martes, 7 de septiembre de 2010

¿Y el fin de la Historia?

      
El jueves 19 de agosto de 2010, en el auditorio de la Universidad  de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, tuvimos la oportunidad de escuchar en vivo y en directo a Francis Fukuyama, uno de los pensadores  de los E.E.U.U. de América, quien se dio a conocer a la opinión pública mundial con un brillante y sugestivo libro El fin de la Historia y el último hombre . Fukuyama es hijo de inmigrantes japoneses, nacido en Chicago en 1952. Fue alumno de las universidades de Harvard y Yale . Es directivo de la corporación Rand, en Washington D.C.

Este libro tuvo su origen en un artículo que publicó Fukuyama en la revista The national interest, en el verano de 1989, año de enorme importancia en la historia mundial, cuando se estremecían los muros de Berlín y una nueva época se anunciaba. La pregunta sobre el final de la historia es una vieja pregunta. Si bien la ignoró el paganismo, sí la plantearon y con mucho énfasis, el judaísmo y el cristianismo. En la edad poscristiana (entendiendo ésta  la que se inicia en la modernidad), fue replanteada por Hegel y su discípulo, Carlos Marx, en el siglo XIX. En el XX lo hizo el filósofo francés, de origen ruso, Alexander Kojeve, a quien sigue de cerca el escritor estadounidense.

"Han pasado 18 años desde la publicación del libro que comentamos sin que se cumplan las promesas en él contenidas. Por el contrario, las sociedades modernas son cada día más insatisfactorias"

El libro de Fukuyama es de enorme interés, pues usando una información envidiable, retrata con agudeza esos años de profundos cambios, de derrumbe de los Estados comunistas y de extensión de las democracias liberales en amplios espacios del planeta. La obra completa fue publicada en 1992 y la pregunta sigue abierta. En la conferencia que escuchamos no hay retractación de la mencionada tesis, por ello podemos decir que para dicho autor, seguimos en el proceso final de la historia.

Ante todo debemos aclarar que para Fukuyama el fin no es la interrupción de los acontecimientos en las vidas de los hombres y de los pueblos, como puede ocurrirle a quien está en un cuarto donde se apaga la luz. Se refiere a que la historia llega a un estadio plenamente satisfactorio que no invita a “progresar” más, a superar la formación de la sociedad en que se encuentra, pues no resulta necesario ir más allá. Esa sociedad ideal es la del “capitalismo democrático”, que reúne la empresa privada y el régimen político demo-liberal, como lo muestran las grandes democracias occidentales, de las cuales los E.E.U.U. es el mejor ejemplo.

Fukuyama, como lo afirmó Hegel, cree que la historia sigue un camino, una dirección previsible. Que existe una filosofía de la historia. Para el autor norteamericano este desarrollo está impulsado por dos poderosas fuerzas, la lógica de la ciencia moderna y la lucha por el “reconocimiento”, o sea, por la libertad, igualdad y dignidad propios  y de los otros.

Han pasado 18 años desde la publicación del libro que comentamos sin que se cumplan las promesas en él contenidas. Por el contrario, las sociedades modernas son cada día más insatisfactorias, asediadas por múltiples problemas. Entre ellos, la de la crisis económica mundial y los desastres de la naturaleza provocados por desequilibrios en el medio ambiente que nos acercan a un colapso total de la vida terrestre. Y las sociedades liberales ven afectadas sus libertades y sus derechos y han resurgido las tiranías en diversos lugares del globo. A lo anterior agregamos la existencia de una crisis ideológica profunda que llega incluso a la incoherencia e incomprensión del carácter racional del ser humano. La ideología comunista que tuvo enorme fuerza en el siglo XX, según Fukiyama, se encuentra desacreditada, disminuyendo el peligro que puede significar la izquierda para las democracias liberales.

Tanto Hegel como  Marx, pues, consideraron que la evolución de las sociedades humanas no era infinita sino que terminaría “cuando la humanidad hubiera alcanzado una forma de sociedad que satisficiera sus anhelos más profundos y fundamentales”. Pero todo indica que ese futuro no está al alcance de la mano, sino que sigue siendo una promesa para el final de los tiempos.

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