miércoles, 18 de noviembre de 2009

Leamos juntos

Por: José Arizala

¿Has unido la  luz de los textos con el placer dorado del sexo? Pues resulta encantador e inolvidable. Tal es el testimonio novelado del abogado penalista Bernhard Schilink, en su libro El lector. (Anagrama, 2009). ¿Existe algo más placentero que salir del agua tibia de la tina para tenderse al lado de  una mujer hermosamente desnuda que espera con ansiedad nuestro arribo? ¿Podemos desprendernos de nuestros  prejuicios – dogmas y principios – y de la ropa que cubren nuestras mentes y cuerpos, mientras leemos o escuchamos los pensamientos de los escritores clásicos y modernos?

Tales son las preguntas que nos hacemos al leer el relato sobre la desigual pareja de amantes que todos los días se encuentran para hacer el amor, mientras uno de ellos lee para el otro un libro importante de la literatura universal. Hoy puede ser El viejo y el mar de Hemingway. Mañana Guerra y Paz de Tolstoi o la Odisea de Homero, sin dejar de sentir esa dulce fiebre del amor intenso y puro. El tiene 15 años, ella más de 30. El estudia en el Instituto; ella es una empleada del tranvía que desde la madrugada hasta la hora perfecta de la tarde en que se encontrarán, veía en el sol matutino la esperanza de la felicidad.

 Mas El Lector no es una novela sobre el sexo, sino profundamente política y muy cercana al derecho, al derecho penal. El primer encuentro de la pareja fue completamente casual. El “chiquillo”, como lo bautiza Hanna Schumitz, lo recoge en la calle cuando un duro ataque de hepatitis lo ha tumbado al suelo. Lo lleva a su pequeño apartamento y lo cuida lavándolo en la bañera que se convertirá de ahí en adelante en la antesala del acto amoroso, continuamente repetido. Michael se enamora de Hanna durante varios meses, hasta que sus condiscípulos lo reclutan para sus fiestas y juegos propios de su edad.

Pasan los años y Michael ingresa a la Facultad de Derecho. La II Guerra Mundial ha terminado y Alemania comienza a reflexionar sobre el terrible pasado del nacional-socialismo, en el que participó el pueblo alemán. El estudiante de derecho, a instancia de uno de sus profesores veteranos,  ingresa a un seminario de su clase que seguirá con su presencia las audiencias públicas del juicio a un grupo de carceleras de los campos de concentración  y de exterminio, principalmente de judíos, erigidos por los seguidores de Adolfo Hitler. Una de las acusadas es su antigua amante, Frau Schumitz .

Para los lectores colombianos resulta de interés la lectura de los incidentes del juicio, sobre todo del ambiente predominante en él. Los estudiantes, sobre todo Michael, tenían claro la necesidad de la “revisión del pasado” y que “hacía falta condenas”. Sin embargo,  jueces, jurados, sindicados, y público, parecían como “embotados”. “Era como cuando la mano pellizca un brazo adormecido por la anestesia. Luego la sangre vuelve y la zona recupera su color. Pero sigue siendo insensible”.

Algunos abogados, quizá antiguos nazis, tenían un aire insolente y pendenciero, casi cínico. Criminales y testigos hablaban de las cámaras de gas y de los hornos crematorios, en Auschwitz con la tranquilidad de quien los ha visto todo el día, con  falta de escrúpulos e indiferencia. Hanna también mostraba una gran frialdad  cuando relataba los hechos y admitía sus culpas. Michael no podía comprender que fuera la misma mujer que tanto amor le dio y que incluso en algunas ocasiones fue tierna y agradecida con él. Y el joven estudiante se preguntaba “¿Es éste nuestro destino: enmudecer presa del espanto, la vergüenza y la culpabilidad?” Descubre su secreto: que Hanna era analfabeta, por ello siempre le exigía que él fuera el lector de los libros que ella deseaba conocer pero estaban fuera de su alcance. Esto resulta difícil de aceptar, que en un país de “cultura superior” como Alemania, existieran analfabetas. Mucho menos cuando Hanna afirma en el juicio que durante la guerra trabajaba en la fábrica de Siemens en Berlín y  aceptó ser reclutada por las SS. El autor matiza lo anterior anotando que ella había nacido entre la minoría alemana de Rumania, pero, alegamos nosotros, la escritora Herta Müller, Premio Nobel de Literatura (2009), también nació en esa región.

