lunes, 2 de mayo de 2011

Locke según Hegel (XVIII)

John Locke retoma el tema de Francis Bacon y de René Descartes: la reflexión sobre la verdad, como consecuencia de la crisis de la filosofía, ocurrida a finales de la Edad Media y en el comienzo de la nueva época que hemos denominado la Modernidad. El nacimiento de nuevas ciencias o el replanteamiento de algunas de ellas, como la astronomía, la física, la geografía, la economía, ponen en tela de juicio las “verdades eternas” de la Escolástica y los principios filosóficos que la sustentan.

¿El universo es tal como lo describe el Antiguo Testamento y por consiguiente el  conocimiento solo tiene una fuente verdadera que es la revelación divina o la mente humana es capaz de captar y comprender el mundo material y la naturaleza humana?

"Para Hegel, la filosofía de Locke es uno de los momentos fundamentales de la formación del espíritu"

Descartes había dado el paso decisivo, se pregunta: ¿existe un punto de apoyo a partir del cual podemos estar seguros de que  nuestra sensación o  nuestro razonamiento son verdaderos? Sí, responde. Es  la conciencia humana,  el cogito, el pensamiento. Solo existe lo que está en mi conciencia. ¿Pero como llega a nosotros ese conocimiento? A este problema , que es uno de los más arduos y difíciles de la filosofía se enfrenta John Locke.  

Rechaza las ideas platónicas, únicas y eternas, que según lo creído hasta entonces persisten en el espíritu humano . Acepta lo afirmado por Bacon de que nuestro saber es resultado de la experiencia, transmitida por los sentidos.  Locke profundiza esta intuición baconiana, ahondará  en la reflexión sobre el proceso del conocimiento. Para ello se apoya en los hechos  registrados por la razón.

Los filósofos pre-modernos, partían de la base  de que  una sola sustancia conformaba lo existente, tesis que reafirmará Spinoza, haciendo de lo general lo fundamental. Como hemos señalado,  Descartes escinde lo creado en dos substancias diferentes: el pensamiento y lo físico, dando lugar al dualismo filosófico.  Lo existente deja de ser único y hegemónico. Para Descartes  con la dualidad del ser surge la diferencia y  por consiguiente, lo negativo. La aceptación de lo negativo y de su papel en los procesos, fruto de lo individual y lo finito, tendrá una enorme importancia, recuperando la dialéctica su juego diverso y múltiple, el poder transformador del pensamiento y la materia, tesis que desarrollará precisamente  el sistema hegeliano. Estos avances del saber originan un gran interés por lo contrario, lo opuesto,  lo sensorial,  lo limitado, lo inmediatamente existente.

Están dadas las premisas para que Locke pueda afirmar que  no existen “ideas innatas”. Nada hay en la mente humana antes de la experiencia. La mente es una especie de tabula rasa vacía de todo contenido y que va llenándose con lo que llamamos experiencia. Parte de las percepciones singulares hasta llegar al concepto, es decir, a lo general. “Por consiguiente para Locke lo general  es lo deducido, el resultado, lo hecho por nosotros, lo que pertenece simplemente al pensamiento como algo subjetivo” (Hegel. Lecciones sobre la historia de la filosofía. T. III p. 318 FCE. 1955). Su desarrollo consiste en revelarse a la conciencia.

Kant  observa que la fuente de las representaciones generales no es precisamente lo individual, como creía Locke, sino el entendimiento. Para Hegel la filosofía de Locke es fácilmente comprensible, una filosofía popular a la que se une toda la filosofía inglesa. Sin  embargo, la considera como uno de los momentos fundamentales de la formación del espíritu. “Las ciencias en general y en particular las ciencias empíricas  deben su origen precisamente a esta trayectoria del pensamiento” . Resulta muy interesante la observación de Hegel de que los ingleses llaman filosofía a una serie de principios acerca de la economía del Estado, como el principio del libre cambio y a los pensamientos  necesarios y útiles. Rechazan el método escolástico que parte de principios y definiciones. Les interesa más las leyes físicas, las fuerzas, la materia en general, por ello consideran a Newton  como el filósofo por excelencia.

John Locke nació en Inglaterra en 1632. Estudió en Oxford, haciendo a un lado la Escolástica y, por su cuenta, aprendió la filosofía cartesiana. Se hizo médico pero no la ejerció como profesión. Vivió en Alemania, Francia, Holanda, donde encontró asilo y protección, pues fue víctima de persecución política y  expulsado por Jacobo II de Inglaterra. Después de la revolución de  1688 regresó a su país.  Murió en octubre de 1704, a la edad de 73 años.

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