Por: José Arizala
La Universidad Autónoma de México ha publicado (2004) la corta autobiografía que indicamos arriba, acompañada de un bello prólogo de Nydia Lara Zavala, de una carta de Adam Smith sobre nuestro personaje y termina con otra carta de Hume sobre un par suyo, Juan-Jacobo Rousseau, en la cual da testimonio del carácter, la sensibilidad y el nivel cultural del autor del Contrato Social. Relata algunas anécdotas sorprendentes e increíbles.
Estudia Derecho por sugerencia de su familia, “pero yo siempre sentí una insuperable aversión por lo que no fuera la indagación filosófica y el aprendizaje en general; así mientras ellos imaginaban que yo estaba dedicado minuciosamente a Voet y Vinnius, en realidad Cicerón y Virgilio eran los autores que devoraba en secreto”.
Pronto abandona su trabajo de abogado para dedicarse por completo a escribir sobre diversos temas, principalmente filosofía. Un futuro encuentro con su profesión sólo lo tendrá cuando sea nombrado Bibliotecario de la Facultad de Derecho de Edimburgo. En su juventud vivirá con pocos recursos económicos, aunque murió rico, gracias a la frugalidad en sus gastos y a las regalías de sus libros, con los que poco a poco fue ganando lectores, autoridad y fama. Dejará herencia a su hermano, pues, aunque se apasiona por algunas damas, falleció soltero. Como corresponde a la mayoría de los filósofos para quienes el amor por el saber supera cualquier otra pasión, incluso la que la mayoría de los mortales consideramos la más poderosa. Son más fieles al celibato que muchos sacerdotes católicos que formulan eternos votos de castidad. Una semana antes de morir David le escribe a su amada con pasión contenida: “veo a la muerte aproximarse gradualmente, sin angustia ni lamentos: la saludo a Usted, pues, por última vez con gran afecto y respeto”.
David Hume fue uno de los primeros de los grandes filósofos de la época moderna que expuso públicamente su ateísmo. Influyó tanto en Kant, que éste confesó que el estudio de Hume, le permitió salir del “sueño dogmático” en que se encontraba y darle un nuevo enfoque a su filosofía. Hume fue fundador de la escuela empirista inglesa, una de las más importantes en la formación del pensamiento moderno y que dio argumentos para rebatir las tesis idealistas de Descartes. En la prolongada lucha contra la metafísica, su refutación del principio causal y del orden cósmico que necesita de un dios para existir, se constituyó en un hito del pensamiento anti-escolástico. Rechazó la revelación como fuente de verdad y destacó el conocimiento que surge de las relaciones de hecho, fruto exclusivo de la experiencia. Como lo anota la prologuista Lara Zavala, su Tratado aportó los cimientos de una ciencia del hombre: “Supuso que todo lo que se podía decir de Dios, el mundo, la vida, iniciaba y terminaba en el hombre mismo”. Algunos de sus artículos tuvieron un tono antirreligioso y anticlerical.
Este ateo confeso 13 días antes de su muerte le agregó a su autobiografía estas líneas: “Parece innegable que nada puede otorgarle más mérito a cualquier criatura humana que el sentimiento de benevolencia en un grado sumo; y que, aparte de su mérito, surge de una tendencia a promover el interés de nuestra especie y a dar felicidad a la sociedad humana”.
Su contemporáneo y gran amigo Adam Smith, uno de los padres de la ciencia económica clásica, admiraba su personalidad y respetaba su pensamiento filosófico. En la carta que comunica a su amigo William Strahan el fallecimiento de Hume, Smith dice: “Siempre lo consideré durante su vida y desde su muerte, como alguien que se aproximó tanto a la idea del hombre absolutamente sabio y virtuoso como quizá la débil naturaleza humana lo permita”.
Como era previsible su ateísmo fue duramente rechazado por la sociedad inglesa. Smith relata que la hoja de papel que escribió en memoria del finado amigo Hume, “me ha ocasionado 10 veces más insultos que el violentísimo ataque que hice sobre todo el sistema comercial de la Gran Bretaña”.
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