Por: José Arizala
Los cables de la mayoría de las agencias noticiosas y comentaristas de prensa del continente, han afirmado que en las pasadas elecciones presidenciales de Chile triunfó la derecha con el candidato Sebastián Piñera, un multimillonario, quien ya lo había intentado en las elecciones anteriores, en que ganó Michelle Bachelet.
Si bien Piñera es un militante de la derecha, al derrotar al candidato de la Concentración, Eduardo Frei-Table, quien ya había sido presidente (1994-2000), al igual que su padre Frei Montalva, pertenecientes al partido Demócrata-cristiano, no es del todo cierto que producirá un viraje brusco hacia la derecha, pues, el gobierno de la Concentración que presidió la saliente Bachelet, no era un gobierno homogéneo de izquierda, sino de una coalición formada por demócratas-cristianos, liberales, social-demócratas, socialistas . El partido Socialista que hace parte de la Concentración tiene dentro de ella menor poder político que la suma de sus otros socios. Si bien el partido Demócrata-cristiano ha hecho su aporte al proceso democrático chileno, estuvo comprometido con el golpe de Estado de 1973 y en los primeros meses apoyó la dictadura de Pinochet.
El gobierno de Bachelet ha sido uno de los más prestigiosos de la historia de ese país. Hasta el final gozó de un porcentaje favorable superior al 80%, el mayor que presidente alguno de América haya tenido en los años que corren. Entre las causas de tan alto prestigio está el ejemplo de su vida. Cuando asumió el ministerio de defensa en el gobierno anterior de Ricardo Lagos, se presentó ante los militares de la siguiente manera: “Soy mujer, socialista, separada y agnóstica. Reuno en mí cuatro pecados capitales. Pero vamos a trabajar bien”. (Le Monde Diplomatique, diciembre. 2009). Su padre, Alberto Bachelet, general de aviación, fue encarcelado y torturado por la policía pinochetista y murió poco después de salir de prisión. Ella y su madre se vieron obligadas a exiliarse en la República Democrática Alemana, donde continuó sus estudios de medicina.
El largo período del gobierno de la Concentración trató de mejorar las condiciones de vida de la población, disminuir los efectos negativos más agudos producidos por el neoliberalismo de la dictadura, con reformas que disminuyeron el número de pobres, aumentaron la cobertura educativa y de la salud, pero sin alcanzar la meta prometida de convertir a Chile en un país del primer mundo, consecuencia, también, de la crisis económica global.
Michelle Bachelet esbozó su política básica así: “Ser progresista quiere decir garantizar derechos sociales permanentes, con el fin de que la corrección de las desigualdades sea efectiva en el tiempo. No se trata de dar asistencia hoy para quitarla mañana”. Su gabinete ministerial fue paritario de hombres y mujeres. Pero todo no fue de color de rosa. Al comienzo de su mandato, dentro de la coalición, se manifestaron dudas sobre su capacidad de gobernar, nos informa el periodista Libio Pérez. Los estudiantes secundarios – más de un millón – protestaron violentamente por el bajo nivel de la educación pública, con el apoyo de numerosos profesores y padres de familia; afrontó las reivindicaciones de los indígenas mapuches de la Araucanía, hubo problemas en el transporte público, huelgas, pero se abstuvo de aplicar la legislación antiterrorista dictada por Pinochet. La socialista Michell Bachelet era el rostro amable de la izquierda latinoamericana.
Las diferencias económicas y sociales entre la población siguen siendo muy notables. Los sectores más pobres tienen un ingreso per cápita de tres dólares diarios, es decir, de 6000 pesos colombianos.
Esta situación tan precaria ha conducido a que sectores de izquierda radical y de la misma Concentración expresen su descontento. Exigen más actividad y diligencia en la solución de los problemas sociales. El joven Marco Enríquez Ominami, de tendencia socialista, ha fundado un “centro de izquierda independiente”, que ha logrado un apoyo popular sorprendente. En las pasadas elecciones del 13 de enero, el Partido Comunista eligió por primera vez en mucho tiempo, tres diputados al Congreso Nacional.
Es previsible que el nuevo gobierno del empresario Sebastián Piñera no esté muy interesado en resolver estos problemas del pueblo más necesitado. Por el contrario, puede generar una oposición enérgica que estimule las luchas sociales, en un país como Chile de una larga y poderosa influencia de la izquierda democrática de inspiración marxista, como lo demostró la elección del gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Otros consideran que la victoria de Piñera, indica un repliegue de la ola electoral de la izquierda, que se extendía por las costas del sub-continente.
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