martes, 10 de julio de 2012

Retratos a distancia

A pocos kilómetros de la ciudad de Washington D.C está “Mount Vernon”, la hacienda de George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos de América. En una colina que domina el espacio se encuentra la Mansión principal, convertida hoy en museo, rodeada de jardines; pequeñas casitas, residencias de los trabajadores administrativos y esclavos de la época. Establos de caballos y ganado, graneros, casa de carruajes, destilería de vinos y whiskey, cementerio de esclavos, todo esto en medio de un hermoso bosque a las orillas del Potomac. En su seno está la antigua tumba de George Washington y la nueva, que sorprende por su sencillez y modestia. Murió en su habitación el 14 de diciembre de 1799.


Coincidencialmente con mi visita al museo, terminé de leer un interesante libro del alemán Claus Offe, doctor en Sociología (1968), colaborador de J. Habermas en el Instituto de Investigación Social de Frankfurt, Autorretrato a distancia (Katz Editores. Buenos Aires. 2006). Se trata de la visión que tuvieron los filósofos de la política y sociólogos Tocqueville, Weber y Adorno, de los Estados Unidos, después de sus respectivos viajes a ese país, en épocas y por periodos de tiempo diferentes.

Alexis Tocqueville, aristócrata francés, en misión oficial de información y estudio durante nueve meses, escribió en el año de 1831 y 1832; Max Weber en 1904 y Theodoro Adorno de 1938 a 1949, es decir, retratos ejecutados en un plazo de ciento veinte años.

Si bien el tema principal del libro son los EE.UU, va más allá al extenderlo “al destino precario de la libertad en las sociedades capitalistas modernas” (Offe). En Max Weber la breve experiencia norteamericana fue decisiva para afirmar su tesis referente al destacado rol que ejercen las sectas religiosas en la formación del capitalismo. En cuanto a la prolongada estadía de Theodoro Adorno, intelectual de la burguesía alemana ilustrada, judío, que se vio obligado a huir de su país por la persecución del nacional socialismo, expresó en sus libros, ensayos y conferencias una posición ambivalente, primero negativa y finalmente favorable sobre la sociedad norteamericana.

Los tres pensadores tratan de aclarar cuán importante ha sido para el pueblo y las instituciones norteamericanas el logro de la libertad y la igualdad y hasta donde sus costumbres y prácticas han influido en su política exterior. Tocqueville, cuya familia fue afectada por la Revolución Francesa de 1789, creció en una época post revolucionaria, con la convicción de que la gran tendencia de la historia universal de los últimos siglos, “consiste en la paulatina nivelación de las desigualdades de nacimiento de las sociedades estratificadas”. Y hace la afirmación en su libro La Democracia en América, que la democracia norteamericana no es resultado de un proyecto revolucionario sino de la carencia de un orden político hereditario.

En su famoso libro que hemos mencionado atrás intenta responder a la pregunta: ¿Cómo un orden social basado en la libertad igualitaria de las personas, logra producir prosperidad y estabilidad en los EE.UU, mientras que en Europa los primeros pasos hacia un orden semejante desemboca en conflictos bélicos y guerras civiles, retrocesos reaccionarios, así como en el permanente temor al alzamiento revolucionario de las masas populares? ¿Cuáles son los factores que conducen a su fracaso?

Otro tema fundamental del libro de Offe es averiguar la posición de Tocqueville, Weber y Adorno sobre lo siguiente: ¿EE.UU se europeíza o Europa se americaniza? ¿Cuál es el futuro de los dos continentes? Esta discusión se plantea a partir de la afirmación que hace Hegel en su libro Lecciones de Historia de la Filosofía (escrito en la primera mitad del siglo XIX) según la cual América no había entrado en la historia universal, proclamando el eurocentrismo que se extendería, desde entonces, a las ciencias sociales y que todavía permanece en ellas.

En síntesis los tres autores mencionados reconocen la existencia de la democracia en América, sin negar sus falencias como la extrema búsqueda de la ganancia, haciendo de Norteamérica una sociedad exageradamente “materialista”, dejando las ideas en un segundo plano, salvo en el campo religioso. Rechazan la “industria cultural” que domina todos los sectores de la “cultura”, en todo caso reconocen cualidades excepcionales de los EE.UU, como su extensión, sus riquezas naturales, su libre régimen político (aunque reclaman la existencia de verdaderos partidos políticos e incluso de clase), excepcionalidad que lleva a sus gobiernos a considerarse destinados a mantener el orden económico y político mundial. El último capítulo lo dedica Claus Offe a criticar fuertemente la política exterior de los EE.UU y su aspiración a dominar el mundo.

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