Por: José Arizala
Una vez más ha ganado las elecciones presidenciales del 30 de mayo (la primera vuelta), el candidato del establecimiento político. En este caso, Juan Manuel Santos, representante del uribismo, de la derecha militante. Aceptando con entusiasmo toda la herencia de ese régimen, sin la menor reserva. De tradición liberal, perteneciente a una de las familias más poderosas del país, copropietario de la mayor empresa periodística, El Tiempo, que cumple por estos días l00 años de fundada, de enorme influencia en la opinión pública. Santos duplicó en porcentaje y número de votos a su más cercano contendor, el profesor Antanas Mockus.
A su vez Santos se benefició de la ayuda del aparato estatal, de las grandes empresas, de los votos de las grandes y pequeñas ciudades, de los campesinos, de la Colombia profunda, muchas veces recorrida por la guerrilla, durante los últimos cuarenta años. Su programa continuista de la política oficial enfatizó en un desarrollo capitalista neo-liberal. No importa que en el pasado haya planteado como modelo económico una “tercera vía” entre el capitalismo y el socialismo. Después de su triunfo propuso un “acuerdo nacional de unidad”, que haría innecesaria la oposición a su gobierno. Rectificando su posición anterior, saludó al candidato Gustavo Petro del Polo Democrático Alternativo (PDA), con cuyo partido no quería absolutamente nada, pues, según él, pertenecía al campo despreciable de los “mamertos y bandidos de la izquierda”.
El PDA no desapareció de la escena política como vaticinaban muchos politólogos. Por el contrario su candidato Petro salió de la batalla electoral con prestigio y absuelto de alguno de sus “pecados” de juventud, como el de haber pertenecido a un movimiento guerrillero. Pero el resultado de Petro pudo ser mejor si no hubiera cometido algunos errores. Al comienzo de su campaña se pasó de la izquierda al centro, creyendo que así ganaría más votantes, olvidando que ese lugar ya estaba ocupado por otro buen candidato, Rafael Pardo, quien ha sido liberal todo el tiempo. Desde luego los centristas preferían el original al advenedizo.
Estas vacilaciones de Petro contribuyeron al auge del fenómeno electoral de la jornada, el candidato Antanas Mockus, del Partido Verde, quien adelantó una campaña muy original, con un lenguaje novedoso y una actitud desapasionada, casi políticamente neutra, un tanto mística, como un Gandhi colombiano. Logró más de tres millones de votos, una cifra increíble en tan poco tiempo (en no más de tres o cuatro meses). El peligro de estas victorias tan inesperadas y caudalosas es que no adquieran consistencia y como globos gigantes sean arrastradas por el viento de los acontecimientos. La tarea del Partido Verde en la coyuntura, es crear, para participar en la segunda vuelta, una alianza de fuerzas anti-continuistas, capaz de derrotar la hoy sólida alianza liberal-conservadora que encabeza Santos.
El peor desempeño en la liza electoral le correspondió a la candidatura de Noemí Sanin, del partido conservador. Lo que comenzó como un partido unificado por el afán de tener en sus manos la totalidad del poder, terminó en un enorme desastre. Se dividió en tres partes: la oficial del directorio, la disidente del exministro Arias y la de los hijos de los presidentes conservadores que decían representar la doctrina más pura. Es posible que en el fondo estuviera la dispuesta por los cargos públicos del futuro gobierno. ¿Cuál era la carta más segura, Noemí o Santos?
El liberalismo terminó con muy magros resultados. Luchó por mantener una posición digna de oposición a la arbitrariedad y a la corrupción del gobierno releccionista, pero el partido, como organización, no respondió a ese llamado a favor de los principios y de la decencia. El agua, en los 12 años de oposición, que ellos han llamado de tránsito por el desierto, se agotó del todo. Una frustración más de un partido que ha contribuido a la historia de Colombia en los últimos 150 años. Sería posible que una fusión con el partido Cambio Radical que dirige Germán Vargas Lleras le permita prolongar su existencia.
Probablemente la candidatura de Mockus no logre superar en la segunda vuelta a la maquinaria arrolladora de Juan Manuel Santos. Este tiene demasiados factores de poder a su lado, incluso de vastos sectores populares que temen perder las migajas que les “regala” el establecimiento, para poder sobrevivir. Cuenta, además, con la indiferencia de muchos que prefieren el abstencionismo a participar en elecciones que la experiencia les demuestra resultan inútiles para resolver sus problemas. Los colombianos pobres y excluidos, los desempleados, los desplazados a la fuerza, los humillados y sedientos de justicia, siguen esperando que la democracia se acuerde de ellos. Amén.