Por: José Arizala
El grave conflicto armado que padece nuestro país desde hace varias décadas plantea dos problemas fundamentales: a) el de la legitimidad del Estado y b) la capacidad de conservar la legalidad para todos los gobernados. De estas exigencias han surgido dos teorías sobre la seguridad; el de la “seguridad nacional” en los tiempos de la “guerra fría” y el de la “seguridad democrática” en los últimos años. En el primer caso se trataba de impedir una revolución futura, es decir, fue una “contra-revolución preventiva” y en el segundo, una insurrección más o menos generalizada que pone en peligro la estabilidad de las instituciones emanadas de la Constitución de 1991.
El profesor Ciro Roldán en su ensayo “Los dilemas de la legitimidad y seguridad de la soberanía estatal” que hace parte del libro colectivo La crisis colombiana. Reflexiones filosóficas (2008) que reseñamos en una columna anterior (edición # 275), estudia el tema.
Los actores del conflicto no han sido solamente las Fuerzas Armadas, que se presumen legítimas, y las guerrillas, que son la subversión, sino también otros actores que, por lo menos formalmente, no dependen de estos, como los para-militares. Aunque en la práctica se han colocado al lado del poder constituido, o sea, del Estado y también hay bandas del narcotráfico que conforman alianzas con unos y otros.
" ... la nueva Constitución significa un gran avance, pues dada la
situación de orden público que se vivía, ha podido inclinarse por la propuesta
hobbesiana de un gobierno 'fuerte, tiránico'."
Roldán cita a Hobbes, quien advierte del camino que conduce a la disolución del Estado legítimo, cuando este renuncia al monopolio de la fuerza y entrega el espacio de la seguridad a “poderes indirectos”:
“Los sistemas irregulares por naturaleza como ligas y a veces mera concurrencia de gentes sin nexo de unión para un designio particular, ni estar obligado uno a otro (…) resultan legales o ilegales según la legitimidad de los diversos designios particulares humanos que en ellos se manifiestan (…) Como las ligas se constituyen comúnmente para la defensa común, (que no es sino una liga que reúne a todos los súbditos) en la mayoría de los casos son innecesarias y traslucen designios ilegales y se comprenden por lo común con el nombre de facciones o de conspiraciones” (Hobbes, 1982. Pág. 93).
Se cita al constitucionalista Carlos Gaviria quien diagnostica que Colombia padece de anomia (carencia de normas capaces de controlar por canales civilizados la conducta de los ciudadanos), pero según el ex-magistrado se trata de una “anomia moral” (Gaviria, 2002, pág. 20) con la que la Constitución de 1991 ha querido romper al buscar un gobierno civil con autonomía moral, inspirada en Rousseau y no la vinculada al Estado hobbesiano de naturaleza, de guerra de todos contra todos. Es decir que la nueva Constitución significa un gran avance, pues dada la situación de orden público que se vivía, ha podido inclinarse por la propuesta hobbesiana de un gobierno “fuerte, tiránico”.
Roldán critica a Gaviria por postular soluciones de orden moral y no de otra índole, Según éste bastaría dictar normas jurídicas contrarias a las actuales que forman individuos heterónomos, para que se recupere la confianza en la ley y así crear un “ambiente de Paz.” “Pues la paz es deseable porque es el único ambiente dentro del cual la persona puede afirmarse como sujeto moral y por lo tanto como titular de derechos y obligaciones” (Gaviria 2002, pág. 22).
Roldán debate a Gaviria diciendo: “Luego el problema debe plantearse al revés: primero está el surgimiento del ambiente y tras crear las condiciones propicias, podría surgir un sujeto moral autónomo. Ocurre así al no poder crearse por decreto impositivo constitucional sino por la existencia de una fuerza común – el Estado protector – capaz de hacerlo viable por el ejercicio del derecho mediante posible coacción” (Roldán, 2008, pág.145).
Si no interpreto mal lo que el profesor Roldán quiere decir, es que para lograr la paz se requiere, además de educación, la coacción, como afirma Hobbes. Por ello la posición de Gaviria de ganar primero la “autonomía moral” resulta insuficiente. La paz requiere una acción previa transformadora del Estado que incluya la coacción.
Sin embargo, considero que la diferencia entre los dos no es tan grande, porque Gaviria no dice que los cambios deben ser exclusivamente morales. Ahora bien, si hilamos delgado podemos encontrar en ellos conceptos filosóficos distintos del desarrollo social: lineal y evolutivo en Gaviria, dialéctico para Roldán, lo que implica la aceptación de contradicciones cuya solución exige cierta utilización de la fuerza.
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