Richard Stengel, redactor jefe de la revista Time, ha escrito una biografía de Nelson Mandela muy singular. (El legado de Nelson Mandela. Editorial Planeta. Colombia. 2010) No se trata de una historia lineal del gran líder africano, sino un retrato de su carácter y de sus pensamientos, después de permanecer 3 años a su lado. Se dirá que 3 años en una vida que se acerca al siglo, no es mucho. Pero es la vida de un hombre que permaneció muchos años en una prisión de alta seguridad y condenado al aislamiento, por dos razones, que en este caso es una sola: por ser negro y anhelar la libertad de su pueblo por encima de todas las cosas.
El libro comienza con un breve prefacio escrito por Mandela en el cual aclara a los lectores un original y profundo concepto africano, Ubuntu: “Somos seres humanos solo a través de la humanidad de otros”. Solamente en un continente donde el homínido se hizo hombre, pudo haberse concebido este poderoso y transformador pensamiento, que supera incluso a la paideia griega. Solo el ejercicio de nuestra vocación humana nos ha formado hombres, nos ha permitido llegar a la excelencia de las especies animales y así posibilitar el advenimiento del espíritu humano. Pero a diferencia de la concepción idealista, esta altura maravillosa la alcanzamos no por milagro de un poder divino, sino de la interacción de los hombres entre sí, es decir, fruto del trabajo, portador de humanidad. Termina el texto de Mandela con una invitación a los individuos y a los pueblos a ejercer el liderazgo para vencer los desafíos que aún tienen que encarar.
"Mandela es considerado un hombre de coraje, dispuesto a correr los peligros de una vida de lucha, o sea, un hombre valiente"
¿Quién es Mandela? Eso lo sabemos, el mayor y más puro líder de Sudáfrica, el conductor de la lucha contra la oprobiosa política del apartheid, el vencedor del “poder blanco”, venido de allende del mar para humillar y explotar a la población negra nativa. ¿Pero, cómo es Mandela? Sus manos un tanto marchitas, tienen la piel áspera tras décadas de trabajos forzados en las canteras, que un día también fueron las del primer comandante de la rama militar del Partido del Congreso Nacional Africano. Mide casi un metro noventa, tiene un hermoso color caramelo, camina despacio, en cámara lenta, como si meditara, igualmente, con los pies.
¿Cómo lo trataron en la cárcel? Su biógrafo contesta: “Había pasado 27 años en prisión con carceleros que, durante la mayor parte de ese tiempo, le trataron de forma inhumana y con una despreocupada brutalidad que él daba por sentado. Antes de eso había sido perseguido por policías y soldados que veían en él a un terrorista al que había que detener a toda costa. Vivía en un país en que la clase dirigente blanca ni le consideraba ni le trataba como a un verdadero ser humano”. Para evitar tentaciones libertarias de sus amigos y copartidarios, lo encerraron en la isla de Robben. En 1992, tres años después de haber salido de la cárcel, Sudáfrica estaba al borde de la guerra civil. La serenidad, la sabiduría del líder, contribuyó decisivamente a detener el peligro. “Su presencia es radiante, luminosa, te sientes un poco más alto, un poco mejor”, anota el periodista norteamericano. “Cuando me marché de su lado, terminado ya el libro, fue como si el sol saliera de mi vida”.
Mandela es considerado un hombre de coraje, dispuesto a correr los peligros de una vida de lucha, o sea, un hombre valiente. Pero él confiesa que no es valiente, que a veces siente miedo, por ejemplo, cuando en el pequeño avión en que volaba se para una de sus dos hélices, o cuando un carcelero lo amenazaba romperle los huesos o cuando, para acceder a la edad de la hombría, a los 16 años, debe enfrentar la ceremonia pública de la “circuncisión”. Entonces, el coraje consiste en vencer el miedo, en caminar con la cabeza en alto, con dignidad, optimismo y esperanza. Es una actitud de todos los días. Recuerda los versos de Shakespeare: “Los cobardes mueren muchas veces antes de morir. / Los valientes prueban la muerte una sola vez”.
Mandela no gusta parecer un gran orador, prefiere las palabras tranquilas, a las grandilocuentes. En un momento trágico y peligroso para la paz, cuando el segundo jefe del partido, Chis Hani fue asesinado, Nelson (nombre inglés que le puso su maestra de escuela) , tomó el micrófono y se dirigió a la nación, dijo: “Utilicemos nuestro dolor, nuestra pena y nuestra rabia para seguir adelante hacia la única solución duradera para nuestro país, un gobierno del pueblo, elegido por el pueblo y para el pueblo.” Así Mandela se convirtió en el líder de los sudafricanos blancos y negros.