martes, 20 de septiembre de 2011

Literatura y derecho

Claudio Magris es uno de los mejores escritores contemporáneos. Nacido en Trieste en 1939. Especialista en germanística, catedrático de Lengua y Literatura Alemana  en las Universidades de Trieste y de Turín. Autor de estudios sobre Hoffman, Joseph Roth, Canetti, Rilke, entre otros. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 2004. Autor de varias obras de ensayos, entre las que se destaca El Danubio, un libro de viaje a lo largo del río legendario en que no solo  muestra el paisaje, sino que nos participa del enorme legado cultural de sus riberas y de la rica historia del centro de Europa, que le mereció su candidatura al Premio Nobel.

“... un texto denso y profundo que explica los conceptos de Derecho, Literatura y Ley, en un hermoso lenguaje, retomando ejemplos y citas de libros clásicos”

El título de uno de sus libros dice mucho de su carácter y aficiones, El infinito viaje, si le agregamos vivir y escribir. Se trata, pues, de viajes a la profundidad de las tierras y de los hombres, que hace suyas hasta convertirlas en escritura, en sabios relatos donde la realidad va envuelta en serena fantasía. “Poco a poco – dice Magris – el viajero descubre, está obligado a descubrir la fraternidad y el común destino del mundo […] La meta del viaje son los hombres: no se va a España o Alemania, sino entre españoles y alemanes”.

Claudio Magris pronunció en la Universidad Complutense de Madrid, en enero de 2006, la conferencia Literatura y derecho ante la ley que la Editorial Sextopiso, España, 2008, convirtió en libro, con prólogo del filósofo Fernando Savater. Es un texto denso y profundo que explica los conceptos de Derecho, Literatura y Ley, en un hermoso lenguaje, retomando ejemplos y citas de libros clásicos, formalizando una síntesis o, mejor, una simbiosis, entre jurisprudencia y poesía, que es la palabra que  empleaba Aristóteles para referirse a la literatura.

La primera frase de la conferencia es de Cervantes: “No es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres”. El derecho es pues la condena del dolor infringido a los hombres y la ley, liberarlos de ese dolor. Sin embargo, Magris reconoce que no siempre la literatura da una respuesta adecuada a la infamia, sino que, a veces, aquella “parece invadida por una negación del derecho y de la ley”. Ofrece el ejemplo del poeta alemán Novalis quien afirma : “Yo soy un hombre totalmente ilegal; no poseo sentido ni la necesidad del derecho”.

La idea central del ensayo de Magris es la lucha interna que enfrenta el derecho desde sus inicios: el derecho natural y el positivista. Larga batalla que comienza en el suelo sagrado de Grecia, cuando el trágico Sófocles lo plantea en su obra Antígona, en la cual Creonte expide como ley estatal la prohibición de enterrar a sus enemigos y la decisión irrevocable de Antígona de hacerlo, cumpliendo la “ley no escrita de los dioses”. Sófocles muestra con claridad admirable el conflicto entre lo humano y la ley, es decir, entre el derecho y la ley, entre la norma positiva y los sentimientos y valores más profundos del espíritu humano.

Esta idea se prolonga en la historia. En el Digesto se afirma: “Se dice el derecho de muchas maneras: de una, cuando se  dice que el derecho es lo que en todo tiempo es justo y bueno, es derecho natural; de otra,  cuando el derecho se torna útil para todos o para la mayoría en cada ciudad, es derecho civil”.  Pocos como Cicerón lo afirman con mayor elocuencia y convicción: Existe la ley de la razón congruente con la naturaleza: “No es una en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra después, sino una ley única eterna e inmutable que obliga a todos los hombres y para todos los tiempos…”

Las revoluciones del siglo XVIII hablaron de que todos los hombres nacen iguales y poseen derechos inalienables. “Cada vez que cualquier forma de gobierno atente en contra de conseguir esos fines, es derecho del pueblo modificarla o abolirla”. Magris cita a Carlo Antoni para exponer una interpretación de Marx sobre el derecho natural. Si bien para  éste  es la historia y no la naturaleza la que debe realizar la liberación, “sin embargo, permanece en el pensamiento de Marx, un ideal de personalidad humana realizado en su plenitud redimida de toda esclavitud y de toda barbarie”.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Las grandes ideas

Un artículo reciente del New York Times titulado “Adiós a las grandes ideas“ ha vuelto a esgrimir la tesis de que estas han desaparecido del escenario público, sustituidas por una información aplastante y pragmática. Sin duda que la información que recibe la población en todos los lugares de la tierra es excesiva, hasta el punto de impedir que reflexione sobre lo visto o leído, que pueda asimilar su contenido. Esta afirmación viene de atrás, desde el último tercio del siglo XX. Que ya no existen pensadores-guías y que las ideologías han muerto. Que ya nadie defiende y lucha por sus convicciones, de acuerdo con las diferentes concepciones del mundo.

“... aunque 'las ideas ya no son lo que eran', sigue siendo en mi opinión el impulso de los debates y de las revoluciones también en nuestros días”


El articulista agrega que incluso ideas de un calado inferior como “la teoría del Big Bang” o “el fin de la historia” o “la mística femenina” o el “Dios ha muerto”, no atraen la atención de importantes sectores de la opinión, para no decir que poco les importa. Desde luego, no compartimos la afirmación principal de Neal Gabler, su autor. No creemos que las ideas centrales de nuestra época hayan salido de las páginas y pantallas de los grandes medios de información, para no mencionar los innumerables periódicos y revistas especializadas que se ocupan de estos temas.Y mucho menos estén ausentes de la realidad actual. La verdad es que las ideas-guias del siglo XX siguen vigentes, expresándose de diferentes formas y grados con el apoyo de movimientos sociales y políticos nuevos, en la búsqueda, como antes, del dominio del mundo.

Los conflictos religiosos están vivos sino exacerbados. Las posiciones que defienden o critican el capitalismo y el socialismo, están a la orden del día, apoyándose en nuevas fuerzas que vienen de la ecología, del género, del color de la piel, de los opresores y oprimidos, de los pobres y ricos, de los partidarios de la represión o de los libertarios.Y estas luchas y enfrentamientos seguirán mientras que los problemas que los generan continúen existiendo.

Nos parece exagerada la opinión de Gabler de que ya las ideas no dan sentido a la información. Cómo negar, por ejemplo, que las propuestas progresistas del presidente Obama, han sido bloqueadas por una propaganda reaccionaria del Tea party, inspiradas en ideas autoritarias, racistas, plutocráticas, en esencia antidemocráticas, contradiciendo los principios liberales de los fundadores de la Unión Américana.

Sorprende la afirmación de Gabler de que ”las ideas pueden cambiar la forma en que vivimos, pero no la forma en que pensamos”. ¿Acaso las ideas no tienen un poder de transformar la sociedad, y a los individuos, al permitirnos comprender el mundo en que vivimos y por consiguiente cambiar nuestra misma forma de pensar? Si no fuera así entonces la historia carece de sujeto o de sujetos que piensan y actúan. “Lo que hay es escasez de pensadores”, dice el articulista del periódico estadoudinense,y reclama un nuevo Marx o un Nietszche rebosantes de ideas, contradiciéndose con lo anterior ¿si las grandes ideas ya no juegan el rol del pasado, para qué nuevos filósofos? Gabler tiene razón cuando denuncia que en muchos sectores se ha perdido la batalla ante la superstición, la fe y la ortodoxia, pero aunque “las ideas ya no son lo que eran”, sigue siendo en mi opinión el impulso de los debates y de las revoluciones también en nuestros días.