martes, 29 de marzo de 2011

Diccionario latinoamericano de Vargas Llosa

En Londres, 26 de junio de 2005, el escritor universal, Mario Vargas Llosa, escribe el prólogo de uno de sus libros más interesantes y personales: Diccionario del amante de América Latina (Paidos Ibérico. 2005). En solo 6 páginas condensa sus ideas y sentimientos sobre este continente, el verdadero Nuevo Mundo. Es una magnifica síntesis con la profundidad propia de sus novelas y ensayos. Un texto plagado de nombres de personas y lugares que han hecho la historia, que contribuyeron a definir el carácter de estos países surgidos en la selva; muestrario de su riqueza humana y cultural.

“Este libro”- escribe Vargas Llosa – “es un testimonio del compromiso con América Latina que contraje en París, pronto hará medio siglo, y al que sigo fiel”. Fue en esta ciudad y en los años sesenta cuando descubrió que él no era solo peruano sino latinoamericano. Que América Latina no era un puñado de países dispersos y diferentes, sino una unidad que iba más allá del idioma y de la pobreza. Una región  desconocida para la mayor parte del mundo, que la revolución cubana y las guerrillas colocaron en primera fila. Además, aquellos descubrieron que en ella se  escribía una literatura de alta calidad, vivaz, sorprendente, con una nueva manera de contar las historias. “En sus mejores exponentes, el arte y la literatura latinoamericanos han dejado atrás hace tiempo lo pintoresco y lo folklórico y alcanzado unos niveles de elaboración y de originalidad que les garantizan una vigencia universal”.

Los noveles escritores de entonces, viajan, viven y escriben en París, ciudad que se convirtió” en la capital de la literatura  latinoamericana”. Personas de todas las razas y continentes, principalmente de ascendencia africana, conviven con los de origen latino que representan a occidente y con pueblos nativos como los incas, aymaras, aztecas, etc. más cercanos al Oriente que a la civilización europea. El autor nos advierte sobre el  alto grado de subjetividad con que fueron escritos estos vocablos o entradas  de su diccionario amoroso. Por eso encontramos  en él muchas contradicciones y cambios de rumbo sobre acontecimientos de trascendencia,  que han transformado la historia de nuestros pueblos.

En diversos artículos de este libro Vargas Llosa  se refiere a las astronómicas diferencias de ingreso entre pobres y ricos, a los niveles de marginación, desempleo y pobreza, en los países latinoamericanos, a sus altos niveles de corrupción que socava sus instituciones, a  la criminalidad y el narcotráfico, en buena parte responsabilidad de gobiernos dictatoriales, oligárquicos o populistas.

Vargas Llosa era un intelectual de izquierda, entusiasta  partidario de la  revolución cubana, admirador del comandante Ernesto Che Guevara. En 1967, año de la muerte de éste, escribe un artículo que comienza con estas palaras: “El Diario de campaña del Che en Bolivia quedará como uno de los libros más fascinantes de nuestro tiempo (…) si la revolución no se realiza el Diario perdurará como testimonio de la más generosa y osada aventura individual intentada en América Latina”. Más adelante agrega:  “Esa idea de que América es una sola y que esa unidad se forjará a través de la acción revolucionaria, surgió durante la etapa de la emancipación de América (…) La originalidad suya está, precisamente, en conciliar  su adhesión a Marx y a Lenin con el  ideal de la unificación continental que profesaron los mejores americanos y, sobre todo, Bolívar y Martí”. ( p. 185). Pero pocos años después Vargas Llosa da un fuerte giro político y se enfrenta a Fidel Castro y a la revolución cubana.  El caso del poeta Heriberto Padilla tiene mucho que ver con su nueva posición. El régimen castrista ha impuesto la censura y encarcelado a Padilla por publicar su libro Fuera de juego. Otro de los cargos contra el poeta era el de ser homosexual. Finalmente,  ante la presión internacional, Heriberto Padilla es expulsado de Cuba y morirá de sida en Nueva York. ¿Los versos de Padilla podían desestabilizar al régimen socialista  o se castigaba su condición sexual? Recientemente el presidente  Raúl Castro reconoció como un error el trato dado por el gobierno revolucionario a los homosexuales en Cuba. El escritor peruano reconoce que a lo largo del tiempo sus opiniones literarias y sus juicios políticos han cambiado muchas veces de blanco y de contenido. ¿Puede alguien asegurarnos que sus posiciones políticas actuales, no hablo de sus principios filosóficos, son definitivos? 

jueves, 17 de marzo de 2011

Monte Ararat

Partimos de la estación central de trenes de Moscú,  un día de verano de 1962. Nos esperaba un largo camino. Nos dirigíamos a Erevan, la capital de un país para nosotros desconocido, que ni siquiera podíamos imaginar, Armenia.

