viernes, 15 de julio de 2011

Claves Literarias

En los últimos años, la academia sueca ha acertado más que en otras ocasiones en la escogencia de los escritores que merecían el Premio Nobel. Destacamos a José Saramago (Portugal), en 1998; J. M. Coetzee (Sudáfrica), en el 2003; Doris Lessing (Gran Bretaña), en el 2005; Orhan Pamuk (Turquía), en el 2006; Mario Vargas Llosa (Perú), en el 2010.

John Maxwell Coetzee es novelista y ensayista. En algunas de sus obras combina estos dos géneros, como ocurre en el tercer tomo de su autobiografía Verano. Pero en esta ocasión nos referiremos a Mecanismos internos (Mondadori. Colombia. 2009), que recoge sus ensayos escritos entre el 2000 y el 2005 e incluye desde Beckett y Bellow hasta Márai y Whitman, pasando por Faulkner y García Márquez. Como el título del libro lo sugiere, su objetivo es descomponer, separar, desvelar las tendencias, los estilos, las estructuras de que están construidas las obras de los grandes maestros. Resulta útil para quienes aspiran a seguir el camino de las letras, para los estudiantes de literatura o simplemente para los que gozan de los placeres de la palabra. Un gran escritor hablando de sus pares o estrictamente contemporáneos o que ya han sido consagrados por la crítica y la fama.

"(Este libro) resulta útil para quienes aspiran a seguir el camino de las letras, para los estudiantes de literatura o simplemente para los que gozan de los placeres de la palabra."

Poco sabíamos de Italo Severo, Robert Walter, Bruno Schulz, Hugo Claus, N. Gordimer, V. S. Naipaul. Los lectores de Coetzee ya habíamos leído sus ensayos anteriores, Costas extrañas, publicados entre 1986 y 1999, en que se ocupa de algunos de los clásicos como Daniel Defoe, Rilke, Kafka, Dostoievsky, Borges, Musil. Algunos de estos textos fueron en un comienzo conferencias o reseñas para el prestigioso New York Review of Books.

En Mecanismos internos, se ocupa, además del análisis de sus obras, del relato de sus vidas, trágicas para algunos o de varios familiares cercanos, como el caso de la esposa de Svevo, que vivió escondida durante los años de la Segunda Guerra Mundial (era judía) y de otros que fueron fusilados por los nazis. Se ocupa de W. G. Sebald, de quien ya hemos hablado en esta columna a propósito de su libro Camposanto, que resulta la revelación de un gran escritor hasta entonces desconocido para nosotros. El análisis de las obras incluye el de su tiempo, convulso y violento, que muestra el esfuerzo que exige la destrucción de ese mundo vivido y el nacimiento de otro, sin que podamos decir que este nos promete una existencia más tranquila y bondadosa.

Walter Benjamin es el autor de Los pasajes, un libro extraño y complejo que se inspira en el descubrimiento de Baudelaire de los bulevares parisinos (en este caso, bulevares internos) y de un nuevo personaje que podíamos traducir torpemente como el veedor o el novelero, para quien los grandes almacenes se convierten en escenarios de un andar que estimula al ocio y al consumismo y que muestra el reinado del mercado. Libro plagado de citas de otros autores, intercalados con sus propios pensamientos epigramáticos, en que condensa la economía capitalista de entonces (1938) y las nuevas formas de ver ese mundo.

William Faulkner (Falkner es su verdadero apellido) visto por sus biógrafos es uno de los mejores ensayos de Coetzee. Nadie había descrito como aquel el profundo Sur de EE UU con tal prosa, brillante e incisiva, aunque en algunos momentos ampulosa. La luz de agosto es una de las grandes novelas del siglo XX: “Una clase de novela que él inventó, con sus inigualables recursos retóricos para enlazar pasado y presente, memoria y deseo” (Coetzee).

Coetzee dice del estilo de nuestro Premio Nobel: “Su estilo verbal suele ser ágil, enérgico, innovador y muy característico de él”. Destaca la deuda que García Márquez tiene con el escritor japonés Yasunari Kawabata, autor de la novela corta La casa de las bellas durmientes (1961). Un anciano todavía alucinado por el sexo de las bellas jóvenes que duermen tranquilas a su lado, de bocas anhelantes. Muestra la cercanía de Memoria de mis putas tristes con su novela anterior El amor en los tiempos del cólera.

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