El surgimiento de un nuevo y potente
pensador o artista conmueve justamente al extenso mundo de la
cultura. En estos días se han conmemorado los 10 años de la muerte
del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930 -2002). Periódicos,
revistas, seminarios, libros, se han publicado tratando de explicar
sus principales aportes al estudio no solo de la sociedad, como
correspondería a un sociólogo, sino de la literatura, el arte y la
ciencia.
Pierre Bourdieu hace parte de una fila
de intelectuales franceses, entre ellos, Sartre, Foucault, Derrida,
que han desarrollado el pensamiento europeo en la segunda mitad del
siglo XX, con nuevas concepciones, inspirándose en Marx, Nietzsche,
Freud, Heidegger. Sartre y Bourdieu las aplicaron a estudiar como un
ejemplo, entre otros temas, la existencia y la obra de Flaubert, que
les permitió, al primero, escribir una biografía descomunal en
varios tomos y al segundo, una de sus obras fundamentales Las
reglas del arte. (Anagrama. Barcelona. 1997).
"Para Pierre Bourdieu resulta necesaria y difícil la ruptura con el pensamiento de Estado, que está presente hasta lo más íntimo de nuestro pensamiento."
Como sociólogo, Bourdieu busca
encontrar un fondo “científico” que regula el proceso creativo,
separándose de la teoría en boga de las causas económicas,
geográficas, históricas, etc. sin caer en la tesis hermeneútica de
Gadamer de que “la obra de arte representa un desafío lanzado a
nuestra comprensión porque escapa indefinidamente a cualquier
explicación y que opone una resistencia siempre insuperable a quien
trata de traducirla en la identidad del concepto”.
Bourdieu plantea una reflexión
original que le permite encontrar la génesis y la estructura del
campo literario, que se forma a sí mismo, resultado de las
tomas de posición de los artistas sobre las corrientes, movimientos
y escuelas de la época, creando así su propio valor, es decir,
autoconstruyéndose como artista, en este caso, como escritor.
Apartándose de la afirmación de que la obra de arte es producto de
la inspiración, del genio e inclinándose por la hipótesis de que
es posible cimentar una ciencia de las obras.
Se trata de un pensamiento complejo,
difícil de captar en toda su amplitud y profundidad. Crea una nueva
terminología para explicar fenómenos que percibe en la sociedad y
por lo tanto en la cultura contemporáneas, como el de “campo”,
que extiende al campo literario, científico, político, del poder,
habla del “capital” humano (no el puramente económico),
simbólico, de las relaciones de unos campos con los otros, de la
economía de los bienes simbólicos, de la “revolución simbólica”,
etc. Su componente teórico resulta muy rico e interesante, que han
aprovechado sus discípulos para resolver problemas de la vida real.
Es un sociólogo muy cercano a la
filosofía. Como sociólogo toma en cuenta los hechos, los
acontecimientos, las particularidades. En su libro Razones
prácticas (Anagrama. Barcelona. 2007 ) que lleva como subtítulo
“Sobre la teoría de la acción”. Escribe : “Todo mi propósito
científico parte en efecto de la convicción de que solo se puede
captar la lógica más profunda del mundo social a condición de
sumergirse en la particularidad de una realidad empírica,
históricamente situada y fechada”. En algunos temas es radical,
por ejemplo, en el del Estado : “Proponerse pensar el Estado
significa exponerse a retomar por cuenta propia un pensamiento de
Estado, aplicar al Estado unas categorías de pensamiento producidas
y avaladas por el Estado, por lo tanto a no reconocer la verdad más
fundamental de éste”. O sea que las ideas que tenemos del Estado
han sido producidas e impuestas por el mismo Estado, principalmente a
través de la escuela. Cita al novelista Thomas Bernhard que en su
libro Maestros antiguos (que dicho sea de paso, hemos
comentado en esta columna y que aparece en mi reciente libro Crónicas
Literarias). “La escuela es la escuela del Estado, donde se
convierten a los jóvenes en criaturas del Estado, es decir, única
y exclusivamente en secuaces del Estado”. Aunque Bourdieu reconoce
que se trata de un párrafo con exageraciones, lo aprueba en lo
esencial. Afirma que resulta necesaria y difícil la ruptura con el
pensamiento de Estado, que está presente hasta lo más íntimo de
nuestro pensamiento.
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