lunes, 5 de enero de 2009

Confesiones de Un (Escritor) Burgués

Por: José Arizala*
La autobiografía de Sándor Márai

    El título del libro de Sándor Márai es Confesiones de un burgués (Salamandra, 473 pág. 3ª edición. 2004). Márai es un escritor, pero en esta ocasión el énfasis de lo que escribe lo coloca, no en la literatura, sino en su condición humana, en su carácter, en los sinsabores de su vida de burgués centro-europeo entre los años 1900-1928.

 

    Antes de reflexionar sobre lo que escribe, por qué escribe, el autor se pregunta: ¿cómo vivo? ¿en qué creo? ¿pertenezco a una clase social o soy un ser único? ¿represento los valores de una clase y de mi pueblo o soy uno más entre los hombres, cuya emoción y pensamiento cambia como el viento de las llanuras? La expresión "confesiones" corresponde a la verdad. Cuenta muchas cosas de sí mismo que otros quisieran callar o esconder, entre otras, su inextinguible placer masturbatorio en la adolescencia. Hoy no alarman pero en los años 30 cuando fueron publicadas  debieron conmocionar a sus compatriotas y al público europeo. Inevitablemente trae el recuerdo de Las confesiones de Jean-Jacques Rousseau.

 

    Sándor Márai es el autor de un best-seller tardío.  La novela fue publicada en 1942, durante la segunda guerra mundial, pero es ahora cuando está de moda. 26 ediciones lleva en la traducción castellana.  Hablamos de El último encuentro. Un diálogo sobre la amistad traicionada entre dos ancianos en medio de un bosque apacible. Otras de sus novelas son La herencia de Eszter, Divorcio en Buda, La amante de Bolzano, La mujer justa.

 

    La autobiografía de Márai, cuyo verdadero apellido es Groschen-Schmied, "acuñador de monedas", se detiene, como dijimos arriba, a finales de la segunda década del siglo XX. Describe el despertar del siglo más conflictivo de la historia; sin embargo, pocas veces una centuria había comenzado con tan buenos augurios, hasta el punto que fue conocida como “la bella época”. ¿Resulta válido llamar autobiografía al relato vital de una persona que va a vivir 89 años y que la escribe antes de los 30? No, porque le faltan los años más largos de esa vida; sí, porque todo lo que el autor ha sido y va a ser ya se definieron en esos años.

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    Márai es un hijo de la Europa Central, una de las regiones culturales más ricas del mundo, del imperio Austro-húngaro, donde existen ciudades bellísimas (Praga, Viena, Budapest), cuna de escritores y músicos, artistas y filósofos de fama mundial, paisajes inolvidables, ríos legendarios como el Danubio. Su infancia transcurre en la pequeña ciudad de Kassa, hoy Kosice, en Eslovaquia. ("La construcción tenía un aire propio de la época, la gloriosa época del capitalismo rampante, ambicioso, constructor y emprendedor" pág. 16). Él se considera de origen burgués porque su padre era un próspero abogado de provincia y sus tíos  pequeños terratenientes e intelectuales de valía. Después de cursar la secundaria viaja a Pest donde ingresará a la universidad. Estudiará periodismo porque desde temprano sentirá el deseo de escribir y publicar. Terminará sus estudios en Alemania.  Berlín le mostrará una ciudad cosmopolita para el exterior y provinciana en privado.  De todas maneras es su encuentro con el mundo, con la cultura europea.

 

    Antes de los 25 años ya escribe en el Frankfurter Zeitung, uno de los principales diarios del país. Gana el dinero suficiente para sostener una vida cómoda que le permite beber a discreción y pagar mujeres hermosas. Los viajes corren por cuenta del periódico. No obstante, los traumas de la infancia se hacen sentir, hasta el punto de descubrir su soledad radical ( "Yo, a la edad de 6 años me quedé completamente solo"), como núcleo del desajuste emocional que lo convertirá durante una época en un alcohólico y siempre en un desadaptado social, impidiéndole mantener relaciones humanas profundas por el resto de su vida.