Atravesamos amplísimas estepas de la Rusia blanca y de Ucrania, donde  antaño las tropas  cosacas recorrían las tierras de los ríos  Don,  Volga y  Dniéper como en el Taras Bulba de Nicolái GógoL  o en El Don apacible de Mijáil Sholojov.  Recuerdo el paso por la ciudad heroica  de Stalingrado, que hoy lleva el nombre neutral de la Ciudad del Volga, donde se libró la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial. Bordeamos el Caspio, un mar encerrado que muere porque las olas pierden lentamente la batalla con la sal, ampliándose la extensión de las tierras. Llegamos al puerto de BaKú, capital de Azerbaiyán, donde divisamos hileras de torres metálicas extractoras de petróleo.

Fue el viaje en tren más largo de mi vida. Cuando llegamos a Erevan,  prácticamente había perdido la movilidad de las piernas. Sencillamente había olvidado caminar. Fueron dos noches y tres días continuos. Atravesamos las montañas del Cáucaso. Recodé el mito griego de Prometeo encadenado a las rocas del Cáucaso, castigo del Dios Zeus por haber entregado el fuego a los hombres. La única región de la URSS donde contemplé  paisajes propios de Colombia, las mismas montañas gigantes. Los trenes y los camiones se veían a lo lejos  reptando entre el intenso verde de las laderas.

Erevan está situada en la cumbre de una montaña. Los edificios  recubiertos con losas  arrancadas de canteras de color rojo quemado, logrando  la ciudad un tono extraño digno de una hecatombe olvidada. La población consume un agua cristalina y fresca, tan agradable, que se encuentran surtidores en diversos lugares públicos donde beben sus habitantes. Nos hospedamos en el Hotel Armenia. A la mañana siguiente de mi llegada, bajé a la recepción del Hotel y me encontré con un suceso inesperado.

Estaba allí un amigo colombiano, Marco Tulio Rodríguez. Fue tal la sorpresa de mi compatriota que le entró una risa nerviosa e inconscientemente  trató de apartarse de  de mí. Comprendí su ofuscación, pues, resultaba tan increíble  ese encuentro en un lugar tan lejano del mundo. Marco Tulio, quien ocuparía un alto cargo en el Ministerio de Comunicaciones de Colombia, era por entonces, también, una persona importante en los países socialistas del Este. Había sido elegido Secretario General de la Unión Internacional de Periodistas.

Otro hecho que me extrañó fue escuchar en la calle conversaciones en español. La mayoría eran jóvenes. Les pregunte dónde habían aprendido el idioma. Resultaron argentinos, cuyos padres habían emigrado al país suramericano y ahora sus hijos regresaban a la patria armenia, entusiasmados por las victorias de la Unión Soviética en la guerra  mundial y en la economía. Era ya la segunda potencia del mundo, con un sistema socialista que presagiaba nuevos y sucesivos triunfos.  El guía que nos acompañaba, miembro sin duda del partido comunista, nos propuso, entre otras iniciativas, visitar algunas iglesias y el Seminario donde se preparaban los futuros sacerdotes de la religión Católica Armenia. Su Papa era el Católicos. Otra sorpresa. Dialogamos con 28 jóvenes que estudiaban para el sacerdocio.

 Marco Tulio me invitó a conocer el lago Sevan. Es un espejo de aguas azules entre las montañas. En el centro hay un promontorio y en su cumbre las ruinas de una iglesia. El paisaje es bellísimo. Con razón se decía que allí estuvo el Paraíso Terrenal. El lago desagua por el río del mismo nombre. Para aprovechar la altura de la montaña, construyeron los armenios siete caídas de agua sucesivas. En cada una de ellas instalaron una central eléctrica.

La víspera de mi regreso subí a la terraza del hotel. En el firmamento millares de chispas de estrellas. A mis pies,  un área de la tierra iluminada. En la parte turca, la oscuridad plena de la noche. Al fondo, el macizo imponente de Ararat. Su cumbre es plana, donde podría aterrizar  una nave interplanetaria o encallar un barco lleno de seres vivos, capaz de esparcir las especies animales y vegetales por toda la Tierra.

martes, 1 de marzo de 2011

Viñetas sobre un joven vagabundo



La carretera de Cormac McCarthy (1933) es una de las mejores novelas de los últimos años publicada en los E.E..U.U. de América. Galardonada con el Premio Pulitzer. Es el relato más despiadado que hemos leído sobre ese país, cabeza de la democracia y la prosperidad, tan admirado y discutido por una buena parte del mundo. Se trata de una metáfora que pronostica un final trágico para los E.E.U U.

