Durante varios años quise leer a
Roberto Bolaño ( 1953 – 2003 ) hasta que por fin lo hice con uno
de sus libros de relatos Putas asesinas ( Anagrama. Barcelona
2011 ). Se trata de un escritor chileno que según algunos
críticos inicia una nueva etapa del boom literario
latinoamericano. Mi reticencia a leerlo se debía a que tenía la
impresión de que no me iba gustar, pues, probablemente , resultaría
diferente a mi gusto de lector que se inclina por un estilo
convencional o clásico, por ejemplo el de los pocos premios Nobel de
nuestro continente, como García Márquez, Octavio Paz, Miguel
Angel Asturias, Vargas Llosa, Gabriela Mistral, Neruda, y otros,
que son tan buenos o más que los nombrados, Borges, Amado, Sábato,
Carpentier, etc.
“Bolaño me pareció un joven escritor de mirada extraña, de frases ariscas, marcadas por la ironía, el humor, el sexo, la soledad, la melancolía”.
Pues bien, Bolaño me pareció un joven
escritor de mirada extraña, de frases ariscas, marcadas por la
ironía, el humor, el sexo, la soledad, la melancolía. En su corta
vida recibió varios premios, entre ellos, el Rómulo Gallegos, el
Herralde de Novela . Sus novelas más famosas son Los detectives
Salvajes y su obra póstuma 2666.
Las “Putas Asesinas” incluye 13
relatos, pues no alcanzan la estatura de cuentos. Los cuentos son
pequeñas obras maestras, con un comienzo y un final y sobre todo, un
contenido coherente capaz de darnos una idea completa, de mostrarnos
un pedazo del mundo.
El primer relato “El Ojo Silva”
comienza con este párrafo: “Lo que son las cosas. Mauricio Silva,
siempre intentó escapar a la violencia aun a riesgo de ser
considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera
violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en
Latinoamérica en la década de los 50, los que rondábamos los 20
años cuando murió Salvador Allende”.
Algunos de los relatos no dicen
mayor cosa, quizá en esto consista su interés. Calor, o viento en
el desierto de México, olas a la orilla del mar .Gente que bebe
tequila y come pollo asado, mujeres solitarias sentadas en la
terraza de un hotel de mínimas estrellas.
El relato más excitante es el que
lleva el título de la novela: Veamos algunas frases: “Así, pues,
me quito la ropa, me quito las bragas, me quito el sujetador…Todos
vosotros sois jóvenes, todos ofrecéis a la noche vuestros himnos,
algunos, los que encabezan las marchas, enarbolan banderas…Vuestro
baile es como un relámpago en una noche de primavera”.
A los colombianos el relato que más
nos llama la atención es “Prefiguración de Lalocura”, porque
ocurre en Medellín en medio de putas, películas porno y desde
luego, no podía faltar la droga y los narcotraficantes. “A los
narcotraficantes los respetaba, al fin y al cabo eran los del dinero
y Bittich como buen europeo, respetaba el dinero, un punto de
referencia en medio del caos. Pero los militares y policías
corruptos, qué debió pensar de ellos, él que era alemán y que
leía libros de historia. Monos con uniformes de las SS, ni más ni
menos”.
Hay páginas que rayan con lo
pornográfico, sacadas de la vida misma, que bien vistas no podemos
declararlas simplemente morbosas. En ellas está, también, México,
Colombia, Chile, Europa, la India, el ser humano con sus apetitos, su
miseria, su hambre y su dolor, en medio de sus orgías y placeres
extraviados.
Excepcionalmente termina con un tierno
y poético recuerdo de la madre. “Mi madre nos leía en Quilpué
un único libró, Veinte poemas de amor y una canción
desesperada. En la portada un dibujo de Neruda… En la segunda
página está escrito el nombre de mi madre”. Desde entonces ese
libro ha recorrido un largo camino.
Como pueden observar los lectores, se
trata de un estilo irreverente, satírico, que muestra aspectos
descompuestos, principalmente, de las sociedades latinoamericanas.
Y que no aspira a re-estructurarlas, a mejorarlas, a salvarlas del
mal. En cierta manera, se trata de una literatura de la decadencia.