 

    Antes de salir de su ciudad natal contempla una escena que verá repetirse a lo largo del siglo XX: "Se me antojó que la gente no se entendía bien, que había ira acumulada y mal disimulada, que todo lo que yo había visto en aquella plaza desde las ventanas de nuestra preciosa casa había sido una quimera y que aquella tarde era la primera vez que veía 'algo auténtico y verdadero' del mundo". Vio como los soldados derramaban la sangre de una multitud de campesinos que reclamaba sus derechos y mejores salarios.

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    A Márai le llamó la atención la actitud de la burguesía a finales del siglo XIX con los pobres. Hablaban de ellos como si  constituyeran un mundo aparte, "una tribu extraña e indefensa a quien había que alimentar". Nadie reflexionaba sobre el problema de los pobres. Había que dirigirse a ellos con amabilidad pero como si estuvieran enfermos o locos. En su mundo no existían todavía los lemas (consignas diríamos hoy) que separarán con odio a los "pobres" de los "ricos". Ese mundo de burgueses liberales no creía que la pobreza fuera un problema grave, pues pensaban que  podía resolverse sólo con la caridad.  "Nadie me lo dijo expresamente, pero yo sentía en secreto que eran mis enemigos".  El populacho le parecía "algo sucio, pura basura". Qué sabíamos los hijos de las familias burguesas de “la vida", se pregunta.

 

    Las mujeres no aparecen en su vida como seres esenciales, sino como sombras que pasan. A la joven con que convive por más tiempo, si bien le asigna rasgos propios que le dan cierta consistencia, permanece a ras de tierra.  Muestra alguna ternura con la muchacha que le dice por primera vez que lo ama y le da el primer beso. Incluso su madre, a la cual atribuye cierta cultura, sensibilidad y cualidades de maestra, palidece ante la figura del padre, quien reina en el hogar desde un trono majestuoso e influye mucho más en él.

 

La Hungría de entonces era un país católico. Colegios confesionales, rezos al comienzo y al final del día. Modelados los jóvenes por los sacerdotes, sin que falte la tentación del maestro por el alumno. Pero el matrimonio de sus padres es un infierno. No forman una verdadera pareja sino bandos enfrentados, "nunca llegan a saber que el odio oculto que condiciona su convivencia es una señal no sólo del fracaso de su vida sexual, sino también, en estado puro, de un odio primitivo entre distintas clases sociales".

 

    A los 14 años Márai ya se porta como un rebelde. Comprende que no pertenece a nadie, ni a hombre ni a mujer, ni a familiar ni a amigo, cuyas compañías no puede resistir por largo tiempo. "Soy un burgués - escribe - tanto por mis ideas como por mi manera de vivir y mi actitud interior, pero no me siento bien en compañía de burgueses". "¿Por qué no encuentra el hombre su lugar en la tierra?"

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A veces se refiere a la tarea del escritor: una persona feliz nunca desarrollará un trabajo creativo: "A los escritores el trabajo - con independencia de la calidad de las obras - nos obliga a mantener ardiendo nuestro corazón, nuestros nervios y nuestra mente".

 

    Márai será un escritor y un periodista brillante. Pero, según su dramático testimonio, nunca encontrará la paz interior, la serenidad.  Se convertirá en un antifascista que, después, abandonará a Hungría como protesta por el predominio soviético en su patria. Se radicará finalmente en los E.E.U.U donde le concederán la nacionalidad. Se suicida en 1989.  Su autobiografía de 1928 termina con estas palabras premonitorias: "Cierto que he visto y oído a Europa, que he vivido su cultura… ¿Acaso se puede pedir más de la vida?. Ha llegado ya el momento de poner punto final; ahora, como último mensajero de una batalla perdida, sólo deseo recordar y callar".


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* Profesor Universitario. Columnista.

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