lunes, 13 de febrero de 2012

La elegancia del erizo

Tan extraña como su título es esta novela de Muriell Barbery. La leo en su sexta edición castellana (Seix Barral, Editorial Planeta colombiana. 2011). En Francia se han vendido más de 600.000 ejemplares. La autora es profesora de filosofía, pero el personaje central del libro es una portera de un edificio burgués de la calle Grenelle No. 7. Una de sus escasas contertulias es Paloma, una niña de 12 años, esquiva y talentosa. Las une la soledad y el amor al arte, cualidades que descubren a través de un tercer personaje, un hombre venido del Oriente, fino y cordial, director de cine, de rica sensibilidad.  Le Figaró  habló de este cuento largo como “moderno y refrescante”; Le Express, “divertido e inteligente”; Le Nouvel Observateur, de “humor devastador”.

“A pesar de que los temas del libro son aparentemente intrascendentes están salpicados de filosofía. Se citan autores famosos y pensamientos de innegable hondura


Tangencialmente se relacionan los vecinos del elegante edificio. Percibimos sus modales burgueses, sus rivalidades y egoísmos, vistas  por la mirada intensa y certera de Renée, una mujer de 54 años, la mayor parte de ellos vividos en el fondo de un cuarto oscuro, sin más compañía que sus gatos amados.

El preámbulo del texto comienza con una breve mención a Carlos Marx, pronunciado por uno de los jóvenes del apartamento de los Palliéres y que escucha la portera: “Marx cambia por completo mi visión del mundo”. Este joven parisino nos recuerda a los rebeldes que participaron en los “acontecimientos” de mayo del 68. Él es heredero de una antigua familia industrial, “último bufido de la gran burguesía de negocios”. El joven lo dijo lleno de felicidad, sin prever que la modesta mujer que lo escuchaba podría entender. “¿Qué pueden comprender las masas trabajadoras de la obra de Marx? Su lectura es ardua; su lenguaje, culto; su prosa sutil; y su tesis compleja. Y entonces por poco me delato como una tonta – Deberías leer La ideología alemana.- le digo a ese papanatas. Con esa lectura podemos comprender por qué está Marx equivocado. Una portera no lee La ideología alemana […] Que pueda leer a Marx para elevar su espíritu es una incongruencia que ningún burgués llega a concebir siquiera. Para éste quien lea a Marx es porque le interesa la subversión y le vende el alma al diablo llamado CGT”, (la principal central obrera de Francia).

Renée, la portera, es una vieja pequeña y fea, viuda, rechoncha con callos en los pies, aunque ha caminado poco en los últimos 27 años por culpa de su oficio. Su gran amiga y colega es Manuela que la visita dos veces a la semana para tomar  te, fino, oloroso y muy placentero. A veces dedica algo de su tiempo para ver “la caja tonta” (el televisor), cuando no escucha el paso de los habitantes de las escaleras o de los pisos.
Como los lectores habrán adivinado esta pobre mujer no tiene amores, apenas el recuerdo de su esposo. Su existencia  transcurre con las reglas de la rutina, la soledad y la ausencia de sucesos, salvo el que tendría al final, que no describiré para que el lector no descubra el secreto de su vida y de su muerte.

A pesar de que los temas del libro son aparentemente intrascendentes están salpicados de filosofía. Se citan autores famosos y pensamientos de innegable hondura.  Renée es, pues, un personaje doble, la portera ignorante y al reverso de  de ella, la profesora conocedora del saber contemporáneo, incluyendo la política y el arte.  

Sin embargo algo le ocurre a Renée, con la Llegada al edificio el señor Kalkuro Orzu. Su apartamento es grande y bonito, arreglado con su gusto japonés, puertas correderas, bonsáis, una gran alfombra negra, biombos de bambú, “que le dan a la habitación una atmósfera de país del sol naciente”. Es, además, un varón extraordinario, tan delicado y bello interiormente como el lugar donde reside. Orzu se fija en la portera y la convierte en su amiga. Por primera vez se siente tratada como un ser humano que merece consideración y respeto, incluso amor. Su espíritu y su cuerpo de alguna manera han renacido: “Una  deliciosa ducha de silencio inunda su cuerpo agradecido”. Los burgueses franceses la han menospreciado, solo ven su banalidad de portera. Una nueva civilización ha descubierto en ella su humanidad.

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