jueves, 30 de mayo de 2013

La muerte en Venecia


Fue uno de los acontecimientos más notables de la literatura del siglo XIX. Su autor, Thomas Mann, todavía vive recordándonos todos los días su permanencia, su valor. Nació en el seno de una familia acomodada y culta. Admirador de Platón, de Schopenhauer, de Nietzsche y desde luego de Goethe, padre de la cultura alemana moderna, a la que unió en solo dos palabras: Poesía y verdad.
Tuve el privilegio de leer algunas de sus mejores obras y visitar por algún tiempo la ciudad que inspirara al autor de esa novela inmortal. Paradójicamente esas letras llevan el nombre de la muerte, de lo trágico, al lado de lo bello. Es una ciudad de lagos, de avenidas acuáticas al lado de palacios con figuras del pasado, de leones gigantes, adornada de góndolas y de naves de una civilización marinera y deslumbrante.
Thomas Mann (Paulo Thomas Mann Bruhs Marty Da Silva) nació en la ciudad libre de Lübeck, Alemania, el seis de junio de 1875; descendiente de comerciantes de la Edad Media; situada a orillas del Mar Báltico y Mar del Norte que luego serían ocupadas por nuevos edificios construidos en la modernidad de las industrias y de las máquinas.
Mann considera a La muerte en Venecia como una novela corta sin muchas pretensiones, aunque llegó a tener un enorme éxito por la belleza de su forma y la profundidad de su contenido filosófico.
Esta novela surge de un viaje de descanso realizado por Thomas y Katia, su esposa, por el sur de Italia, por Brioni y por el Lido de Venecia, por el conocimiento del amor,  y en una palabra, de la estética, “en búsqueda de cosas y emociones nuevas”, sobre todo en el aristocrático hotel de Broin, transcritas de sus propios diálogos, es decir profundamente autobiográficas.
El sentimiento esencial que destaca Mann es el del amor, el amor platónico, hermoso y puro aunque se refiere al amor homosexual encarnado en la figura del joven Tadzio que Mann descubrió  a las orillas del mar.
La Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda (Bogotá) ha publicado: Tadzio o del Esteticismo (fragmentos) del profesor Andrés Martínez Pardo (Reflexiones ligeras sobre Tadzio como origen y núcleo de una experiencia estética que se yergue como reminiscencia filosófica (de Nietzsche y Schopenhauer)).
Antes de sus grandes obras Mann escribe algunas novelas cortas como: El país de las pirámides, una historia sobre Egipto, varios diarios íntimos y cuadernos de notas que inspiraran sus obras mayores como El relato de Tonio Kroger y El relato de mi vida,  pero sobre todo el recuerdo de su primer amor por un chico en La muerte en Venecia, que ya hemos mencionado. Aunque se trata de un tema netamente homosexual que se repetirá a lo largo de su obra. Incluso ya casado y como padre con hijos adultos quienes no desconocen esta tendencia, aunque se hicieran los de la vista gorda como lo indica la vieja tradición familiar.
Mann le declara su amor al condiscípulo Armin Martens, también hijo de una familia de ricos comerciantes, cuando ambos contaban con catorce años. Thomas advierte que “ese amor no osa decir su nombre”, sentimientos que expresará en su literatura. Luego vendrán sus obras más reconocidas como: Los Buddenbrook (1901), La montaña mágica (1924), Doctor Faustus (1947) y José y sus hermanos (1933 – 1943).

