profundamente católico” como Colombia no se la atienda en la práctica. A lo mejor será el tema de sermón de algunos sacerdotes bien intencionados.

martes, 25 de agosto de 2009

El palacio de los sueños

Por: José Arizala

El jurado del premio literario Príncipe de Asturias sorprendió al concederlo, en 2009, al escritor albanés Ismaíl Kadaré. Albania pertenece a los Balcanes y cuenta con una población de tres y medio millones de habitantes, acampados en las costas del mar Adríatico. País de antiquísima historia. Alguna vez fue cabeza de un vasto imperio. Informan, por ejemplo, que la ciudad de Barat, cuenta con una fortaleza cuyo origen data del sigl VI y V a,C., también con palacio y mezquita del período Bizantino y turco. Albania conquistó la isla de Creta, durante una prolongada guerra con Venecia. La presencia turca es notoria en la etnia y costumbres de su población. La veo como una gota de sangre del Imperio Otomano coagulada en el corazón de Europa.

Atraído por el brillo del premio leí una de las novelas importantes de Kadaré. El palacio de los sueños (2005). Tirana (la capital) no queda lejos de Praga, ni Kadaré de Kafka. Si nos atenemos a este libro podemos decir que el albanés no es un escritor original, pero, de todas maneras, espléndido. Aunque mucho de este mérito lo debemos al traductor Ramón Sánchez Lizarralde.

"Kadaré escribe una fábula digna de Oriente. Un palacio, el Tabir Saray, donde
los sueños de los súbditos, reposan en anaqueles y cartapacios..."

Resulta inevitable recordar El castillo o cualquier otro libro del escritor checo. La misma atmósfera, el estilo sugerente, incisivo, extraño. Quizá un tanto más brillante, aunque menos profundo, el de Kadaré. Además, hondamente político. No se trata de un ataque a un determinado régimen político o social, sino al universo en que viven los personajes: el régimen despótico que amenaza y angustia al pueblo, hasta el punto de no poder refugiarse ni en los sueños, que, además de las ideas, se convierten en un peligro para su libertad.

Kadaré escribe una fábula digna de Oriente. Un palacio, el Tabir Saray, donde los sueños de los súbditos, reposan en anaqueles y cartapacios, listos para ser examinados por los ojos inquisidores de una burocracia fantasmal, que obedece sin chistar a los más altos funcionarios del Estado. De esta manera tienen acceso al sueño, a la fantasía y a la más triste realidad de los habitantes, tanto de las ciudades, como de los más apartados lugares del Imperio.

A los gobernantes no le basta los informes sobre orden público que reciben de los gobernadores,alcaldes,etc, o de la policía uniformada o secreta, sino que aspiran a una idea más completa y profunda de lo que piensan los gobernados, que no puede conocerse sino a través de lo más íntimo que puede tener un ser humano, que se manifiesta en la espontaneidad de los sueños. Es en la oscuridad y la soledad de la noche cuando lo más profundo aflora en la inconsciencia del durmiente. Por ello es un testimonio auténtico y veraz. Cedámosle la palabra a Kadaré: “Todo lo que se muestra tibio y amenazante, o lo que puede llegar a serlo al cabo de los siglos, manifiesta su proyecto primero en los sueños de los hombres. No existe pasión o pensamiento maléfico, adversidad o catástrofe, rebelión o crimen que no proyecte su sombra antes de materializarse en el mundo”.

Mark-Alem es un joven inteligente y prudente, de familia noble: los Qyprilli. En sus antepasados se cuentan Visires y generales del Imperio Otomano. Su ingreso al Tabir Saray hace parte del juego de poder de las familias reinantes. Hay que estar al tanto de lo que ocurre en las salas y los pasillos de ese edificio misterioso donde se decide la suerte del Imperio. Asciende rápidamente de la oficina de Selección, a la de Interpretación, a la del Archivo y está próximo a ingresar donde se guardan los sueños Maestros o Supersueños, que son los sueños decisivos para prevenir las desgracias y que suministran las claves del poder.

Kadare vivió durante el régimen “maoísta” de Enver Xoxha. Publicó numerosos libros (casi todos novelas cortas)? Cómo lo hizo ¿Este es otro de los misterios que guarda el Tabir Saray. ¿Los censores dormían o la dictadura no era tan monolítica como creemos? ¿La maestría literaria de Kadaré es tal que su crítica logra caminar sin ser vista entre los reglones de sus escritos?

