Por: José Arizala
Con Platón y Aristóteles la grandeza especulativa de la filosofía griega llega a su mayor altura. El mensaje de sus antecesores, los llamados pre-socráticos, sigue siendo incomprendido o no suficientemente aclarado, como lo afirmó Martín Heidegger.
Luego de Aristóteles vienen escuelas de gran interés, que transitan por senderos distintos. El dogmatismo (de ella ya habíamos hablado en estas notas sobre Hegel) y el escepticismo, su contraparte. Nacieron en Grecia pero fueron trasplantadas a Roma. Hegel no aprecia la civilización romana. Se atreve a decir: “Dentro del funesto mundo romano, se borra con mano áspera todo lo que había de bello y noble en la individualidad espiritual” ( Lecciones de historia de la filosofía t.2 p.339 F.C.E. 1955). Para este filósofo en el “luminoso mundo griego” el individuo está más unido a su Estado, a su mundo y tenía una mayor presencia en él, lo cual desaparece cuando el pensamiento griego es trasladado a un lugar que no es el suyo, que no le dio origen.
El romano pierde la armonía con el mundo, se divorcia de éste, vive para el exterior. Trata de encontrar una nueva unidad, pero lo hace de una manera falsa, artificiosa, lo busca a través de lo abstracto – para Hegel lo abstracto no es lo mismo que la especulación filosófica – lo que lo convierte en un insatisfecho, en contradicción con el mundo y agrega: “Las individualidades vivas de los espíritus de los pueblos se ven reprimidas y son asesinadas, un poder extraño viene a pesar, como lo general abstracto, sobre el individuo”.
Hegel aunque no enumera causas materiales para ese cambio de los romanos en relación con los griegos, sí las insinúa al referirse al “funesto mundo romano” que ha provocado éste marchitamiento del espíritu y subraya las motivaciones ideales: la abstracción que conduce a las escuelas mencionadas. “Estas filosofías de la época, son, pues, las que mejor encuadran al espíritu del mundo romano, dado que la filosofía se halla siempre en estrecha armonía con la concepción general del mundo” Aparece un patriotismo formal así como un sistema de derecho muy desarrollado, pero de esta pobreza “no podía surgir una filosofía especulativa, sino solamente buenos abogados”. El derecho romano es una ciencia práctica que se apoya en la abstracción pero no genera un gran pensamiento, pues carece del aliento espiritual suficiente.
El escepticismo se expande por la élite de Roma y de sus provincias. Tiene varias etapas que se van tornando complejas. Hegel distingue el escepticismo antiguo del moderno y matices entre ellos. Su fundador fue Pirrón, nacido en Elis, contemporáneo de Aristóteles y honrado por la ciudad de Atenas. Fue un “fanático” de esta doctrina hasta el punto de afirmar que la realidad de las cosas sensibles no encerraba verdad alguna y él actuaba en consecuencia, lo que ponía su vida continuamente en peligro: en las calles no se apartaba de los caballos o de los carruajes que avanzaban por ellas, teniendo los amigos y conocidos que de apartarlo de aquellos, incluso se estrellaba contra las paredes, ya que suponía que no existían. Podríamos llamarlo un “dogmático” al revés.Tan acendrado era su escepticismo.
El escepticismo lleva la concepción de la subjetividad hasta el extremo: sustituye el ser del saber por la expresión de la apariencia. Ha sido el mayor enemigo de la filosofía. Todos le temen: destruye lo determinado demostrando su inexistencia. “ Su resultado – dice Hegel – consiste ciertamente en la disolución de la verdad y, por lo tanto de todo contenido, es decir, es la más completa negación” Por ello resulta muy difícil de controvertir. Es lo opuesto al dogmatismo. Si para éste lo importante es lo positivo, para aquel, es lo negativo.
El escepticismo “pensante” es una variante del escepticismo en general. Pone de manifiesto en todo lo determinado y finito su carácter vacilante e inseguro. Es el nacimiento de la duda, que tanta importancia ha tenido en el desarrollo de la filosofía y del pensamiento humano. Ella derrumbó la escolástica y Descartes abrió las puertas de la modernidad. Paradójicamente la lógica adquiere una nueva dinámica gracias a la duda metódica pues se descubre que la contradicción contiene una potencia enorme que obliga a una interrogación más profunda, aunque también puede conducir a que esto o aquello se disuelva como si no existiera. Destaca Hegel: “Desconoce que también esta negación es de suyo un determinado contenido afirmativo, puesto que es, en cuanto negación de la negación, la negatividad referida a sí misma y, más precisamente, la afirmación infinita”. Hegel alude a una de las leyes de la dialéctica, la negación de la negación, sintetizada por su enorme talento.
Esta es la relación entre el escepticismo y la filosofía. La idea abstracta es lo quieto, lo inerte. Solo es verdadera en cuanto se concibe como una idea viva. “ Por ello, concluye Hegel, es necesario que sea una idea dialéctica de suyo, para que pueda vencer aquella quietud inerte y modificarse”. Al modificarse se despliega en el espacio y en el tiempo.