miércoles, 24 de abril de 2013

Cambios en la China nueva



Como es sabido, China se ha convertido en un gran país; Pekín en una gran ciudad. Hasta hace pocos años nadie podía imaginarlo.  Las veíamos como naciones y regiones habitadas por millones de personas que vivían en la pobreza y en la desgracia, sometidas a un régimen de semiesclavitud, asediadas por el poder de las grandes potencias, irrespetas, humilladas y sin futuro posible. Si bien gozaban de una cultura milenaria que de todas maneras no dejaba de asombrar, por encima del atraso y la desigualdad económica y técnica.
A partir del primero de octubre de 1947 inició el camino de una nación desarrollada y rica, cada día más culta y poderosa. Las ciudades se convirtieron en  urbes deslumbrantes que hacen pensar en un futuro envidiable. Sin embargo, el peso del pasado sigue mostrando su cara gris, recordándonos que todavía falta mucho por hacer y mejorar. Conscientes de lo nuevo debemos indagar las causas de esos cambios gigantes. La razón principal consiste en la naturaleza de los cambios políticos radicales: un sistema social ha quedado atrás. Oriente ha cedido su lugar a Occidente, el Sur al Norte. Nada mejor para descubrirlos que con el conocimiento de la literatura, que muestra la profundidad de lo acontecido, a través de la prosa, la poesía, el relato escrito por los pueblos.
En occidente poco sabemos de la literatura china, salvo la existencia de sus novelas y poemas clásicos. Pues bien, las nuevas obras comienzan a escribir esa historia que surge en una época completamente diferente, inesperada y sorpresiva, incluso extraña, capaz de extenderse por el mundo, fruto de una energía poderosa, al punto de lograr que “la visión del mundo cambie” para todos.
Los académicos de los premios nobel han fijado ya su interés en los nuevos escritores y poetas chinos, en sus poemas delicados y hermosos, pero también en las dificultades que surgen de emprender las transformaciones revolucionarias en todos los órdenes de la sociedad, llamada República Popular China, dirigida por el partido comunista chino.
El último premio nobel de literatura (11 de octubre de 2012) fue adjudicado por la academia sueca a Mo Yan, seudónimo de Guan Moye (1955) autor de las novelas: Densa lluvia en la noche primaveral; Las baladas del ajo; Sorgo rojo; La república del vino; Grandes pechos, amplias caderas; La vida y la muerte me están desgastando; Rana y Cambios, la más reciente y personal de este autor, es una obra autobiográfica en que el campesino pobre rompe su baja condición social y lentamente va aprendiendo a escribir hasta convertirse en el gran literato que es hoy.
En los años iniciales del siglo XX el atraso económico y político eran evidentes después de una larga  y prolongada marcha armada que culmina con el triunfo de la revolución campesina. Las condiciones sociales se van transformando, desde una pobreza tradicional hasta llegar a los avances que hemos mencionado. Lo que se ve muy claramente al comienzo de la vida de Mo Yan son las profundas diferencias de clase, de numerosas categorías: campesino pobres, obreros mártires, soldados y cuadros revolucionarionarios. Los campesinos pobres no poseían tierra ni aperos y debían trabajar para otros; los campesinos promedio podían subsistir por sus propios medios y se dividían a su vez en dos clases, de las cuales la medio-inferior correspondía a los más pobres. Ambas categorías constituían las principales fuerzas de la China revolucionaria rural. Esta clasificación de la población estuvo en vigor durante toda la revolución cultural (1946-1957).
Luego de la revolución cultural se inició una nueva etapa de trasformaciones que abrió posibilidades de mejorar las condiciones económicas y políticas rígidas de la  revolución cultural y de las comunas populares. El predominio y el respeto reverencial a la figura de Mao Tse-Tung continúan aún hasta hoy. Mao Yan lo describe de la siguiente manera “Lo primero que hicimos fue ir a la plaza Tian’anmen donde hicimos la cola para fotografiarnos, luego la cola para visitar el mausoleo del presidente Mao y rendir homenaje a sus restos mortales. Mientras contemplaba el sarcófago de cristal, recordé la sensación de cataclismo que había tenido dos años antes al oír la noticia de su fallecimiento; el desengaño al descubrir que en el mundo no había dioses. Ni en sueños habíamos creído que el presidente Mao muriera un día, pero murió. Creíamos que si moría el presidente Mao seria el fin de China pero llevaba dos años muerto y el país no solo no llegaba a su fin sino que mejoraba paulatinamente, Se había reestablecido el examen de ingreso a la universidad, en el campo habían sido anuladas las calificaciones incriminatorias de ‘terrateniente’ y de ‘campesino rico’, las familias estaba mejor alimentadas y el ganado de los equipos de producción engordaba. Incluso alguien como yo podía fotografiarse en la plaza Tian’anmen y ver con sus propio ojos los restos mortales del presidente Mao”