Algunos de los sueños que registra son de este tenor: “ Los Estados contemporáneos, incluyendo el Imperio Otomano, no eran otra cosa, según el remitente del delirio, que viejas estructuras sangrientas, enterradas por el tiempo, para retornar después como espectros”. A manera de explicación Kadaré dice : “Muchas de mis obras no suceden en Albania ni sus historias son solo de mi país”. Es un gran escritor cercano al Nobel. Gracias a él Albania ingresa a la literatura universal de nuestros días.

jueves, 13 de agosto de 2009

Un discurso histórico

Por: José Arizala

La antigua universidad Al-Azhar y la universidad de El Cairo reúnen a sus alumnos y profesores. Asisten ancianos en cuyos rostros se reconocen rasgos de la Esfinge, que durante más de cuarenta siglos ha soportado las tempestades de arena del desierto y de jóvenes cuyas caras alegres repiten las imágenes cambiantes que se dibujan en las aguas del Nilo. En el podio, un hombre negro, bien parecido, con voz profunda y clara, habla en inglés. Pronuncia palabras nunca antes escuchadas en el docto recinto. Su eco repercute en el mundo entero. Barack Hussein Obama es quien habla. Los egipcios, los árabes, los musulmanes, están atentos.

El propósito del discurso es demostrar que no hay incompatibilidad entre la cultura musulmana y la cristiana. Que el Corán y la Biblia son libros sagrados que se inspiran en el mismo Dios. Que el diálogo es posible entre los seguidores de Mahoma y de Jesucristo para resolver los problemas terrenales. Ese lenguaje de los dioses debe ahora escucharse de una manera nueva que aparte la beligerancia de dos mundos contrapuestos.

En esta ocasión diserta un líder que pertenece simultáneamente a esos mundos enemigos y violentos. (“Soy cristiano, pero mi pasado pertenece a una familia de Kenia que incluye a varias generaciones de musulmanes. De niño, pasé varios años en Indonesia y escuche el llamado del Azán al amanecer y anochecer”, dice Obama). Su tez representa a los humildes del Tercer Mundo, pero la serenidad y sutileza de su discurso recuerda las enseñanzas de la universidad de Harvard de la cual fue alumno.


“Mientras nuestras relaciones sean definidas por nuestras diferencias, le
otorgaremos poder a quienes siembran el odio, en vez de la paz, y a quienes
promueven el conflicto en vez de la cooperación”


Todo discurso si es coherente responde a una pregunta fundamental. ¿Qué nos separa, por qué nos enfrentamos? El presidente de los Estados Unidos de América responde : “Mientras nuestras relaciones sean definidas por nuestras diferencias, le otorgaremos poder a quienes siembran el odio, en vez de la paz, y a quienes promueven el conflicto en vez de la cooperación que puede ayudar a todos nuestros pueblos a lograr la justicia y la prosperidad. Este ciclo de suspicacia y discordia debe terminar”.

Pero la magia de las palabras no puede hacer olvidar los hechos y las necesidades de los vencidos en una lucha que surge del fondo de la historia universal. Los vencidos han sido los árabes y los israelíes, los judíos y los musulmanes. Sus historias son un largo sufrimiento del que no siempre han sido responsables. Barack Obama pronuncia esta vez el nombre del principal culpable: “el colonialismo”, ejercido por las potencias europeas y el neo-colonialismo actual. En ese 4 de junio de 2009, el presidente reconoció que “Estados Unidos en el pasado se ha concentrado en el petróleo y el gas de esta región del mundo, ( el Medio Oriente), ahora buscamos una relación más amplia”. Comprensión cultural, política, económica y religiosa, basadas en el respeto mutuo.

Para emprender ese “nuevo comienzo” se requiere resolver el problema entre el pueblo palestino que aspira legítimamente a tener su propio Estado y los Israelíes que ya lo poseen y quieren conservarlo. Importante paso en ese largo camino son los votos del actual presidente estadounidense por que “judíos, cristianos y musulmanes puedan tener en Jerusalén un hogar seguro y perdurable”.

El discurso de Obama no está dirigido exclusivamente al mundo musulmán, sino que abarca algunos problemas que nos conciernen. Por ejemplo, el de la democracia. Afirma: “Ninguna nación puede ni debe imponer un sistema de gobierno a otra nación”. La autocrítica es clara: “Estados unidos no puede saber lo que es mejor para todos. Así como no pretenderíamos determinar el resultado de elecciones pacíficas”. Tiene la convicción de que todas las personas anhelan “la posibilidad de expresarse libremente y tener voz y voto en la forma de gobierno, la confianza en el estado de derecho e imparcialidad de la justicia, un gobierno transparente que no robe a la gente, la libertad de vivir según escoja cada uno” y agrega: “Son derechos humanos y es por eso que nosotros los apoyamos en todas partes”. Al mismo tiempo recuerda que ha ordenado suprimir la tortura y cerrar la prisión de Guantánamo.

