Por: José Arizala
No hay una mesa ni sabrosas viandas, pero sí una revista que hace las veces de aquella. Están sentados a su alrededor, Baldomero Sanín Cano, quien la preside, Ricardo Hinestrosa Daza, Max Grillo, J. García Ortiz, Antonio Gómez Restrepo, Víctor M. Londoño e Ismael López (Cornelio Hispano). La revista Contemporánea, se edita en Bogotá, en los años inmediatamente posteriores (1904 – 1905) a la guerra civil que duró mil días. Las incipientes estadísticas calculan que solo el 5% de la población colombiana sabe leer y escribir. El primer número no publica manifiesto ni editorial en el que se consignen los ideales que inspiran a sus fundadores y colaboradores. Pero se puede leer un artículo de su director, el “empleado de tranvía y literato” Sanín Cano, que sirve como carta fundadora de la nueva publicación.
El siglo XIX ha tenido un final sangriento. Es el primer siglo de la independencia de Colombia. Muestra algunos avances sociales (la libertad de los esclavos) y políticos (régimen republicano), pero sin dejar atrás algunos de los grilletes de la colonia española. Un siglo conservador, católico, oligárquico, de aislamiento de los demás países, donde la brisa de los dos mares a penas penetra en su interior, interrumpida por cordilleras enormes.
La guerra civil no resolvió ningún problema fundamental del país. La opresión política y religiosa continúa por parte de la presidencia conservadora y de la Iglesia Católica. Al contrario, precipitó la pérdida del istmo de Panamá (1903), “puente del mundo”, según Bolívar. Los jóvenes de entonces soñaban con una nueva patria. Los creadores de la Contemporánea, como su nombre lo indica, comprendían que esto solo sería posible renovando el pensamiento, ahincado en la escolástica, colocándolo a la altura de los tiempos y de la cultura mundial. La revista en su breve existencia (un año) dio mensualmente pruebas de cumplir las expectativas intelectuales que despertaba.
La tarea no era nada fácil. Una aventura política y comercial. Si bien al final de la contienda armada podía esperase cierto renacimiento de la tolerancia mutua, también mantenerse los rencores en los heridos y en la memoria de los muertos. De todas maneras los poderes del Estado y de la Iglesia, de la sociedad terrateniente, mantenían su poder y su amenaza.
Los comensales a nuestro banquete prefirieron los platos de la renovación y de la libertad. Ante todo en el idioma. Se debía remozar el lenguaje, el instrumento del pensamiento y el relato de la sensibilidad. No podía seguir siendo un medio de propaganda política y religiosa. Como en el Banquete platónico toma el Arte como motivo: “Según el pensamiento de los de los Redactores, la propaganda, o excluye la noción pura de la belleza, o lastima su esencia”. La belleza y la verdad van juntas, abren nuevos horizontes a las ideas y a los derechos de los colombianos.
La solidaridad venezolana no se hizo esperar. El redactor del Cojo Ilustrado, en Caracas, del 15 de julio de 1905 se apresura a distinguir “entre la Nueva Granada rancia y estrecha, ceremoniosa y cortesana”, de la de los “buenos muchachos entusiastas, enamorados del arte”, que acompañan a Sanín Cano. Palabras que contrastan con las del bogotano José María Rivas Groot, quien afirma que en esa revista, (la Contemporánea)” donde en general aparecen escritos de mala tendencia filosófica y por añadidura en un castellano decadente e inteligible ( …) publicación neurótica y enrevesada”, el no colabora.
La Universidad Externado de Colombia, en edición de lujo ( 2006) reproduce la totalidad de los textos de dicha revista, con presentación del rector Fernando Hinestrosa y un comentario del profesor-investigador del claustro, Gonzalo Cataño. Un siglo después todavía su lectura resulta interesante e ilustrativa, nos traslada a la aurora de la segunda centuria de la patria. Sus autores escriben sobre todos los temas importantes de la cultura, literatura, arte, ciencia, en notas, artículos, ensayos, poemas, etc.
BSC muestra una prosa tersa y sencilla, llena de claridad y de ideas, destinada a sembrar en nuestro medio provinciano los valores de las personalidades avanzadas y firmes en los principios liberales y democráticos. La inspira una auténtica rebeldía contra la academia que pretende apropiarse del idioma cuando este es del pueblo, “el verdadero y único dueño de las lenguas”. Si bien Sanín y sus compañeros no eran políticos, comprendían su importancia para lograr el progreso de Colombia y vieron en la práctica de las libertades y en el predominio de las instituciones republicanas, los medios para alcanzar esos cambios que nos apartaran del coloniaje y de la barbarie. Iba más allá de su tiempo hasta el punto de expresar admiración por el socialismo. En 1904 escribió: “el mundo se está haciendo socialista a la vista de todos”, las reformas que se han implantado (en unas partes) impulsadas por las organizaciones obreras “ya tienen al socialismo obrando en la historia”. Baldomero Sanín Cano y algunos de sus colaboradores fueron fieles a su ideario democrático hasta el final de sus días. Un temprano antecesor de los escritores “comprometidos” que iluminarían el siglo XX.
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