Un nuevo libro sobre Martín Heidegger



Han pasado los años desde aquel 1927 cuando Martín Heidegger publicó, la que quizás sea la obra más famosa del Siglo XX. Ser y tiempo. Desde entonces, su fama e importancia no han dejado  de crecer. Se convirtió en el paradigma de una filosofía moderna y contemporánea. Mostrando un tipo de pensamiento nuevo y excitante, incluso algunos afirman que se trata de otra visión del mundo y de la existencia humana.
El autor de Ser y tiempo fue un hombre profundamente culto y sabio, quien encontró un camino propio que sintetiza la esencia de la cultura occidental. Ya en la parte final de su vida (1976) descubre una forma diferente del pensar que desarrolla la planteada en Ser y tiempo, la lengua como casa del ser.
Los autores de este de este nuevo libro son Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo con prólogo de del filósofo italiano Franco Volpi, recientemente fallecido. Lleva como ante título Eros y manía en el maestro de La Selva Negra. El libro abre con el epígrafe: “El hombre común yerra en la oscuridad, el filósofo se equivoca a la luz del día” del autor colombiano: Nicolás Gómez Dávila.
El tema del libro resulta sorpresivo, pues rompe con todos los presupuestos que habíamos hecho sobre la vida y obra del autor alemán; un filósofo quien consagró toda su existencia a pensar. Cuando los autores que hemos mencionado se refieren a “Eros y la manía del maestro”  están revelando una manera de ser de Heidegger que ignorábamos, porque a la par que dedicó su vida a filosofar, pensó e insistió en el amor, pues fueron numerosas las mujeres que amó. Lo que no ha sido corriente en el carácter del filósofo.
Volpi afirma que poco sorprende la caída del protofilósofo de los inicios del pensamiento occidental y compara al filósofo alemán con el sabio Tales, primer teórico, quien caminando absorto bajo la bóveda celeste, cae en un pozo y suscita la risa de una muchacha tracia que se mofa de su torpeza práctica. “Topamos así, desde el principio con la fatal discordia entre filósofos y mujeres, una querella que atraviesa la historia de la cultura sedimentándose en lugares comunes […] el caso del maestro alemán certifica la evidencia con cuanta soberana habilidad Eros puede capturar y enredar en sur caprichos, osadías y locuras hasta a la mente más sutil del más grande filósofo contemporáneo” agrega Volpi. 
Los autores del libro, Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo, arrojan una sonda en aquel hoyo negro que fue la vida sentimental de Heidegger y sacan a la luz un sinfín de pasiones y amores clandestinos así como el final en una profunda crisis nerviosa.  Entre otros aspectos biográficos que describen los autores están: su carisma con que fascinaba a sus alumnos y alumnas y a la vez sensible al encanto femenino, y su historia de amor con su discípula más famosa Hannah Arendt con quien cruzara numerosas cartas  románticas.
¿Quién podía sospechar que de su pensamiento  brotaba de un trasfondo biográfico atormentado por semejantes complicaciones? 

lunes, 11 de marzo de 2013

El inicio de la filosofía

Es bueno reconocer que a menudo los autores de estas columnas periodísticas que escribimos, con frecuencia pecamos por su superficialidad y escaso contenido. Por ello resulta útil tocar de vez en cuando, por lo menos, temas de mayor profundidad como los concernientes a la filosofía. En  ésta ocasión , nos referiremos al pensamiento denso y enriquecedor de los primeros filósofos quienes señalaron a la humanidad el camino de la reflexión y el análisis, condensados en breves mensajes o sentencias que todavía recordamos y que resultaron inmortales.

El filósofo alemán Hans-georg Gadamer, que hemos citado en distintas oportunidades,  escribió el libro  El inicio de la filosofía occidental  ( Paidos, Buenos Aires, 1995 ). Son  las transcripciones  de las lecciones impartidas por éste en el Instituto Italiano para el Estudio de la Filosofía, dictadas en enero de  1988, en Nápoles. El tema principal del seminario no es solamente el de la filosofía griega, sino, en general, el de la cultura occidental, que incluye otras culturas. Debemos recordar que la filosofía y la ciencia griega comenzaron a consolidarse en el Mediterráneo, paralelamente a su predominio marítimo y mercantil, de los cuales fueron voceros los presocráticos, como Tales de Mileto y de Éfeso, sino también Platón y Aristóteles, quienes fundamentaron la filosofía  que se extendió a las escuelas de París, Gotinga, y otros centros culturales europeos, que continuaron la tradición humanística.

