Por: José Arizala
Julio Verne en su globo imaginario le dio la vuelta al mundo en 80 días. Carlos Darwin a bordo del Beagle en 5 años. Cuando regresa a Inglaterra, además de circunnavegar el planeta, ha transformado al mundo. Un nuevo hombre ha nacido, no creado directamente por Dios, sino por sus antepasados, los primates. Este descubrimiento cambiará por completo la concepción que hasta entonces primaba del hombre y de la humanidad.
Físicamente el hombre sigue siendo igual, pero la idea sobre sí mismo será otra, más verdadera, más cercana a lo que en realidad “es”. Ni ángel ni demonio, simplemente el hombre, el homo sapiens, final de la escala zoológica.
El barco partió el 27 de diciembre de l83l al mando del capitán Fitz Roy, del Almirantazgo británico. Fueron los años más fecundos de la vida de Darwin. Le proporcionaron el material científico con que escribiría sus libros sobre el origen de las especies y del hombre. Los marineros lo llamaban el philos, el filósofo. Había nacido en 1809, hace 200 años. Cuando inició su largo viaje contaba 22 años.
La iniciativa de llevar un joven investigador de las ciencias naturales como miembro de la tripulación, fue del mismo capitán del Beagle, quien le prestó a Darwin toda la colaboración necesaria en sus investigaciones, incluso permitió que oficiales lo acompañaran por las islas, costas y continentes en las que atracaban, recogiendo muestras y observaciones sobre la tierra, la flora y la fauna. En una ocasión cabalgó 70 millas en el interior de la Patagonia. Por decisión temprana del capitán Roy un paraje del Estrecho del Beagle, lleva el nombre de Darwin. En el Pacífico arribó a las islas Galápagos, un paraíso de vida, que todavía hoy es posible apreciar frente a las costas del Ecuador, sobre todo por la variedad de pájaros y de las tortugas gigantes, cuyos caparazones las defienden de los depredadores y de la influencia del tiempo. En las islas oceánicas le llamó la atención los atolones de coral, sobre los cuales caminó con inmensa alegría. Desde luego que mucho se interesó sobre la diversidad de razas y de pueblos, lo que le permitió concluir en la unidad de la especie humana.
“... Había hallado una actividad a la cual entregaría su vida entera. Atrás quedaba su pasajera intención juvenil de ser “un clérigo respetable y feliz”. Aunque logró ser respetable y feliz, sus altares fueron otros, los de la ciencia y a estos debe su eternidad.”
Desembarcó en Falmouth el 2 de octubre de 1836. El joven estudiante era ahora el científico y naturalista Carlos Darwin. Había hallado una actividad a la cual entregaría su vida entera. Atrás quedaba su pasajera intención juvenil de ser “un clérigo respetable y feliz”. Aunque logró ser respetable y feliz, sus altares fueron otros, los de la ciencia y a estos debe su eternidad.
Darwin pertenecía a una distinguida familia inglesa, de clase media acomodada, con numerosos parientes en el clero anglicano y también en el profesorado y sociedades científicas. Sus primeros intereses intelectuales fueron la geología y la botánica, que lo acompañaron hasta su muerte, a los 73 años. Fue muy rico, fruto de las dotes matrimoniales bien administradas y por haber vivido en un tiempo sin crisis económicas.
Darwin contrajo matrimonio con una prima, que siempre temió por la suerte del alma del esposo (le había confesado en secreto sus verdaderos pensamientos). Una de las invitadas a la ceremonia era la hija de Thomas Robert Maltus, cuyas tesis sobre el crecimiento desmedido de la población influiría en sus teorías de la “selección natural”. Para Darwin las especies se transformaban, se producían mutaciones en los individuos que eran heredadas por sus descendientes, adaptándose al medio para sobrevivir, como lo demostraban sus estudios de los seres vivos y de los fósiles que las recuerdan: “la vida se adaptaba simplemente a los hábitats locales…Una especie desaparece porque las condiciones han cambiado demasiado rápidamente”. Pero Darwin iba más allá al plantear: “los animales, nuestros semejantes, se nos hermanan en la pena, el dolor, la enfermedad, la muerte y el sufrimiento… puede que participen en nuestro origen de un ancestro común, puede que todos estemos entrelazados”.
La primera vez que Darwin vio un orangután fue en el zoológico de Londres el 28 de marzo de 1838. Le sorprendió “sus emociones casi humanas”, tanto como su semejanza física con los hombres. Ese día debió tener la intuición de que los hombres descendían del mono; también las implicaciones que eso significaba: “la evolución como una amenaza para la fe en la confianza humana en la vida futura y, con ello, para su control paternalista de la presente”, como en efecto lo diría la jerarquía de las iglesias anglicana y católica.
“Obtuve (con la evolución) por fin una teoría a partir de la cual trabajar”, dice Darwin en su Autobiografía. Pronto dejó de creer en la revelación divina. Comprendió que “toda la estructura (creacionista) se tambalea y cae” Descubrimientos de esta envergadura no aparecen de la noche a la mañana sino que son el resultado de numerosos pequeños avances en el estudio de los animales y vegetales. Varios científicos de la época se acercaron a los hallazgos de Darwin, pero a él le correspondió la mayor gloria en reconocimiento a su dedicación y la profundidad de sus teorías científicas y conclusiones teóricas.
La idea más influyente del siglo XIX fue la del tránsito, del cambio, de la evolución, lo que permitió avanzar considerablemente en una idea total del hombre. Su principal impulsor fue Hegel al recordar con mucho énfasis el concepto heracliteo del devenir, con la osadía de llevarlo al pensamiento. La fenomenología del espíritu, no es otra cosa que la descripción del itinerario de la experiencia de la conciencia humana. Marx explicó las causas radicales de la dinámica social, porqué se suceden los estadios económico-sociales en la historia. Nietzsche descubrió el nihilismo, la desaparición de los valores antiguos y su sustitución por nuevos valores, nuevas verdades, cohesionadas por la “voluntad de poder”. Darwin aportó a mediados del siglo su teoría de la evolución de las especies y el surgimiento del homo sapiens, como descendiente de los monos. Luego vendrá Freud, quien transformó el alma inmortal en la psiquis, sana o enferma, moldeable, unida indisolublemente al cuerpo hasta el punto que la muerte de este acarrea también la de aquella. En el siglo XX, gracias a James Watson y Francis Crick, se logró la lectura del genoma humano, que permite desplegar el mapa secreto constitutivo del individuo y de la especie. Hoy este hombre “completo” se alista a iniciar una nueva era.
(Este artículo tuvo como fuente el diccionario de Oxford University Press 2007. La entrada sobre Darwin fue publicada por la editorial Herder, España, 2008).
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