Esta novela ha vendido centenares de miles de ejemplares, sin embargo, su éxito se debe al tema, a la trama, mas no a la forma como está escrita. No  es fácil leer un libro que comienza con esta frase: “A los 15 años tuve hepatitis”. Contiene lugares comunes y ripios. Oigamos algunos de ellos: “A lo largo de mi vida, he hecho muchas veces cosas que era incapaz de decidirme hacer y dejado de hacer otras que había decidido firmemente (…) A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre (...) Tú no podrías ofenderme a mí aunque quisieras (…) Los bosques eran alfombras verdes…”  Y algunos aciertos como cuando él protagonista dice de su amor  por Hanna: “Quedó atrás, como queda  atrás una ciudad cuando el tren sigue su marcha”. Me gustó mucho más la película, donde Hanna (Kate Winslet) hace un magnifico papel.


viernes, 6 de noviembre de 2009

Tumaco

Por: José Arizala

En la bahía, pequeñas islas rodean la mayor donde están asentados los tumaqueños, cerca del continente. Un puente destartalado que atravesaron trenes en mejores épocas. El día es amplio y caluroso en los manglares. Todo es plano, salvo el promontorio que surge como una joroba de la tierra, antes de entrar  en las aguas azules y tranquilas. Lo llaman El Morro.

Después de navegar por los esteros se llega a Bocagrande, una franja de tierra en cuya orilla  comienza el mayor de los océanos: el Pacífico. Sin embargo, en nuestra era tiende a encogerse cercado por fuertes imperios. En él coexisten islas-continentes como Australia, con atolones como Bikini, donde los franceses reventaron una bomba atómica. En el interior de mares e islas actúan volcanes que desencadenan enormes oleajes que enfurecidos destruyen costas y puertos, con miles y miles de víctimas, desoyendo así el mar la voz con que fue nombrado. En sus orillas escuché por primera vez el hondo silencio del cosmos, cuando ya el sol se había ahogado en el horizonte.
En los planes de algunos planificadores está convertir a Tumaco en el puerto al Pacífico del norte de Suramérica. Ven en su bahía el final de autopistas que vienen de Caracas y de ferrocarriles que parten de Brasilia. Otros agregan oleoductos y refinerías gigantes previas al embarque de petróleo o gas para los países de Oriente, necesitados de combustible,  como Japón, China o la India .Pero el Tumaco de hoy está muy lejos de contar con tal emplazamiento técnico que, sin duda, tendría gran importancia en el proceso de unificación de América del Sur, en que nos encontramos (2009).

La Nota uniandina ( La revista de la Universidad de los Andes). En su edición de agosto de 2009, publica un artículo  que resume la investigación del profesor Andrea Lampis del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (Cider), de dicha universidad sobre Tumaco y sus problemas más acuciantes que, desde luego, se extienden por la costa colombiana sobre el Pacífico.

Tumaco, en el departamento de Nariño, tiene 160.000 habitantes . El 65% de ellos vive en situación de pobreza crónica. El 88,8%  son afrodescendientes. Están afectados por “procesos de degradación ambiental, económica y de infraestructura”. El investigador afirma que no pueden superarlos con sus propios medios, que se agravan por los problemas de vulnerabilidad social : tierras  que desaparecen, escasez de agua, olas de calor que afectan a los más ancianos, destrucción de ecosistemas y de servicios ambientales.

El agotamiento del   recurso pesquero es el más grave por ser la principal fuente de ingreso de sus habitantes. Los pescadores sobreviven con menos de un salario mínimo y asisten impotentes a la destrucción de los  manglares donde los peces anidaban antaño. Mientras los tumaqueños pescan en pequeños botes y canoas, las empresas ecuatorianas lo hacen con buques. Muchos de sus habitantes viven en palafitos (viviendas paradas sobre estacas en zonas lacustres, fluviales o marítimas). La concentración de la tierra es mayúscula, problema ligado al cultivo de la planta de aceite, que ha entrado en decadencia. Y si faltara algo para agravar la situación de estos compatriotas tumaqueños, paramilitares, guerrilleros y fuerza pública, siembran el terror y la muerte diaria.

Pero la región costera nariñense no es la única que presenta en nuestro país estado tan calamitoso. Los últimos censos hablan de más de 20 millones de pobres y, en medio de ello, 8 millones de indigentes. Tienden la mano esperando una ayuda. Pero el dinero de las arcas oficiales no es para ellos, sino para los ricos. No lo reciben éstos como préstamo sino como regalos a manos llenas. Algunas familias cercanas a los ministros y congresistas, se han beneficiado de  miles de millones de pesos, como lo ha denunciado ejemplarmente la Revista Cambio. Lo que significa que a algunos pocos el Ministerio de Agricultura los hace cada día más ricos y a los muchos pobres, más pobres. ¿Se requiere de Carlos Marx o de “agitadores profesionales” para instigar la lucha de clases en Colombia o  basta gobiernos como el de Uribe?

Pero este programa  no es un caso aislado. Alejandro Gaviria, decano de Economía de Uniandes, en su columna de El Espectador ( 4 / 10 /2009) dice lo siguiente: “El programa Agro Ingreso Seguro es solo un elemento de un conjunto de grandes ayudas. Los subsidios a las tasas de cambio entregados consuetudinariamente a bananeros, confeccionistas, floricultores, son aún más aberrantes, más regresivos que los subsidios agropecuarios. Las zonas francas también son una forma indirecta de subsidiar a los más ricos(…) transfieren recursos públicos al sector privado” “La esencia del problema es la existencia de un modelo económico ineficaz e injusto”.