El comienzo de la filosofía es un momento extraordinario. No existía nada en el horizonte del pensamiento, salvo el interés por penetrar en el conocimiento del mundo, de describir lo que está presente, pero cuyo contenido a menudo ignoramos y que queremos convertir en verdades. Después de los griegos la mayor contribución  fue de los alemanes, sobre todo de  Hegel y de Friech Schleiermacher, según Gadamer. Obras como Lecciones de la historia de la Filosofía o la Ciencia de la Lógica  de Hegel, dibujaron el camino que conduciría al pensamiento y a las leyes de la Dialéctica.

Vamos a hacer una breve síntesis de las principales tesis que plantea Gadamer en este texto. Se refiere al misterio del tiempo, siguiendo a Aristóteles y sobre todo al enigma del lenguaje;  a la filosofía como búsqueda de la sabiduría, de la verdad. Distinguiendo entre la búsqueda  y  la posesión del saber. El filósofo sería el hombre que vive completamente en la visión teórica, pues, al decir de Anaxágoras, la felicidad consiste en la observación de los astros. Más la filosofía moderna la juzga como la existencia de la ciencia en su más alto grado asestándole un golpe a la metafísica, iniciadora  de la filosofía. El siglo XIX sería el siglo en que la metafísica pierde su legitimidad frente al positivismo. Gadamer recuerda  el decir de Tales de Mileto, quien fue el primero que no contó mitos sobre los dioses. Y el inicio de la Lógica de Hegel que comienza con el misterio de la identidad del ser y de la nada, unas de las primeras categorías que serán desarrolladas principalmente por Aristóteles.

miércoles, 27 de febrero de 2013

LA MUERTE DE MONTAIGNE


El novelista chileno Jorge Edwards ha escrito recientemente una novela sobre Michel de Montaigne. Edwards ha publicado también otros libros, entre ellos, El peso de la noche, El museo de cera, El origen del mundo y El sueño de la historia. Entre las más conocidas figuran la Casa de Dostoievski y sus memorias Persona non grata, por la cual fue expulsado de Cuba cuando era embajador de Chile en ese país, que atravesaba por la revolución marxista.

Edwards describe a Montaigne (El Señor de la Montaña) como un precursor de los siglos ilustrados que vendrán, que se acerca a una sabiduría burguesa, siguiendo el camino de los clásicos; conoce el latín de Horacio, de Virgilio y de Séneca. Aprovecha para destacar a escritores en lengua española: Quevedo, Gracián, Azorín, Ortega y Gasset, Borges, y sobre todo a Alfonso Reyes, a quien califica como “el poseedor de la prosa más sólida de todos”. En cuanto a Montaigne elogia su escritura natural y juguetona, de “ritmo incomparable”, que a menudo nos hace sonreír con citas y párrafos graciosos. 

Recordemos la historia de la campesina que se emborracha en medio del bosque, una “viuda joven, rústica, de formas generosas, que al día siguiente ya no recuerda lo que pasó y quedó embarazada a la orilla del camino”. La viuda ni corta ni perezosa se apresura a publicar un aviso que pegó en puertas, en plazas y municipios en los que aseguraba que contraería matrimonio con la persona que confesara ser autora del goce. Un joven galán se presentó y reconoció ser el autor, y formaron una pareja feliz por largos años.