 En tiempos de realismos maravillosos y dilatada fantasía (sobre todo en las literaturas de países aún no desarrollados), la literatura norteamericana actual ofrece a los lectores obras de intenso realismo. Nos recuerda aquellos libros escritos alrededor de los años treinta del siglo anterior (los de la “gran depresión”), como El camino del tabaco  de Erneskine Caldwell o la trilogía U.S.A. de John Dos Passos, entre otros. Muestran el mundo “tal como es”. Una prosa precisa, donde los objetos y los hombres se entrelazan en medio de una profunda transparencia. Sin ocultar lo malo y lo feo o las causas de disolución de la sociedad humana.


En tiempos de realismos maravilosos y dilatada fantasía (...), la literatura norteamericana ofrece (...) obras de intenso realismo

Atraído por la lectura de La carretera, también llevada recientemente al cine, emprendimos la tarea, no siempre placentera, de leer otra novela del  mismo autor: Hijo de Dios (Random House Mondadori,  Debolsillo, 2009) Escrita más que con pluma o computador, con una cámara cinematográfica. Numerosas secuencias se suceden rápidamente, algunas son tan cortas que no se extienden por más de una página. El joven Lester Ballard, quien es “un hijo de Dios más o menos como tú”, es decir, un individuo cualquiera, presencia la subasta de la propiedad de la familia. En lugar de irse a la  ciudad, en busca de empleo o de estudio, se queda rondando por Frog Mountain. Seguía  los rastros que dejaban los conejos en el bosque, caminaba por los bordes de la carretera entre retazos y latas de cerveza o se extendía en alfombras de hojas secas o  cogía ardillas para asarlas o jugar con ellas. Siempre cargaba un rifle que había comprado con lo ganado en trabajos transitorios y que por ahora  le servía para mejorar la puntería en las ferias, ganando osos de peluche. Sin embargo, dice el autor: “un astro maligno velaba por él”.

Una tarde encuentra un coche a un lado de la carretera. Ve  una pareja , uno encima del otro, un muslo totalmente desnudo y un par de nalgas peludas. Ballard se metió al carro, apagó el radio, pero el motor seguía funcionando sin parar. “!Me cago en la puta! ¡Pero si están muertos!”. Observó los pechos de la chica. Con la punta del pulgar le acarició el pezón. Lo que sigue es realmente espeluznante, digno de un hombre que en vida regresa a los infiernos.

El pene del muerto está embutido en un condón amarillo húmedo. Lester se acuesta sobre el cadáver de la muchacha desnuda y la posee (si es exacta la palabra) frenéticamente y le susurra en su oreja blanca como la cera todo lo excitante que es posible decirle a una mujer. La arrastra a su morada, la desviste y la vuelve a vestir hasta que  las chispas de la chimenea encienden la casucha . Solo encuentra un hueso mordido por el fuego. Más tarde irá a su antiguo hogar  y matará a una joven, hija del nuevo propietario. Destruirá también la casa. Continúa con una serie de asesinatos gratuitos y absurdos, dignos de un loco.

Ocurren otros acontecimientos, entre ellos, McCarthy describe la inundación del pueblo. “Es la peor que jamás he visto, dijo el sheriff. Dicen que en las inundaciones de 1885 el pueblo entero quedó sepultado bajo las aguas. Estaréis de acuerdo conmigo que hay lugares en que el Señor no quería  que nadie viviera ¿no?.  Mi mujer me ha dicho hoy: Es un castigo de Dios”.

(Lester Ballard) “Mientras yacía despierto en medio de la oscuridad de la cueva le pareció oír un silbido como cuando era niño y estaba en la cama a oscuras y oía a su padre volver por la carretera, un gaitero solitario; pero el único sonido era el del riachuelo que fluía a través de la cueva para ir a desembocar, quizá, a mares desconocidos del centro de la tierra”.  Será capturado y ejecutado. El sheriff encontrará en la cueva  siete cadáveres en fila y despojos de un pequeño monstruo que al fin y al cabo “era un hijo de Dios como tú”.