No es la primera vez que un presidente de los E.E.U.U dice cosas semejantes y promete cumplirlas. Pero es mejor que las repitan a que las olviden. Entre otras razones, como él mismo lo reconoce, porque “la supresión de las ideas nunca logra hacer que desaparezcan. Estados Unidos valora el derecho de todas las voces pacíficas y respetuosas de la ley de ser escuchadas en todo el mundo, incluso si discrepamos de ellas”.

jueves, 30 de julio de 2009

Después de Sócrates (VIII)

Por: José Arizala


La muerte de Sócrates había dejado un sabor amargo en los atenienses; un complejo de culpa. ¡Cómo fue posible que en la primera ciudad de la Hélade, un hombre sabio y bueno como Sócrates, haya sido condenado a muerte por sus ideas, castigo a todas luces excesivo e injustificable, impuesto no por un tirano sino por un tribunal popular, votado en el ágora donde se reúne el pueblo para deliberar en libertad y decidir sus destinos!


Los amigos más cercanos y seguidores de Sócrates, tuvieron que huir para escapar de la persecución que se adelantó contra ellos. Al suspenderse el fallo contra los socráticos, estos pudieron regresar de Megara e islas cercanas donde se habían refugiado. ¡Los méritos del filósofo por antonomasia se agigantaron en el tiempo y en el aprecio de los griegos y de todos aquellos que ven en el ejemplo de su vida un camino a seguir y en sus enseñanzas una luz inmortal.


Según Hegel la influencia de Sócrates se debió a un mensaje sencillo y profundo: “crear un conflicto dentro del individuo; el contenido se deja al arbitrio y al capricho de cada cual, pues el principio de la conciencia subjetiva había desplazado al del pensamiento objetivo” ( tomo II p. 100, 1955)



"El envenenamiento de Sócrates es el comienzo de la muerte para la disidencia y la defensa del pensar correcto, el que se conforma a las reglas de la sociedad dada."


Desde entonces, agrego, la conciencia humana está escindida. Dos o más fuerzas luchan dentro de su alma, el bien y el mal, la que genera la verdad y el error, la confianza y la desconfianza, el actuar y el no actuar, el ser o no ser. Lo que representó un primer golpe al poderío de los dioses. Dicho de una manera breve, lo que había aportado Sócrates era el derecho del hombre a pensar por sí mismo.


Quiso que éste encontrara en sí las fuerzas y los medios intelectuales para hacerlo. Para ello convirtió lo bueno en el fin de la conducta humana. En la persecución del bien por su propia cuenta, estaba la clave de la felicidad del hombre y el hallazgo de la verdad. La conjunción de lo bueno y de lo justo en el conocimiento desvela la verdad. Por ello , dice Hegel, Sócrates merecía ser condenado ya que atentaba contra la religión y los dioses de la ciudad a los cuales debía respeto y obediencia. El envenenamiento de Sócrates es el comienzo de la muerte para la disidencia y la defensa del pensar correcto, el que se conforma a las reglas de la sociedad dada.


Varios de sus discípulos comenzaron a escribir Diálogos imitando la conversación de Sócrates. El caso más curioso fue el de Simón, un zapatero a cuyo taller acudía a menudo el filósofo, lo que me recuerda las tertulias políticas en zapaterías y sastrerías en barrios de ciudades colombianas a mediados del siglo pasado, desde luego sin la presencia de personas tan doctas. El más notable de aquellos fue Jenofonte. No incluimos a Platón pues este no fue un simple discípulo sino el fundador de la filosofía más persistente que ha conocido el mundo Occidental: el platonismo. Todavía la mayoría de las personas que nos rodean son platónicas (muchas sin saberlo). Platón, por ejemplo, fue el creador del cielo al que llamó el "topos uranos".


Algunos de los seguidores del filósofo que “solo sé que nada sé”, quisieron ir más allá de él. Lo primero fue hacer caso omiso del rapto de modestia de Sócrates y tratar de comprender sus descubrimientos. Según Hegel, con Sócrates surge el saber . “El universo se eleva al reino del pensamiento consciente y éste se convierte en el objeto. Ya no se pregunta ni se contesta qué es la naturaleza, sino qué es la verdad: la esencia (lo que Sócrates llamaba lo general, que abarca muchas cosas semejantes: árbol, virtud, etc. o sea, el concepto) ahora se determina, no como el ser en sí, sino como lo que es en el conocimiento” Y aquí surge el problema más importante de todos: cuál es la relación entre el pensamiento consciente de sí mismo y la esencia de las cosas, es decir, lo que las cosas son.


En esta etapa los filósofos exploran la relación entre el pensar y el ser , que se convertirá en el problema fundamental de la filosofía. Visto como la relación entre lo general y lo particular, convierte a la filosofía en una ciencia del conocimiento que no va más allá del concepto, pues no posee un contenido concreto, sino solamente pensado. Es la víspera de la aparición de “la” ciencia, la episteme, cuando ésta comienza a determinar el contenido del universo.