Montaigne vivía en una alta torre plena de libros que él consultaba diariamente y que alimentaban su imaginación y las historias que contaba, dejando en ellas ilustres enseñanzas que todavía leemos con provecho y placer, estas incluyen cuentos y sobre todo ensayos que atraviesan el camino de los años; traslada los conflictos de entonces a los problemas presentes. El libro del chileno no solo es divertido, y abierto al ingenio de un intelectual francés del siglo XVI; sino que ejecuta un brillante relato de una época convulsa por las guerras de religión, principalmente entre católicos y hugonotes; también se refiere a personajes actuales como el gran poeta chileno Pablo Neruda. Resulta apasionante el relato de la relación de Montaigne, entre filial y amorosa, con su “hija de adopción” con quien tiene, sin duda, encuentros carnales en el silencio y la oscuridad de la noche, mientras ella cuenta con 22 años, él con más de 30. El chileno ha agregado una “relación de cama” con Armando de Montaigne, quien es el hermano menor del autor francés, relación que le sirve a Edwards para afirmar que el matrimonio y el erotismo transitan por sendas separadas.

Podemos terminar la reseña de este libro tan excelentemente escrito con sus reflexiones finales que describen la melancolía y su preparación para la muerte.

A pesar de que Edwards, como ya lo habíamos dicho, tuvo serias diferencias con la revolución cubana de entonces, termina su libro con un reconocimiento a la importancia de “la filosofía de Carlos Marx, mostrándola como una filosofía del futuro, de una revolución que cancela el pasado y abre el camino al paraíso en la tierra. El problema en la práctica, se traduce en que la búsqueda del futuro, de las sociedad sin clases, del paraíso en la tierra, conspira contra el presente hasta el extremo de transformarlo en un infierno”.

“Montaigne escribe en medio de una guerra religiosa que no daba tregua, donde las matanzas, los incendios, las torturas más bestiales eran cosa de todos los días”. Edwards hace hincapié en que el lenguaje que utiliza Montaigne no es autoritario, no se presenta como una doctrina consumada y congelada, por el contrario, era uno de los hombres más libres de su tiempo y de cualquier tiempo. (La muerte de Montaigne fue publicada por Tusquets editores. España y México en mayo de 2011).

domingo, 10 de febrero de 2013

POR QUÉ FRACASAN O AVANZAN LOS PAISES


La respuesta a esta pregunta es la clave para comprender las causas de la desigualdad de los pueblos ¿Por qué unos países viven en la abundancia, mientras otros padecen pobreza e incluso hambre? Los notables economistas Daron Acemoglu, profesor de economía del instituto de Massachusetts y James A. Robinson, politólogo y economista de la Universidad de Harvard y coautores del libro Los Orígenes de las dictaduras y las democracias, galardonado con premios internacionales, se enfrentan a esclarecer este problema decisivo del cual dependen la prosperidad y la pobreza del mundo. Desde luego que las soluciones propuestas son diversas y discutibles, principalmente la más importante mencionada por estos autores que Francis Fukuyama sintetiza así: “la política se convierte en las instituciones que nacen de ella” en instrumento creador, el motor y la fuerza que conforma el pasado y el porvenir de las culturas y las civilizaciones, lo que no deja de sorprender por la sencillez y claridad de la respuesta. Este es un estudio elaborado con un profundo conocimiento de la economía y la historia política. En mi opinión su mérito no es tanto por la trascendencia de la respuesta como por la enorme cantidad de los datos y conocimientos aportados a este debate fascinante.
No es “La lucha de clases” como diría Carlos Marx si no el Poder, el hacedor de la historia humana inspirada en la idea de la “Voluntad de poder” de Federico Nietzsche, tesis que se extenderá a todo lo largo de los siglos XIX y XX.
Según los autores mencionados la causa del atraso de los países se debe a que el poder político se ha concentrado en pocas manos y estas mismas han utilizado ese poder para enriquecerse. Un ejemplo que resaltan los autores es que países como Corea del Norte, Sierra Leona o Zimbahue son pobres por esta razón a diferencia de países como Gran Bretaña y Estados Unidos que lograron derrotar a esas elites y que aprovecharon las oportunidades económicas. En una palabra, los países prósperos lograron transformar la política y desde luego le economía del país, esos pueblos alcanzaron más derechos políticos que otros, lo que los condujo a una revolución industrial, con la ayuda de la tecnología.
Se requiere la existencia de un régimen democrático a través de la participación del pueblo en los gobiernos y por consiguiente de la libertad y la competencia que abrieron el camino del desarrollo económico y político. Cuando concurren las condiciones democráticas se convierten los nuevos países en economías pujantes, caso contrario al de América Latina quien en dicha búsqueda lo que ha conseguido es transformarse en uno de los continentes más desiguales del mundo, impidiendo de paso su avance económico, cultural y político. Según lo expuesto sobre la prosperidad de los países fue la libre iniciativa y la propiedad privada los que impulsaron la transformación revolucionaria de los mismos y de sus estructuras sociales, públicas y privadas.
En síntesis podemos afirmar que las instituciones políticas deciden en gran medida quienes tienen el poder en la sociedad y que hacen con ese poder. El desarrollo es producto del pluralismo político y de la variedad de sectores sociales que influyen en este.

