Vivir 95 años es vivir casi un siglo.
Una edad muy adecuada para un historiador, un hombre cuya misión es
contar los hechos de sus contemporáneos y de las generaciones que ya
se despidieron de este mundo. Más aún si se ha nacido a orillas del
mar más antiguo y culto de la historia del hombre: el Mediterráneo,
en Alejandría, una ciudad llena de historia y de misterio, donde se
han encontrado los pueblos, después de navegar en muchos ríos y
atravesar las montañas y el desierto. Y a corta distancia de las
pirámides que resisten las tempestades de arena para resguardar a
algunos de los gobernantes y dioses más antiguos. El núcleo de su
pensamiento es repasar el tránsito de los siglos y, al mismo tiempo,
adivinar el curso futuro del género humano. El historiador es un
testigo, un reportero y un soñador de lo que vendrá. El vive y
espera lo que sucederá antes de que terminen los años y llegue la
hora de subir a los cielos o desaparecer en el tiempo.
“El historiador Eric Hobsbawm ha muerto el 1 de octubre de 2012 mientras que Europa y el resto del mudo se estremece con el desempleo infinito, las epidemias , la sequía y el hambre.”
Además Eric Holbsbawm pertenece a un
pueblo que ha escrito libros que recogen las voces de los dioses y
han dado lugar a las religiones universales, como el judaísmo, el
cristianismo y el islamismo y que mantienen influencia en
civilizaciones antiguas y modernas; algunos de ellos libros “sagrados” como la Torá, la Biblia, el Corán
y otros no tanto, como El Capital de Marx.
El vaivén de las guerras, revoluciones
y cambios sociales, hicieron que Eric Holbsbawm, viviera, estudiara
y enseñara en los centros económicos y culturales de Occidente .
Finalmente se residenció en Londres, muy cerca del Museo Británico,
donde uno de sus antepasados escribió un libro fundamental, que
transformó el siglo XX y probablemente también el XXI. Hasta su
jubilación fue profesor de la Universidad de Londres. Muchos lo
consideraban “el historiador vivo más famoso del mundo”. Su
libro Historia del siglo XX, se convirtió en un éxito de
librería. Pero su obra total está dividida en tres partes: La Edad
de la Revolución, la Edad del Capital y la Edad del Imperio. Su
último libro con que cierra su largo periplo intelectual fue
recientemente publicado, Cómo cambiar el mundo. (Barcelona. 2011).
Hasta donde la memoria alcanza el siglo
XX ha sido el tiempo más terrible de la historia de la humanidad,
ninguno había visto las crisis económicas más profundas, las
guerras más sangrientas, las bombas más destructivas, el
Holocausto, el asesinato colectivo, planificado, sistemático, que
copia las cadenas productivas de las grandes fábricas; la injusticia
y la crueldad más inhumanas. El máximo historiador de este horror, el “inglés” Eric Hobsbawm ha muerto el 1 de octubre de 2012
mientras que Europa y el resto del mudo se estremece con el
desempleo infinito, las epidemias , la sequía y el hambre. ¡Pobre
Eric!. Nació, vivió y murió en medio de la tragedia.
Un día,
alrededor de los años 70 u 80 del siglo XX, recibí una llamada
telefónica de algunos amigos de izquierda para proponerme que
conversara con un historiador marxista inglés que estaba de paso
por Bogotá. Acordé con él encontrarnos en el Hotel Continental a
las tres de la tarde. La verdad, aunque me dijo su nombre, yo no
sabía quien era. Hablamos cerca de dos horas. Me preguntaba por la
situación colombiana, sobre todo por la guerra campesina, y por
algunos otros episodios de nuestra historia, como el de “la
rebelión bolchevique” en El Líbano (Tolima), la Huelga de
las Bananeras etc. Yo no tomé apuntes de la conversación, pues
ignoraba la importancia de mi interlocutor , aunque su identidad
política estaba garantizada por quienes me invitaron a hablar con
él. Se mostró muy interesado con lo que escuchaba…
En el último texto de su libro
mencionado atrás, escribe lo siguiente: “A través de sus obras
Marx continuó siendo una enorme fuerza en tres aspectos: como
pensador económico, como historiador y analista, y como el
reconocido padre fundador del pensamiento moderno sobre la sociedad”.
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