El Evangelio había unido la divinidad con lo humano en la persona de Jesucristo. Durante los años posteriores a su publicación, se inició la separación entre el mundo exterior y el del espíritu, o sea, entre el universo material y el del espíritu del hombre considerado como un contenido divino, suprasensible. Según Hegel frente a la vida religiosa aparecía un mundo natural, que incluía la naturaleza del hombre, como algo aparte del mundo del espíritu: “Esa indiferencia mutua entre ambos mundos había venido siendo elaborada a lo largo de la Edad Media, la cual se debate a través de esa contraposición, hasta que a la postre se supera” (Hegel. Lecciones sobre la historia de la filosofía. T. III, pág. 203 FCE. 1955).
La idea del infinito predominaba en el pensamiento hasta los siglos XV y XVI, cuando se le concede a lo finito, a lo presente, el puesto destacado que merece (éste es un momento decisivo en la historia de la filosofía occidental), que va a estimular el desarrollo de la ciencia moderna. Lo finito nos permite utilizar la experiencia, nos acerca a lo mundano. Lo mundano quiere ser juzgado mundanamente y su juez es la razón pensante, dice Hegel. El pensamiento se torna independiente, rompiendo la antigua unidad con la teología. El hombre se considera ahora completamente libre en el pensamiento y aspira a conocerse a sí mismo y comprender la naturaleza. La filosofía se desdobla entre una filosofía realista y otra idealista. La primera surge de las percepciones del experimento y de la experiencia y la otra tiene como punto de partida la independencia del pensamiento. Cuando la filosofía penetra simultáneamente en el mundo material y en la conciencia de sí real del hombre, comienza la filosofía moderna.
La filosofía idealista considera, de acuerdo con el Antiguo Testamento, por ejemplo, que la ley venía de Dios, era la fuente del derecho público, Ahora se busca la fuente del derecho en el hombre mismo y en la historia, que debe regir como derecho, tanto en la paz como en la guerra.
“Cuando la filosofía penetra simultáneamente en el mundo material y en la conciencia de sí real del hombre, comienza la filosofía moderna.”
El primer filósofo moderno sería Francis Bacon. Este abandona lo situado en el más allá que hasta entonces determinaba el pensamiento de los europeos y se convierte en el “caudillo” de toda la filosofía de su época, cuyo centro es la observación de la naturaleza exterior y espiritual del hombre, incluyendo sus inclinaciones, apetitos y también determinaciones racionales y jurídicas. Se aparta de la filosofía escolástica, reflexionando sobre lo temporal y lo finito.
Bacon nació en Londres en 1561. Perteneció a una familia aristocrática. Su padre fue Gran Lord del Sello Privado de la reina Isabel. Su primera obra, escrita a los 19 años, fue sobre el estado de Europa. Nombrado Gran Canciller de Inglaterra y Varón de Verulam. Casó con una mujer muy rica, sin embargo, malgastó la fortuna. Fue encarcelado en la Torre de Londres y excluido de la lista de sus pares. Murió en 1626.
“El nombre de Bacon es ensalzado siempre como el pensador que descubrió en la experiencia la verdadera fuente del conocimiento” (Hegel). A esta conclusión contribuyó su enorme experiencia en el manejo de la realidad, en el conocimiento de los hombres y sus relaciones. En opinión de Hegel su obra está llena de observaciones interesantes y valiosas, pero resulta pobre en la argumentación. Opinión que no compartimos pues la lectura de su libro Novum organon nos permite reconocer en él una mente brillante y profunda, que abría una nueva época de la filosofía. Es el primero que comprende la necesidad de que las ciencias cuenten con un “método”, es decir, reglas y principios generales para proceder en la filosofía de la experiencia. El objetivo es conocer el universo sensible y el lugar del hombre en él. Bacon inicia la escuela empirista que tanta importancia tendrá en la filosofía de Inglaterra. No se trata solo de percibir lo particular sino de descubrir las leyes de los objetos, lo general, que permita encontrar el concepto, o sea, teorizar la experiencia.
El desarrollo de las ciencias de la experiencia fue decisivo para avanzar más allá de donde habían llegado los antiguos. Sobre sus postulados, sus nuevos métodos, se construyó una sociedad moderna. Bacon inició una enciclopedia sistemática de las ciencias, en lo que hasta entonces nadie había pensado. Las clasifica con arreglo a tres facultades: de la memoria, de la fantasía y de la razón. Lo fundamental de su obra, dice Hegel, es la crítica, la derrota de los conceptos escolásticos-aristotélicos.
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