miércoles, 16 de enero de 2013

Nietzsche desde el balcón


Nietzsche ha vivido mucho tiempo, quizá unos dos mil años, por lo menos esta es su realidad y su esperanza. Su realidad porque vivió el mundo de su tiempo con una fuerza intensa, salida de lo profundo y de lo único, de lo que yace en la pasión y en el deseo, que se manifiesta como el cielo en tempestad, como las aguas tormentosas. Esperanza, porque anhelaba ser testigo del tiempo infinito, el que siempre regresa a su base para continuar su camino. Ese camino interminable que abarca la historia de la humanidad doliente y alegre, a la vez.

Nietzsche es un pasajero que goza en el dolor del futuro y en la felicidad de lo eterno. De esa felicidad que surge de la tragedia que nos alimenta siempre.

El problema que nos han dejado los grandes filósofos – y Nietzsche lo era - es saber de verdad qué dijeron los filósofos, cual fue el mensaje de sus palabras – a menudo enigmáticas - la verdad verdadera de sus silencios o de las sugerencias. Padeció el dolor, en los breves años de sus lecciones en la cátedra, en la enfermedad y la locura, en el viento frío de las altas montañas que le mostraron el deslumbramiento de la naturaleza y el fuego del pensamiento, que lo hicieron pensar lo impensable, el grito, el duro choque de las contradicciones, hasta el punto de revelarnos el eterno retorno de lo mismo; mejor, de ese instante inexistente porque es parte de la eternidad. De esa eternidad inhumana que ignora la existencia de Dios y por consiguiente del cielo y del infierno. Capaz de desenmascarar la fábula platónica, el falso mundo “verdadero”, donde lo único real es la sombra de las ideas y la herida que nos lleva a la nada, pero no la de la muerte, sino de la alegría de la vida que impulsa el júbilo y el goce.

Carlos Fuentes pocos días antes de morir se encontró con Nietzsche en la altura del balcón donde entabló un diálogo literario y confuso, solo alumbrado con la luz del medio día.

Resulta obvio que el inicio de la conversación entre dos desconocidos sea vago, extraño, sin dirección, buscando un punto de encuentro que permita empatar un pensamiento común. Son diferentes, pero debe existir algo que los acerque, algo sagrado: la amistad, el más antiguo y noble de los sentimientos, por encima de la pasión y del amor; quiénes somos, qué buscamos entre nosotros. Es sin duda el problema de la relación mutua que no ha llegado todavía pero que puede conducir al rebaño, a seguirnos los unos a los otros, pero también, la atracción, en fin, el diálogo. Así se abre la perspectiva del encuentro.

Estamos ante una obra difícil de encontrar su rostro, de descifrar lo solitario, la inquietud que envuelve al ser humano. ¿Fuentes es capaz de interrogar a Federico Nietzsche? ¿Qué simboliza el balcón? ¿Es la apertura hacia la vida? ¿Es el espacio abierto, donde penetra la luz, la alegría del pensar? ¿O solo el dolor de lo trágico de la existencia?

Nietzsche ha producido algunas de las ideas más poderosas de la filosofía moderna y contemporánea, que Heidegger sintetiza en los siguientes temas, como las del eterno retorno de lo mismo, la voluntad de poder, el superhombre, la transvaloración de los valores, la muerte de Dios, el nihilismo europeo, la metafísica como la historia del ser. Son tan fuertes y complicadas que, desde luego, no pueden expresarse en una novela como la que intentó escribir Carlos Fuentes (Federico en su balcón, Alfaguara, Bogotá, Colombia 2012).