Como lo hemos anotado anteriormente, la filosofía francesa abre un nuevo capítulo en el pensamiento europeo; el movimiento de la Ilustración se extenderá por todo el continente con un impulso arrollador, al igual que los ejércitos napoleónicos, de España a Rusia, del Mediterráneo a los Mares del Norte. Mientras tanto Alemania comienza a elaborar una nueva tendencia filosófica, el Idealismo Alemán, sustentada en el romanticismo, el río secreto que corre debajo del firme territorio de la razón.
Esa nueva tendencia filosófica se inspira en el empirismo inglés que ve la utilidad “como la esencia de las cosas”, influencia de Hume y luego de Rousseau. Descartes ya había hecho un corte profundo entre la extensión y el pensamiento, mostrando la profundidad de lo existente, la distinción entre lo infinito y lo finito, entre lo concreto y lo especulativo, entre lo material y lo espiritual. Lo infinito se desplaza al campo de la abstracción y de lo incomprensible.
"Esa nueva tendencia filosófica se inspira en el empirismo inglés que ve la utilidad 'como la esencia de las cosas', influencia de Hume y luego de Rousseau"
Los alemanes comienzan a apartarse de su filosofía insustancial, de bajo vuelo. De temas derivados de la religión como “la eternidad de las penas del infierno, la bienaventuranza de los paganos y la contradicción entre la rectitud de la conciencia y la propiedad”, dice Hegel. Mientras que los franceses hacían valer las determinaciones finitas frente a lo infinito, el sano sentido común, la experiencia, los hechos de la conciencia, apartándose de la metafísica, “del entendimiento seco y muerto” de los filósofos alemanes de entonces.
Hasta que Kant le da un vuelco vital a la filosofía en Alemania, que ya estaba en marcha en el resto de Europa. En otras palabras, el impulso de la razón se fortalece y viene acompañado de la subjetividad, de la libertad del espíritu: “Cuanto más se encierra dentro de sí la razón humana más de aparta de Dios, más se amplía el campo de lo finito. La razón es el uno y el todo y es, a la par, la totalidad de lo finito” (Hegel, Las lecciones de la historia de la filosofía ya citadas, t. III, p.405 ).
Sin embargo, Dios continúa presente como representación de la unidad, la unidad del pensar y del ser. Pero esta unidad carece de pensamiento porque Dios no es el pensamiento mismo. De allí que ahora se afirme que la unidad resida dentro del pensamiento, pertenece a la conciencia. Quiere recobrarse a Dios que había sido apartado por la Ilustración, lo que harán Kant (hasta cierto punto), Fichte, Schelling y el propio Hegel. Dando origen a uno de los segmentos más brillantes y profundos del Idealismo, a la filosofía Clásica Alemana.
En el siglo XVIII se inicia un importante desarrollo económico en Alemania, que le permite acortar la distancia que la separa de Inglaterra y Francia y una mejor comprensión de la Ilustración francesa, acoplando ésta a las condiciones propias, sin que la Ilustración alemana alcance el coraje y la intensidad de la francesa, lo que se percibe en su búsqueda de la convivencia del saber y la fe, de la ciencia y de la religión.
El capitalismo se extiende por toda la Europa Occidental, sustituyendo al régimen feudal; proceso fuertemente impulsado por la revolución francesa de 1789 -1794. Estos dos acontecimientos: el avance del capitalismo y el estallido de la revolución, entre otros, permite la elaboración de un nuevo pensamiento político y filosófico creado en gran medida por la burguesía. Ideas que generan un gran entusiasmo en la nueva clase dirigente para impulsar el desarrollo de la economía y, al mismo tiempo, las luchas de las clases trabajadoras por sus reivindicaciones económicas, sindicales y políticas.
El gran desarrollo de la filosofía alemana va acompañado de un auge cultural extraordinario, como lo demuestran las obras literarias, entre otras, de Schiller y Goethe, de gran belleza y profundidad humana, verdaderos cantos a la libertad.